¿Quién es ese hombre que dice ser Zidane?

No puedo olvidar aquella foto. “Chaquetilla” bléiser/torera, “vaqueros” pesqueros y embutidos con vuelta falsa, como las corbatas con goma, y zapatillas sin calcetines. ¿Quién es ese hombre qué decía haber vuelto porque se lo había pedido “el presi”? Recuerdo esas palabras y la imagen y pienso en el Edward G. Robinson de El premio que ya no era el Dr. Stratman. Me siento como Paul Newman en esa película, el que observa y escucha con extrañeza al premio Nobel que no parece ser el mismo de hace unas horas.

El Zidane de siempre se me aparece con un buen traje azul, ese del que nunca hay que desdeñar su importancia; y también se me aparece leyendo los partidos mejor que nadie hasta, por ejemplo, la apoteosis de Cardiff; o sonriendo sin parar ante los micrófonos. Ninguno de esos Zidanes se me ha aparecido desde su regreso. Es cierto que ayer llevaba un traje azul, pero no era lo mismo. Como si fuera otro traje, uno peor, de menor calidad, o el mismo que ya no se sintiera a gusto en esa percha.

Yo no sé si llegará el invierno. Quiero decir que no sé si Zidane llegará al invierno (ojalá que sí con el equipo al galope) para lucir ese abrigo legendario (como la chaqueta de piel de serpiente de Sailor en Corazón salvaje: “¿Alguna vez te dije que esta chaqueta representa un símbolo de mi individualidad y mi creencia en la libertad personal?", le dice a Lula), que usaba para cubrirse las frías noches europeas mientras nos cantaba Love me Tender.

Yo no sé quién es ese hombre que se sienta en el banquillo del Real Madrid y que dice ser Zidane. Aparte de todo lo dicho hasta aquí, y de mucho más que se podría decir, sólo me bastaría para afirmar que ese hombre no es quien dice ser con ver esos desiertos, o esos mares, que abren entre líneas sus jugadores, por dónde ayer los parisistas lo destrozaron sin piedad, o incluso con piedad después de ver el partido y el resultado.

Ayer a ese hombre que dice ser Zidane le sirvieron de cenar en París una “paliza a la Meunier”, cuando todo el mundo sabe que el mito no cena las noches de Copa de Europa. Esto es como cuando Sommersby volvió a casa después de la guerra, pero al revés: todo el mundo se alegró de ver de nuevo a Sommersby, que en realidad no era Sommersby sino un hombre mejor, más atento y delicado y bueno.

Al falso Sommersby lo descubre su zapatero de toda la vida cuando le hace unas botas nuevas y comprueba con sorpresa que le quedan grandes. Yo no sé si a este falso Zidane lo va a descubrir esa foto que no puedo olvidar. Nada me gustaría más que Zidane volviera y con él su Madrid, o que fuera ese falso Sommersby para amarlo como Jodie Foster, que es casi como aprendimos todos a amar a Zidane. Ojalá rescaten al verdadero Dr. Stratman y detengan a ese impostor enviado por el enemigo.