En el fútbol, como en la vida, hay “días entre paréntesis”, que escribiera Julio Cortázar. Son días donde no es que no ocurra nada, sino que ocurre la nada misma, con su minutero muerto, con su deriva inútil, con su juerga de naufragio. Algo así son los días en los que ahora me veo, con Zidane ya en el horizonte de lejanía, y una cuota de célebres de nuestro Madrid a la espera de hacer o no hacer el equipaje.
Mientras escribo, sigue en vilo la temporada próxima de Sergio Ramos, y parece clamoroso que no veremos vestidos de blanco a Marcelo o Isco. Tampoco a Varane. Y habrá más, como todos sabemos, o intuimos. El Madrid tiene siempre todo el glorioso pasado por delante, porque esa es la esencia de oro de su escudo único, pero hay que hacer una nueva alineación, cada temporada, y a veces casi un nuevo equipo, según la época. Y este es el caso. Aún no sabemos cuál es el Real Madrid que nos espera, pero habrá un nuevo Real Madrid, empezando o acabando por el entrenador.
Hay que rehacer un Madrid de agotamiento, y después hay que asomarse a la nueva temporada, donde el gran fichaje no va a ser Alaba, u otros, sino el público
La temporada ha sido más bien olvidable, y permítaseme el adjetivo de riesgo, porque ha sido una temporada sin tensión, gracias al nefasto coronavirus, y porque no hemos hecho gran cosa, aunque ahí estuviéramos a un soplo de un gran título, o dos. Pero tengo la impresión de haber vivido más lesiones que partidos, y no una apoteosis en el juego, salvo meses o semanas de inspiración resucitada, con Benzema de culpable magnífico.
Venimos de unos días huecos, sin un gol, ya, que echarnos al ánimo, y a la espera de que el futuro inminente se esclarezca, y también el futuro no tan inminente. Sin fútbol, como que la semana no existe. De modo que vivimos entre paréntesis, o sea, echados a un retiro de poco o ninguna faena, y si de algo sirve esa pereza es para releer desde ahí que no nos ha ido ni bien ni mal a los madridistas, que hemos tenido alguna alegría, pero ningún alegrón. Hay que rehacer un Madrid de agotamiento, y después hay que asomarse a la nueva temporada, donde el gran fichaje no va a ser Alaba, u otros, sino el público. La afición, sí, la grada. Nosotros. El clamor, en fin. A ver si acaban pronto las horas entre paréntesis, y truena con sol la ilusión de tantos años.
Fotografías: Imago
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