El Real Madrid de Laso doblega al campeón

Por extraño que parezca, Laso lo ha vuelto a conseguir. La capacidad de reconstruir a “su” Real Madrid es ilimitada, proverbial. No importa los jugadores de que disponga, se las ingenia para urdir el estilo de juego más apropiado. Y, por supuesto, el que piden los tiempos.

Frente al campeón vigente, el Anadolou Efes, planteó un juego roqueño y vibrante, a velocidad de vértigo, volviendo a los años en que Laso revolucionó el baloncesto-tostón vigente. Mucha presión en defensa, atosigando al hombre del balón y cerrando las líneas de pase, con los guardaespaldas de rigor, Tavares y Poirier, dominadores intolerantes de las zonas.

El Real Madrid no está para andarse por las ramas, por esencia del club y por espíritu de este equipo, siempre presto a la regeneración para vencer. La vocación de Laso y de sus jugadores emblemáticos es no bajar un peldaño, situarse entre los mejores. Y en el segundo hito de la temporada -el primero fue la Supercopa- la plantilla se ha exhibido.

Digo la plantilla -aunque prefiero las palabras conjunto o equipo por expresar mejor la armonía requerida para conseguir títulos-, porque ya es difícil rotar a once jugadores y que el ritmo no decaiga. No sólo en la defensa ya comentada, también el ataque y su contra. El equipo -¡ahora sí!- corrió en cualquier ocasión que tuvo, y el juego estático fue de continuo movimiento, de pases con inversión del sentido de la circulación, siempre en busca del hombre libre.

Quizás lo más destacable fue que no se distinguió el rendimiento de los recién llegados con el de los que llevan más tiempo, algunos un decenio glorioso. Imagino que los que ya conocen algunas lecciones de memoria han coadyuvado a la asimilación supersónica de los últimos fichajes.

Muy acoplados todos, el escuadrón francés estuvo en su sitio, supongo que para regocijo del mosquetero de La Galerna, Monsieur Athos Dumas. Intimidador, Poirier; polivalente y muy móvil, Yabusele, y anotador con clase, Heurtel. Claro que, para intimidador, Tavares, espléndido en su forma física.

Como en todos los deportes -lo acabamos de ver en la Ryder Cup y es muy notorio en el fútbol- el poderío físico es preponderante en el baloncesto. El deporte del balón naranja ha corrido este camino quizás antes que ninguno, desde principios de siglo de forma ininterrumpida y exagerada por el estilo arbitral. El contacto es constante y la falta que se considera -en líneas generales y salvo despistes de los jueces – está a un paso de la agresión.

En esta faceta, a llegada de Hanga, Yabusele y de Willams-Goss, muy certero en los triples, ha reforzado la capacidad física del equipo. Junto a Abalde y Taylor, más los pívots citados, la línea defensiva se amuralla como nunca. Contando, además, la facilidad instintiva de Rudy y el buen momento de Llull, otra vez con las piernas que solía.

En definitiva, un partido soberbio y esperanzador. Un botón de muestra de un equipo completo, poderosos en cualquier ámbito y que espera la vuelta de dos puntales, Thompkins y Randolph, que abrirán aún más las opciones de juego e incrementaran el potencial de una plantilla-equipo asombroso.