Florentino Pérez es el mejor presidente de la historia del Real Madrid y, muy probablemente, de la historia del deporte mundial. Queda escrito y no pienso salirme de esa linde. Su gestión ha hecho que las marcas más prestigiosas de los sectores más dispares quieran verse asociadas por el club, desde HP o Microsoft hasta Emirates o Nivea. Se preguntará usted, lector, qué tendrán que ver equipos informáticos y software o líneas aéreas y cosméticos con el nobilísimo arte de ganar Copas de Europa, y no sin razón.
Absolutamente todo el mundo en su sano juicio quiere acercarse al Real Madrid y ser relacionado con él, por muy peregrina o improbable que sea esa relación. Así, una de las marcas referidas, la cosmética Nivea, patrocina a nuestro club, y eso, por mucho que pregonen lo contrario nuestros jugadores en los anuncios, me irrita. Pertenezco a una generación cuya máxima concesión a los potingues se reduce a la espuma de afeitar, a la colonia y al desodorante. Punto. Cuando veo que Carvajal anuncia una cosa que proporciona hidratación a la piel no puedo sino acordarme del anuncio del sireno en Zoolander, llámenme antiguo.
De manera adicional, teniendo prueba palmaria en el partido contra el Mallorca, el Madrid ha demostrado tener una carencia en su, por otra parte, colosal plantilla. Faltan mala leche y tipos imponentes. Rüdiger es perfecto para el rol, pero le hemos visto sonreír demasiado, cosa por otra parte perfectamente comprensible. Militão no es sino la cara amable de la mara Salvatrucha, así que, pese a contar con todos los mimbres, no puede desarrollar el rol de dar miedo. Tchouaméni tiene también una materia prima inmejorable para instar a tener la fiesta en paz a toda la línea medular del contrario, pero no, es pianista, educado y sonriente. También es un tipo amable el gran Fede Valverde, que, además, cuenta con el plus de su nacionalidad, sinónimo de garra, pero se me queda corto.
Quiero dejar constancia de mi anhelo de fichajes con un perfil abiertamente atrabiliario. Casemiro, Sergio Ramos o Pepe fueron los últimos tíos en saber dar miedo al rival
En épocas muy oscuras, hace casi 20 años, el Real Madrid llegó a formar un centro del campo en el que aparecía Thomas Gravesen, el danés pelado más ancho que largo y que era un verdadero ogro. Pena que también lo fuese para sus compañeros y para el fútbol en general. Junto al nórdico alopécico aparecía el uruguayo Pablo García. Aparte de su nacionalidad y personalidad, el tipo venía del Osasuna, lo cual otorga un plus de reciedumbre. Sí, aquel Osasuna de Puñal o Cruchaga que podría ganar la Champions si jugara todo el año como lo hacía contra el Real Madrid y que se podía ir a cerca de 40 faltas por partido, alguna de ellas digna no ya de tarjeta, sino de pena privativa de libertad. El tercero en discordia era otro charrúa, Carlos Diogo, que no demostró nada en España hasta que, traspasado al Zaragoza, decidió alardear de habilidades presuntamente pugilísticas, aunque más cercanas a la danza ritual, en un hilarante enfrentamiento con el sevillista Luis Fabiano.
Con lo anterior no quiero sino dejar constancia de mi anhelo de fichajes con un perfil abiertamente atrabiliario. Casemiro, Sergio Ramos o Pepe fueron los últimos tíos en saber dar miedo al rival, porque, si había que repartir, repartían maravillosamente. Walter Samuel, que vino apodado “il muro” y no llegó siquiera a biombo, era lentote y fracasó sin ambages, pero si el partido se ponía “intenso”, él sabía ser más intenso que nadie. No hablo ya de Ricardo Rocha, el central brasileño de calidad indiscutible, titánico salto, bigote de sargento de la Guardia Civil y voz atiplada, recordado injustamente por dos goles en propia puerta y no por sus prestaciones técnicas y físicas.
Sabemos que tenemos que competir en esta liga corrupta, que vamos a padecer arbitrajes como el del pasado domingo en el mejor de los casos, pues ya no se molestan en taparse, así que compitamos en el fútbol subterráneo. En el preciosismo nos movemos mejor que nadie, pero no es de recibo arredrarse porque haya barra libre de “contacto físico”. Completemos la plantilla con un par de jugadores de esos cuya función es acumular amarillas y dejar claro que competimos mejor que nadie en absolutamente todos los órdenes del fútbol, que somos el Real Madrid.
Getty Images.
Buena columna recordando pasados jugadores madridistas pero si el Madrid se pone a fichar a jugadores que hagan lo que algunos jugadores de otros equipos le hacen a los jugadores del Madrid cuando se enfrentan entonces no saldrían tan bien parados, las amarillas y rojas serían el pan nuestro de cada día y se repetiría cada acción unas 5-10 veces durante el partido aparte de luego en los informativos etc.
Exacto. No acabamos un partido con 10 nunca
Creo que estamos volviendo nos un poco locos todos con hacer un diagnóstico general de la plantilla... a partir de un partido empatado fuera de casa!
Lo mínimo es dar algo de tiempo a que Carlo (y Davide) empasten el equipo y los jugadores asimilen la forma de jugar. Y a que vayan cogiendo forma.
Con el tema arbitral no hay nada que hacer, seguirán igual, y solo nos queda la queja, el pataleo y el humor que tan bien se destila en La Galerna.
Gracias por ello a los articulistas!!
Solo hay que ver lo R4 record de tarjetas amarillas y rojas en el Real Madrid a expulsión cada 8 partidos y con la selección en más de 160 ninguna
Podemos darnos con un canto en los dientes , o en los nudillos, si el trato arbitral (VAR y VOR incluidos) durante la presente temporada es como el de la pasada.