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Por qué este mundial es un asco (y otras cosas no tanto)

Por qué este mundial es un asco (y otras cosas no tanto)

Escrito por: Jesús Bengoechea22 noviembre, 2022
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Proliferan en las redes sociales, en los últimos días, manifestaciones de personas o de nicks que tratan de desautorizar a quienes, como yo, sostenemos que el mundial de Catar es una ignominia como ninguna otra en la historia del deporte. Curiosamente, la mayor parte de estas manifestaciones basan su argumentación en la idea de que otras cosas también son una ignominia. Un nick, tras el que es conjeturable que se escondía una persona con nombres y apellidos, me adjuntó anteayer una lista de países bombardeados por Estados Unidos a lo largo de los siglos pasado y presente asegurando haber rastreado mi TL, de manera infructuosa, en busca de tuits condenando el Mundial de USA 94. Mal por mi parte, sin duda, aunque no existieran por entonces ni twitter ni muy posiblemente el/la portador/a del nick.

La acusación adjunta a mi falta de atención tuitera durante los dorados 89 y 90 es la de hipocresía. Si no condené aquello entonces, ¿cómo oso condenar esto ahora? Aun suponiendo que fuera yo reo de la hipocresía que se me imputa, no veo de qué modo mi condición de sepulcro blanqueado habría de eximir de culpa a la FIFA y a Catar por la celebración de este oprobioso campeonato del mundo. A menos que algo se me escape, no es necesario presentar una hoja de servicios inmaculada para tener razón en la exposición de una denuncia discreta. No se exigen certificados de virginidad en la comisaría a la hora de comunicar el hurto de una cartera, o no que se sepa.

Aun suponiendo que fuera yo reo de la hipocresía que se me imputa, no veo de qué modo mi condición de sepulcro blanqueado habría de eximir de culpa a la FIFA y a Catar por la celebración de este oprobioso campeonato del mundo. A menos que algo se me escape, no es necesario presentar una hoja de servicios inmaculada para tener razón en la exposición de una denuncia discreta

Junto a la Brigada Antihipócrita, está la Liga de los Bienintencionados. ¿Acaso no soy capaz de comprender que no hay mejor forma de propiciar la apertura de Catar al mundo que otorgarle mundiales? ¿No entiendo que, a fin de lograr que un régimen dictatorial abrace poco a poco los valores occidentales, lo más eficaz es darle la oportunidad de empaparse de ellos a punta de tratos comerciales y eventos varios en común, por oposición a la paralizante idea de quedarse en la otra orilla maldiciendo y señalando con el dedo? Prefiero, en general, los bienintencionados a los antihipócritas, y creo que se merecen una reflexión en voz alta.

Construcción estadio Catar

Soy el primer creyente en la redención de los individuos o las comunidades más abyectas, pero el ponerme el primero en la fila no me obliga a vendar mis ojos o taparme las napias. Todo tiene matices, y la aplicación de los postulados de la buena intención debe conocer límites. A Catar se le concedió la oportunidad de demostrar al planeta que podía, vía campeonato del mundo de fútbol, convertirse en un miembro más o menos homologable de la comunidad internacional. ¿Cuál fue la respuesta de Catar al otorgamiento de ese voto de confianza? Contratar (es un decir) a miríadas de semiesclavos indios y pakistaníes para dejarles morir de sed y calor en medio del desierto, en la construcción de los mismísimos estadios donde se está celebrando el evento. Hay una relación directa entre los crímenes que nos zarandean y el evento cuya moralidad discutimos aquí. Volviendo al ejemplo de USA 94, es como si las víctimas de todos los bombardeos estadounidenses de los 80 y 90 hubieran sido ajusticiados en los mismos campos donde se disputó el torneo. El tema no es la (im)presentabilidad general del régimen catarí (que también, teniendo como tiene un historial manifiestamente mejorable en derechos básicos de la mujer o de la comunidad gay), sino sobre todo lo éticamente inaceptable del proceso de puesta a punto de las infraestructuras del propio mundial. La vergüenza es inmediata, adyacente. No hace falta mirar las leyes o el marco cultural del país, porque las voces de 6500 seres humanos (o más) muertos en las obras nos interpelan desde los propios recintos donde se celebran los partidos. No es la idoneidad ética del país donde se disputa el mundial lo que está en discusión, sino la del mundial mismo.

No hace falta mirar las leyes o el marco cultural del país, porque las voces de 6500 seres humanos (o más) muertos en las obras nos interpelan desde los propios recintos donde se celebran los partidos. No es la idoneidad ética del país donde se disputa el mundial lo que está en discusión, sino la del mundial mismo

Llevo días asistiendo a comparativas que, por lo que aquí comento, considero improcedentes. Soy el primero que afronta con reticencias morales el establecimiento de trato comercial con ciertos regímenes, pero no es eso lo que debatimos, o no sólo, o no primordialmente. Así que no me vengan con la publicidad de Emirates en las camisetas o la Supercopa en Arabia Saudí, porque en todo en esta vida ha de haber grados. Claro que el régimen de los Emiratos dista muchísimo de ser moralmente intachable (aun siendo más avanzado que el de Catar), y no digamos nada de la monarquía pseudomedieval saudí. No me agrada que haya que tratar con ellos en términos de relación económica, intercambio o inversión, pero sí creo en el poder de esa actividad económica como agente de cambio político y social (aunque sea lentísimo) dentro de esos países.

Catar en cambio se ha reído ya, manifiestamente y en nuestra cara, de esa buena fe. Desde el momento en que Amnistía Internacional o la BBC alertaron de la atrocidad que, en términos de pérdida masiva de vidas, se estaba produciendo en las obras del mundial, debió activarse un protocolo de marcha atrás que privara a Catar de lo inicialmente concedido. Debió retirárseles de inmediato el crédito para esta copa del mundo impregnada de sangre. La mancha en la conciencia de occidente no consiste tanto en el otorgamiento del mundial a este petroestado del Golfo como en la mirada hacia otro lado una vez que se supo cómo se estaban haciendo las cosas. Claro que (y aquí soy yo el bienintencionado hasta la ingenuidad) difícilmente va a dar marcha atrás quien al hacerlo debe también devolver el dinero.

 

Getty Images.

Fundador y editor de La Galerna (@lagalerna_). Autor de Alada y Riente (Ed. Armaenia), La Forja de la Gloria (con Antonio Escohotado, Ed. Espasa) y Madridismo y Sintaxis (Ed. Roca). @jesusbengoechea

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Lamine Yamal es muy joven.

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En el hecho de que @AthosDumasE llame a la que muchos llaman "Selección Nacional" la "selección de la @rfef" encontraréis pistas de por qué no la apoya.

La explicación completa, aquí

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Tal día como hoy, pero de 1962, Amancio rubricaba su contrato como jugador del Real Madrid.

@albertocosin no estaba allí, pero te va a hacer sentir que tú sí estabas.

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