Qué paciencia

Confieso que todas las frases que contienen las palabras Iker Casillas causan en mí, como en el anuncio, un profundo y placentero sueño.  Sin embargo, el último exabrupto y la frescura que demuestra, últimamente, para dirigirse al personal el anterior portero del Real Madrid provocan en mí hasta un respingo en el sillón.

Hasta ahora habíamos soportado su tibio discurso, con ese tono de voz parecido al del acomodador del cine cuando la película ya está empezada, cuando compañeros de Selección como Xavi o Piqué lanzaban puyas absurdas contra el equipo blanco. El portero prefería mostrar como mejor respuesta el “no hay que darle importancia” o, en su defecto, el silencio.  Su repentina verborrea lenguaraz no tiene nada que ver con aquel al que muchos consideraban como ese hijo y yerno ideal de España a cuyo alrededor casi veíamos descender angelotes entre liras a punto de depositar en su cabeza la corona de laurel. El ocaso absoluto de la leyenda lo inició con el “¡A tomar por culo ya, hombre!”  -parecido al “¡En Madrid, que toree San Isidro!”, de Guerrita-,  que envió a un público del Bernabéu que lo abucheaba tras dos goles del Valencia. De todas las reacciones posibles ante una injuria, la más hábil y económica es el silencio, decía Ramón y Cajal. pero tampoco vamos a esperar que Casillas conozca al premio Nobel de Medicina.

Hace unos días volvía a soltarse (el aire y el vino de Oporto deben de otorgarte una locuacidad irreprimible) y contestaba en Twitter con una retahíla de emoticonos (la vaguedad más absoluta: ola de surf,  un hombre corriendo y un conejo para pasar a montaña / pescado, vamos a contar mentiras tralará) en respuesta a los medios que se habían mofado, según él, de uno de tantos goles encajados en Oporto. Ahí se ciñó a emoticonos, dejando para más adelante el rebuzno y absurdo proselitismo para tirar por tierra el tan manido señorío del Madrid. Para señorío, por cierto, cuando vi a Chendo, en el partido contra el Athletic de Bilbao, correr por el túnel de vestuarios acercándole la chaqueta a Zidane a punto de comenzar la segunda parte. No sin mi chaqueta. Pero sigo, los emoticonos de Casillas apenas fueron una refriega comparados con el último tuit contestando a un aficionado que le espetaba que estuviera también a las duras, no sólo  a las maduras: “Escribo cuando me sale de los cojones. Espero que te haya quedado claro a la primera”, demostrando que tiene menos paciencia que un cuarto árbitro. Comprobamos que el portero tampoco conoce a Gustavo Bueno y no se ha mantenido estoico como el filósofo. ¡Pero si hasta la Wikipedia ha preferido cambiar la definición de Espartero, de cuya estatua ecuestre decía:“Es muy famosa también gracias a sus cojones” por un “grosero dicho sobre su caballo”! Casillas opta por la solución terapéutica que conlleva el insulto según otro Nobel, Cela.

Más de uno en el Bernabéu no pudo dar rienda suelta a ese desahogo y soportó resignado (qué remedio, Liga manda) la actuación del árbitro sacándose faltas y expulsiones de la manga en el citado partido contra el Athletic. Supongo que Álvarez Izquierdo ya no podrá decir aquello de Martínez Pujalte: "Antes no había día que saliera a la calle en que alguien no me insultara, pero hace tiempo que no me pasa”. Es catalán y le gustan los líos, como a Julia Roberts y Nick Nolte. La semana ya venía calentita con más declaraciones de catalanes barcelonistas a propósito, otra vez, del estadio que albergará la final de la Copa del Rey y no el Born to run de Springsteen. Esa querencia que muestran algunos ya es de burrez. Me inclino más por su tendencia a la envidia, nada les gusta, nada les deja conformes. Y todo para armar el espectáculo bochornoso, de nuevo, del Camp Nou dedicándole pitada al Rey Felipe y al himno español o, como dijo Pablo Iglesias, a “esa pachanga fachosa”. “La gente no pita de gratis”, dijo Piqué. La reaparición de las gentes del Barcelona es peor que cuando aparece la tuna en la cena de la boda tocando la pandereta. Las palabras de Toni Freixa -“sólo pido una cosa: que nos explique oficialmente quien se niegue sus razones”- son más cercanas a esa insufrible especie denominada canaperos de los actos culturales de Segrelles, que sólo acuden para hincharse a canapés. Autoinvitarte sin que te hayan invitado y encima pedir explicaciones de “¿por qué no me invitas?” es de colegio.

"Hay tiempos en los que no se debe gastar el desprecio más que con parsimonia, de tantos necesitados como hay", decía Chateaubriand. Si echamos mano del símil literario, para Rosa Chacel, “que el insulto sea arte es un milagro. Quizá algunos grandes; pero cuando proviene de subalternos de la literatura, el insulto es algo delictivo. La única manera de evitar todo esto es con una crítica literaria concienzuda, lo que pasa es que esto es difícil de hacer. Por supuesto que el escritor debe meterse en polémica, pero hasta matarse. No esta coz de esos desgraciados que no merecen nada. Es un problema sin solución”. Estamos ante la enésima coz de los dirigentes barcelonistas con más difícil solución (porque el que sale adoquín…) que la cuadratura del círculo o el tráfico en Madrid. No hay que perderlos de vista, ya escribía Oscar Wilde que "hay mucho que decir en favor del periodismo moderno. Al darnos las opiniones de los ignorantes, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad”.