Esta y no otra era la frase que empleaban los tripulantes de los buques balleneros cuando avistaban a un cetáceo susceptible de ser cazado al emerger para tomar aire y eliminar el que habían acumulado y empleado en una inmersión previa, como un tubo de buceo, ahora llamado snorkel. En la inmortal Moby Dick, el capitán Ahab, obsesionado con la ballena blanca que lo había mutilado, premiaba con una moneda de plata al primer tripulante del Pequod que avisara con esa voz de la posición del cetáceo de sus desvelos.
Las ballenas se dividen en barbadas, que se alimentan por filtración de miles de litros de agua, atrapando en las barbas de su boca llamadas, oh, sorpresa, ballenas, a pequeños animales acuáticos como peces o crustáceos, y dentadas, que, como su nombre indica, poseen dientes completos para morder y cazar sus presas. Moby Dick pertenecía a esta última, siendo un enorme cachalote albino cubierto de múltiples cicatrices de batallas previas de las que, vista su supervivencia y buen estado general de salud, había salido victorioso.
Todos ellos están cruzando sus arpones, inflamados o no por el fuego de San Telmo, juramentándose para, otra temporada más, intentar cazar a la ballena blanca, a la que culpan de todos sus males
Decíamos que Ahab, un tipo loco de odio, estaba obsesionado con una gran criatura blanca, a la que responsabilizaba de la pérdida de su pierna y, por extensión, de la totalidad de sus males. El lector que me hace la gracia de estar leyendo esto, probablemente halle ciertos paralelismos con la actual coyuntura futbolística española. La diferencia es que no hay un Ahab, sino varios, muchos de ellos en ciudades portuarias, ya sean marítimas o fluviales, existiendo otros tantos en el centro del país, a una distancia, en el mejor de los casos, de poco más de 300 km del mar más próximo. Encontramos a esos marinos cegados de inquina en Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla, aunque también cuentan con esbirros en Palma de Mallorca o Cádiz, personajes que bien podrían pasar por marineros que ejercen de matones en las tabernas del puerto. Todos ellos están cruzando sus arpones, inflamados o no por el fuego de San Telmo, juramentándose para, otra temporada más, intentar cazar a la ballena blanca, a la que culpan de todos sus males. Si administran mal sus soldadas y recursos, si no tienen ni para calafatear sus embarcaciones, que hacen aguas por todos lados, ni para reparar sus jarcias, que ya no cantan con el viento, sino que gimen plañideras ante la mínima brisa y amenazan con faltar en cualquier momento, si sus marineros huyen para encontrar mejores y mayores buques, culpan de ello a Moby Dick.
El cetáceo, mientras tanto, seguirá a lo suyo. Sabido es que el alimento favorito del cachalote es el calamar gigante, cuya existencia hasta hace bien poco se circunscribía a leyendas ancestrales. Cierto es que constituyen un mito para la inmensa mayoría de los marinos, y más bien una pesadilla para algunos que otrora moraban a la orilla de un río madrileño, pero la gran ballena blanca ha salido victoriosa de sus encuentros con esos gigantes submarinos en, al menos, catorce ocasiones, más que nadie en la historia.
Los Ahab de turno que se queden con sus sepias y chipirones, cuya frescura nos permitimos cuestionar a la vista del hedor con el que agreden los olfatos de cualquiera que ose acercarse a ellos. Por su lado, el leviatán albino se centra en trofeos mayores que se encuentran en sondas no ignotas, sino inimaginables para esos Ahab de secano o de bajura que siguen soñando ahora y siempre de manera enfermiza con gritar “¡Por allí resopla!” y clavar un arpón en el lomo de Moby Dick.
Estupendo. "Llamadme Nanook", en vez de Ismael. Así podría empezar usted un libro que relatase la historia del Madrid y de sus antis.
Texto alegórico que define completamente y a la perfección la realidad del fútbol patrio.
Incluido en el antimadridismo , como principal efecto y elemento aglutinador, está la secta nazional-culerista. Como consumado culerólogo que me considero , tengo claro que es en ltoda a región de Cataluña donde Mas capitans Ahabs hay. Indudablemente.
...en toda la región de Cataluña...
Pero es normal que en Cataluña, cual Nantucket ibérico, se tenga especial animadversión a la ballena blanca. Pero en el resto de puertos, es donde estos capitanes toman tintes heroicos.
Por cierto, gracias por la referencia al horrible barbarismo del "snorkel". Toda mi vida llamándole tubo o respirador, para que me vengan los del interior, con la gorra de capitán puesta, a cambiarme las palabras.