Proclamas choleras

Al derbi le pasa lo mismo que al pasillo. Se han perdido las esencias y con ellas su sentido. Después de hoy, a mí me importa un bledo el derbi, que ha quedado en una cosa como con playback. Una patraña de alipori por la que, además, me he perdido el partido de Ferrer en la Davis y el triunfo de España. Nos han vendido el caballo de Pat Stamper con forma del Aleti. Ni Faulkner hubiera ideado una estafa mayor.

Sólo se trataba de que no lloviera para que no se le fuese la pintura, y de sostenerlo en pie, y vivo, durante noventa y tantos minutos. De eso se encargó el árbitro. No fueron los palos, ni Oblak, ni Oblok (curioso mote me ha salido sin quererlo). Fueron los penaltis no pitados y las tarjetas no mostradas. Olvidémonos de las ocasiones falladas, del dominio insultante del Madrid, de su presencia arrebatadora al lado de esa partida de leñeros con permiso oficial para ejercer como tales.

Son como una banda que asola los campos. Los reyes del barrio, siempre especialmente motivados en lo suyo cuando está enfrente el Madrid. No así contra el Barsa, cuando cualquiera diría que se ponen corbata y se peinan a raya para intentar parecer futbolistas. Hasta el Cholo parece modoso en esas ocasiones, como si tuvieran que comportarse. Frente al Madrid es justo lo contrario. Parecen sobreexcitados, especialmente agresivos, como si se sintieran impunes.

La táctica es el saqueo. O el choleo. Con Juanfran, Savic y Godín a la cabeza. Está el método guardiolavski y está el choleo. Son dos técnicas que funcionan de maravilla, pero sólo fuera de las normas, lo cual es un detalle sin importancia. Alrededor de ellas se han construido dos estilos a los que se contrapone al Madrid, que ya sabemos a lo que juega. Las normas para el sistema guardiolavski y para el choleo son abiertas, como esos matrimonios que necesitan salir adelante de ese modo.

Las normas se pueden crear ya una vez metidos en la cama todos juntos. Durante la transmisión, el mismísimo Valdano nos ha mostrado un ejemplo de la apertura normativa, del bonito libertinaje al que me refiero, al justificar la no señalización de un claro penalti a Kroos por entender que el árbitro prefería la “continuidad” de la jugada. Es absolutamente maravilloso. Está grabado. Se habla de ello ya sin subterfugios, sin claves. En vivo y en directo. Semana tras semana.

Es como la banalización (y regularización) de la trampa por la que pretenden hacer creer (y lo consiguen) que el Aleti ha empatado con el Madrid de poder a poder cuando, de no permitirse las camas redondas, hubiéramos asistido a una carrera entre el penco figurado, pintado e inflado de Pat Stamper y digamos que Bucéfalo. En realidad, todo el mundo ha debido de ver esa carrera adulterada, incluidos los fanáticos y los intrigantes que fingen y proclaman falsas épicas guardiolavskistas y choleras, pero que son quienes cuentan con preponderancia las cosas de este juego y quienes dirigen el negocio, respectivamente.