Durante el ciclo dorado del conjunto blanco en la segunda mitad de los años 50 hubo un joven jugador asturiano que intentó abrirse paso ante tanta estrella en el primer equipo, su nombre fue Chus Herrera.
“De casta le viene al galgo” y Herrera cumplía muy bien ese refrán popular. En su familia había varios jugadores legendarios del fútbol español que habían destacado en la década de los 30 y los 40. Su padre era Eduardo Herrera ‘Herrerita’, fenomenal interior del Oviedo e integrante de la célebre ‘delantera eléctrica’ oviedista. Mientras que su tío fue Chus Alonso, otro interior que militó en el Real Madrid un total de 10 temporadas.
Chus Herrera nació en Cabueñes, localidad gijonesa, en el año 1938 y jugaba como extremo derecho. Entre sus virtudes se encontraban la agilidad, el gran dominio del cuero, un magnífico regate, un sensacional golpeo del balón y una enorme fogosidad en todas sus acciones sobre el césped.
Sus primeros pasos en el balompié los dio en la Unión Deportiva Ovetense, el Vetusta (filial del Oviedo por entonces) y el Juvencia de Trubia, hasta que con 18 años el equipo de su padre, el Real Oviedo, le incorporó al primer equipo. Debutó en la Segunda División de la mano de Eduardo Toba (futuro seleccionador nacional) en la jornada 2, y lo hizo con un doblete en la victoria frente al Caudal.
La temporada de su estreno fue brillante, siendo uno de los fijos del cuadro carbayón y firmando nueve tantos en la categoría de plata. El curso siguiente su nivel no decayó y volvió a demostrar que era una de las figuras en ciernes del fútbol español. Logró otros nueve goles y ayudó de forma significativa a que el Oviedo volviese a la Primera División. Una de sus mejores actuaciones se produjo en Vallecas frente al Rayo en la última jornada, y ese choque fue clave para que el Real Madrid acometiese su contratación.
A su llegada tuvo que disputar un puesto en la banda derecha con Kopa o Joseíto, y aunque la tarea parecía complicada, gracias a su habilidad convenció primero a Luis Carniglia y posteriormente a Miguel Muñoz. En la Liga fue el jugador número 12, actuando en 19 encuentros y anotando ocho dianas, mientras que en la Copa participó en cinco duelos ante el Extremadura, el Athletic, el Sevilla y el F.C. Barcelona. Su debut en la Copa de Europa, que aquel año supuso la cuarta en la historia de la entidad, tuvo que esperar.
En el verano de 1959 Kopa, uno de sus rivales por una plaza en el equipo, abandonó el club. Pero Bernabéu decidió contratar al brasileño Canario, otro extremo diestro procedente del América F.C. Aún así Chus Herrera siguió contando con la confianza de Miguel Muñoz y en Liga fue un asiduo del once inicial. Un total de 25 partidos y siete goles en la competición doméstica con dos goles ante Granada u Oviedo fueron el bagaje de un Herrera que gustaba a la parroquia blanca. En la Copa de Europa por fin debutó ante los luxemburgueses del Jeunesse d´Esch y también jugó la eliminatoria ante el Niza y en semis contra el Barcelona, al que derrotaron por 3-1 en el Bernabéu. Sin embargo no fue de la partida en la histórica final frente al Eintracht en Glasgow. Por su parte en la Copa fue el dueño de la banda en todos los encuentros, al no estar permitidos los extranjeros. El Madrid hizo un gran torneo. pero cayó en el choque decisivo frente a sus vecinos colchoneros.
Su mejor actuación como merengue tuvo lugar al inicio de la campaña 1960-1961. Por primera vez se celebró la Copa Intercontinental con el Peñarol como adversario y, tras empatar a cero en Montevideo, se decidió el trofeo en la vuelta de Madrid. Herrera salió en la alineación inicial y su rendimiento en el encuentro fue extraordinario. El defensor charrúa de la zona izquierda, Aguerre, no pudo pararle y marcó el cuarto gol de la gran victoria blanca por 5-1. Pero a partir de entonces el asturiano, que había debutado con España unos meses antes contra Italia, se fue apagando poco a poco. Inició la Liga como titular pero comenzó a encontrarse mal y desapareció del equipo, en un año en el que se conquista el séptimo título liguero.
En junio de 1961 fue operado de un sarcoma y no regresa a la actividad futbolística hasta principios de 1962 después de ser cedido a la Real Sociedad. En la ciudad easonense coincide con varios excompañeros madridistas, como el sueco Simonsson o Villa, y alza el vuelo con dos dianas en sus tres primeros partidos. Sin embargo, un mes más tarde, a finales de febrero, juega su último encuentro ante el Mallorca.
Regresa a su Asturias natal y el 20 de octubre de 1962 se conoce su fallecimiento en Oviedo debido al cáncer que padecía. Su muerte causó un gran duelo en el fútbol español, así como entre los distintos compañeros y amigos que acudieron al entierro para despedirle. Tenía 24 años y una más que prometedora carrera futbolística por delante.
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