Los aficionados madridistas al baloncesto no podemos evitar sonreírnos cuando algún plumilla recurre al sempiterno tópico de llamar a la Copa del Rey del deporte del balón naranja aquello tan manido de “la fiesta de todas las aficiones”. Como un resorte, de inmediato nos sale de dentro el impulso de precisar que se trata de “la fiesta de todas las aficiones… Contra el Madrid”. Es cierto que algunas actitudes poco amigables, como las pitadas al himno español, han conseguido repartir parcialmente las antipatías con otros clubes. Pero desengañémonos: la principal confraternización se suele dirigir contra el blanco por parte del resto del rivales. Llegando a menudo, por cierto, a extremos patológicos, como el de abuchear a un niño portador de la camiseta del Madrid, inefable escena que nos regaló la última edición del trofeo en Badalona, hace apenas unas semanas escasas.
Dicen que nada une más que un odio compartido, y en muchísimas zonas de toda España se ha ido cultivando, de manera lenta aunque inexorable, una manía a todo lo relacionado con el Real Madrid
Por supuesto, esta hermandad no consiste en un asunto exclusivamente baloncestístico. Lo que se manifiesta de forma impúdicamente explícita al juntar a siete aficiones en un mismo pabellón no es más que el reflejo de lo que ocurre, de manera salpicada, en tantos y tantos estadios de fútbol de la geografía española. Dicen que nada une más que un odio compartido, y en muchísimas zonas de toda España se ha ido cultivando, de manera lenta aunque inexorable, una manía a todo lo relacionado con el Real Madrid. Los motivos por los que antiguas plazas otrora afables, como La Coruña o Valencia, acabaron transformadas en ollas a presión antimadridistas son bastante variados y exceden las intenciones de este breve artículo. Solo queda constatar una realidad: incluso cuando el equipo local es perjudicado contra el otro grande del balompié patrio, la mayoría de los indignados no se resiste a la tentación de mentar al auténtico depositario de su inquina. Resulta intrascendente que éste no se halle presente. Se trata de una ley de hierro cuya inflexibilidad deja en pañales a la de Michels —el chiste es involuntario—: si hay error a favor del Madrid, el cántico solo aludirá a la condición ratera de los merengues; si, por el contrario, hay error a favor del Barça, ya se sabe: estamos hasta las narices del Barça y del Madrid. Así se escribe la historia.
Al calor de esta circunstancia han proliferado determinadas figuras, cómodas con el paisaje y que propician la expansión y la consolidación del ecosistema. Sin ir más lejos, hay un conocido tertuliano televisivo, indiscutiblemente hábil en la colocación de sus mensajes, que lleva años tratando de establecer una alianza, a priori contra natura, entre el Fútbol Club Barcelona y el club en el que trabajó como delegado. En realidad, sus intenciones van un paso más allá, pues no solo se limita a fortalecer los lazos entre esas dos entidades: cada vez que hay una polémica, no importa si con base fáctica real o construida artificialmente, que involucra al Madrid y a cualquier otro equipo —el Elche, el Cádiz, el Celta...—, de inmediato se apresura a subrayar su solidaridad con la supuesta víctima de la injusticia, tratando de vincular todos los hipotéticos agravios en un hilo común.
Ejerce de gota malaya que se afana en unir a todos frente a un objetivo compartido. Alguno argumentará que no hay que incurrir en el error de sacar conclusiones de gente que vive del show, pero considero interesante observar el bosque y no los árboles. Por encima del innegable carácter histriónico, y descontando el porcentaje de deliberada hipérbole que posee cualquier elemento televisivo, se vislumbra un propósito subyacente, a mi juicio clarísimo. Hay una evidente intención de hacer proselitismo antimadridista en un terreno fértilmente abonado para ello. Los esfuerzos del mencionado comentarista, imitados desde otros platós y foros, constituyen el último y más llamativo eslabón de una cadena larguísima y fuertemente anudada desde hace lustros.
Si hay error a favor del Madrid, el cántico solo aludirá a la condición ratera de los merengues; si hay error a favor del Barça, ya se sabe: estamos hasta las narices del Barça y del Madrid. Así se escribe la historia
En estas condiciones, el Barcelona ha vivido con relativa comodidad. Un Rivaldo comprado el último día del mercado no tenía el mismo coste que una conducta similar, o incluso más suave, llevada a cabo al otro lado del puente aéreo. Al mismo tiempo, las distintas varas de medir han contrariado al madridista medio, quien comprobaba con irritación cómo ni siquiera las muestras de solidaridad con muchísimos clubes servían para suavizar el ambiente al visitarlos. No ha faltado quien, hastiado de determinados recibimientos, ha acabado con el deseo más o menos inconcreto de abandonar las competiciones españolas. En ocasiones no se trata más que del exabrupto derivado del despecho, si bien en algún sector blanco la propuesta se ha llegado a valorar incluso positivamente en frío. Sin embargo, cuando el contexto parecía tener visos de inmutabilidad perenne, se ha producido un inesperado giro de guion que puede cambiar el panorama de una manera radical.
Sucede poco, pero hay veces en que la realidad se impone y uno no puede sino contemplar fascinado el espectáculo, como se observa una presa que revienta o un accidente a cámara lenta. El escándalo de los pagos a Negreira ha dado un vuelco, al menos momentáneo, al reparto de los roles en el guiñol español. De repente, amistades que se antojaban eternas han volado por los aires, y en campos que se habían convertido en territorio comanche para el Madrid se organizan manifestaciones y protestas explícitamente dirigidas contra el Barça, sin necesidad de pagar el tributo acostumbrado al antimadridismo. Uno no puede evitar frotarse los ojos con los cánticos del Sánchez Pizjuán o de San Mamés, y de repente hasta a Xavi se le han quitado las ganas de ironizar con chanzas con el villarato.
Sucede poco, pero hay veces en que la realidad se impone y uno no puede sino contemplar fascinado el espectáculo, como se observa una presa que revienta o un accidente a cámara lenta. El escándalo de los pagos a Negreira ha dado un vuelco, al menos momentáneo, al reparto de los roles en el guiñol español
Se me dirá que todo esto responde a una situación muy concreta, con fecha de caducidad próxima. Se me dirá que no conviene acostumbrarse, porque los pilares del relato mayoritario se hallan tan asentados que ningún terremoto será jamás capaz de moverlos. Se me dirá, en fin, y seguramente con razón, que las aversiones y tendencias del fútbol español no tienen capacidad de rectificación a largo plazo con los medios de comunicación actuales.
Se me dirán estupideces. Lo cierto es que hay una oportunidad histórica de dejar en su lugar a mucho lenguaraz, y de esquivar, o al menos mitigar, ese hermanamiento construido a la contra del Madrid, cruel e injusto. Acaso no sea posible del todo, pero no resulta enteramente descartable hallarnos en una encrucijada en la que se está gestando un nuevo proselitismo. Uno que podría girar en torno a los agravios, mucho más veraces, contra otro club. Qué quieren que les diga; en mi opinión, sería de poco inteligentes no intentar aprovecharlo.
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Don Pablo, la tortura es la “gota china”. Nunca ha existido la “gota malaya” sino la “bota malaya” un tipo de tortura puramente físico, no psicológico, como el anterior. Es un error continuamente repetido cuando es muy fácil corregirlo.
Hay un error que se está extendiendo de manera alarmante. Me apena verlo en La Galerna, siempre tan cuidadosa con el lenguaje. Existen dos métodos de tortura que se han mezclado, vaya a saber usted porqué -no pueden ser mas distintos- en el imaginario colectivo. La “gota china” consistente en la aplicación continua y prolongada de una inofensiva gota de agua en el mismo lugar durante larguísimos períodos. Muy diferente tortura es la “bota malaya”, en la que un artilugio metálico provisto de tornillos va ajustándose paulatinamente oprimiendo paulatinamente el pie hasta el punto del aplastamiento. Ambos se han sintetizado en la célebre “gota malaya” tortura, por otro lado, inexistente.
Me parece un artículo escrito con gracia, bien estructurado y con un mensaje positivo.Lo valoro. Y, al mismo tiempo, soy muy escéptico sobre que el antimadridismo reflexione cambiando el relato con todos los mantras y tópicos habidos y por haber. Es una caricatura , cristòfol sòria, un meme.