Radicalidad eres tú

Nosotros somos más radicales que Piqué y Luis Enrique juntos. Tan radical se ha definido Lucho, que ha decidido no pronunciarse sobre los valores del Madrid, cosa que preferimos interpretar más como un ejercicio de prudencia que como una muestra de cobardía. Lucho jugó en el Madrid, pero lo pasó fatal en esa época. Lucho incluso le marcó algún gol al Barcelona, que sin duda celebró con esforzado fingimiento, mientras en su interior latía una radicalidad que el pobre Lucho -Luis Enrique en aquellos años aciagos- no podía expresar exteriormente. Luis Enrique fue por un tiempo una máscara, un alma en pena, un radical atrapado que quería ser Lucho y no podía. Solo ahora podemos llegar a intuir el sufrimiento de Lucho vistiendo la camiseta blanca, asumiendo avergonzado los valores del Madrid de los que hoy prefiere no hablar. Vaya desde aquí toda nuestra solidaridad con Lucho por el Luis Enrique que fue y que, por ventura, ya no es. La libertad era esto.

Celebramos cualquier radicalidad que por fin pueda salir del armario para gritar a los cuatro vientos que prefiere no pronunciarse sobre aquello que le mantenía en el armario. Así de radicales somos nosotros. Tan radicales, que estamos a tope con Lucho, más allá de su incoherencia de haber sido Luis Enrique en el Madrid y no haber dicho nunca nada acerca de los valores de dicho equipo, cosa que también preferimos interpretar como una muestra de prudencia y no como otro ejercicio de cobardía. Recordemos que Piqué, menos radical que Lucho a decir de este, juega en la selección española porque el mundo le ha hecho así. También Piqué sufre en silencio los valores nacionales, o mejor dicho, unos valores nacionales que no son los valores nacionales que querría defender el menos radical de la doliente pareja protagonista.

Bien parece que el radical está condenado a la melancolía, y seguro que ambos radicales sabrán perdonarnos si pensamos que uno de los valores del Madrid -qué oprobio- es no saber qué es eso de la melancolía. Nosotros, más radicales que Piqué y Lucho juntos, solo miramos atrás para estar seguros del éxito que puede venir hoy y mañana. El Madrid solo es pasado porque en realidad es presente y futuro. Del mismo modo, nuestra radicalidad nos pide no saber bien qué sea la nación, aunque solo sea porque un aficionado del Madrid que viva en la India puede entender mejor lo que es la ausencia de melancolía que uno que acuda religiosamente a su asiento de abono en el Bernabéu.

Pero cómo vamos a pedirle a estos dos radicales que entiendan lo que acabamos de decir. Si radical es aquel capaz de limpiar polvo y paja para ir a lo que se esconde en las profundidades, si radical es quien es capaz de ir a la raíz de los asuntos para arrojar esencial luz sobre ellos, si radical es alguien reflexivo e inteligente que va más allá de lugares comunes, ya no sabemos bien si Piqué y Lucho son radicales o todo lo contrario. El Madrid, caca; el Barcelona, chachi. Tomen ustedes radicalidad de la buena. El Madrid es la ignominia del dinero y los hilos políticos y el Barcelona es la aldea del Arce donde se practica el trueque y no hay política. El Madrid son las ánforas ganadas por Franco y el Barcelona es la noble resistencia asentada por una ética-estética incomprendida y maltratada hasta por Aytekin. La agreste meseta versus la salvífica brisa mediterránea. Goliat contra David. Todo tan reflexionado, maduro y matizado como un pataleo infantil. Todo tan radical, que preferimos reír pero invita a no parar de llorar.

Como ven, hay más cosas en las portadas del día, algunas de ellas, por ejemplo nuestro partido contra el Alavés, mucho más importantes que la supuesta radicalidad recién comentada, pero no podíamos desatender tanta clarividencia, tanto rigor, la casi ternura que despierta quien cree estar descubriendo la pólvora y se quema con un simple petardo, la necesidad de abrazo que precisa aquel que quiere mostrarse como un outsider cuando en realidad solo repite lemas, gracejos y cantinelas tan del agrado de la parroquia. Más que rabia dan tristeza.