Quién lo diría, al ver su excelente aspecto físico. Emiliano Rodríguez, el mejor jugador de baloncesto español en los años 60, ya cumplió 80 años el pasado mes de junio.
Actualmente Presidente de Honor de la Sección de Baloncesto del Real Madrid C.F. , Emiliano fue el principal ídolo del deporte de la canasta (junto con Clifford Luyk) hasta su retirada en 1973, tras firmar una trayectoria impecable con un palmarés glorioso: 12 ligas españolas, 7 Copas y 4 Copas de Europa (habiendo disputado 7 finales). Se dice pronto, pero ganar 12 ligas en una carrera de 13 años en el Real Madrid parece una hazaña de titanes visto desde hoy.
Tuve la suerte de ver jugar a Emiliano siendo yo niño, en el viejo Pabellón de Deportes de la Castellana, en algún partido de liga contra los vecinos del Estudiantes (equipo en la cúspide en aquel tiempo, con los hermanos Sagi-Vela y Martínez-Arroyo dirigiendo las operaciones) o contra el entonces llamado Juventud de Badalona (hoy Joventut), liderado por el gran Nino Buscató o por la saga de los Margall, con Enrique a la cabeza. También solía acudir todas las Navidades a ver el mejor torneo amistoso que ha habido jamás en tierras europeas: el Torneo Internacional de Navidad, un verdadero regalo para las familias y sobre todo para los niños. Ocasión única para ver, además de al Real Madrid, por aquel entonces el mejor equipo de Europa –junto al Ignis de Varese y al CSKA de Moscú, que en aquellos tiempos se anunciaba como TSSKA–, a equipos fabulosos como el propio Ignis o la North Caroline University, también a equipos de gran nivel como el Picadero barcelonés o el Palmeiras brasileño e incluso a los más exóticos Obras Sanitarias o Gimnasia y Esgrima (venidos ambos de la Argentina) y a los Virginia Cavaliers.
Emiliano rodríguez ganó 12 ligas, 7 copas y 4 copas de europa
Mis recuerdos de Emiliano son, a la vez, difusos y nítidos. Casi me acuerdo más de sus hazañas en el blanco y negro de la 1ª cadena de TVE, con los comentarios magistrales del coruñés Héctor Quiroga de fondo. Luciendo siempre el “10” –dorsal hoy en día retirado en memoria del primer español NBA, Fernando Martín–, Emiliano heredó la capitanía de Carlos Sevillano en 1969 y la mantuvo hasta 1973. Pero antes de ser el capitán ya era el líder absoluto del equipo, siempre bien escoltado por Luyk y por Wayne Brabender.
Quién sabe cuántos triples hubiese anotado el alero leonés (nacido en San Feliz de Torio, minúsculo pueblo de apenas 200 habitantes) de haber existido los triples en su época. Como él mismo me dijo hace bien poco, su “defecto” era “que tiraba mucho”. Tiraba mucho porque sus compañeros le buscaban constantemente, y tiraba francamente bien. En momentos decisivos nunca se escondía, pedía siempre el balón y solía ser infalible tanto desde las esquinas como desde la media distancia. Con un gran manejo de balón, solidario y aguerrido en defensa. Excelentes eran sus entradas a canasta, sus históricas bandejas, y su endiablada velocidad en los contraataques aprovechando la excepcional visión de juego de bases míticos como Vicente Ramos, Carmelo Cabrera o el mismo Carlos Sevillano.
Imagen clásica suya era levantando copas sin parar. Y siempre sonriente. Buceando en internet hay cientos de fotos suyas y raras son las fotos en las que no está luciendo una amplia sonrisa. Y su caballerosidad dentro y fuera del campo de juego siempre fue proverbial, siendo un perfecto modelo a seguir. Amigo de sus amigos, tanto con sus compañeros de club como con rivales como su gran colega y base titular de la selección durante 15 años, “Nino” Buscató, otro de los grandes pioneros de este deporte en España.
Toda su carrera en el Real Madrid la efectuó bajo el mando de dos personas imprescindibles en su vida deportiva (además de su magnífica relación con el gran patriarca blanco, Don Santiago Bernabéu), es decir Raimundo Saporta, auténtico padre de la sección de baloncesto madridista (y a quien todos los veteranos del equipo que coincidieron con él citan muy a menudo, siempre con admiración y sobre todo con cariño) y por supuesto Pedro Ferrándiz, entrenador del primer equipo durante 17 años seguidos (1959-1976), y el más laureado en toda la historia del baloncesto español. Saporta y Ferrándiz, dos figuras imprescindibles en la esfera del deporte en España, sin los cuales no se entendería la evolución del baloncesto que se convirtió claramente en el segundo deporte más popular en nuestro país; y el gran Emiliano Rodríguez vivió toda su exitosa carrera de club bajo estos genios de la canasta.
Además de su notable carrera de club, Emiliano vistió la camiseta del equipo nacional en 175 ocasiones en 13 años (1958-1971) con lo que se puede afirmar sin temor a equivocarse que, hoy en día, por la cantidad de partidos amistosos y oficiales que se disputan, habría superado posiblemente los 253 entorchados de Juan Carlos Navarro. Un dato increíble a este respecto es que Emiliano jugó de forma consecutiva absolutamente todos los partidos de la Selección Española entre 1958 y 1969, no se perdió ni uno solo de ellos.
Sus duelos míticos en Copa de Europa ante el TSSKA de Moscú, el Spartak de Brno (2 títulos ante los checos), el Ignis de Varese quedan grabados en los anales de la mejor competición continental, en la cual fue elegido 2 veces como lo que hoy denominamos MVP, en los años 1963 y 1964. Con aquellos compañeros como Bob Burgess, Miles Aiken, Moncho Monsalve…
Curiosamente, al llegar su retirada, no se siguió dedicando (como si hicieron muchos de sus compañeros como Lolo Sainz, Clifford Luyk o Wayne Brabender) al baloncesto como técnico, ni siquiera en categorías formativas, exceptuando aquellos primeros campus veraniegos que organizó precisamente con Buscató. Sus grandes dotes de relaciones públicas le permitieron seguir cerca de su deporte favorito, ayudando con pasión a promocionarlo. Asimismo hizo pinitos en política, llegando a ocupar altos cargos municipales en su feudo de Pozuelo de Alarcón, en el que sus virtudes como deportista (honestidad, esfuerzo, liderazgo, caballerosidad) se reflejaron en su vida como político.
Sirvan estas líneas como un pequeño homenaje a uno de los más grandes que pude disfrutar en mi niñez, y cuya trayectoria intachable sirvió de modelo a tantos y tantos compañeros de club que lo tuvieron de espejo (Rullán, Corbalán, Cristóbal, Paniagua, Nava, además de los anteriormente nombrados) y a las generaciones inmediatamente posteriores, que ya, bajo la batuta de Lolo Sainz, siguieron aportando tantos días de gloria a finales de los 70 (Walter, Coughran, Iturriaga, Joe Llorente, Romay…). Don Emiliano Rodríguez, el héroe de mi infancia.
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