El plan B de Zidane

La cara de Zidane el día de su presentación lo decía todo. Estaba en el albor de lo que era un nuevo sueño en su vida: entrenar al Real Madrid. Pese a lo complicado de la situación, él creía contar con una ventaja adicional a su ascendencia en la plantilla. Él mismo había sido el segundo entrenador de gran parte de ese equipo en la temporada de la Décima. Por ello, y pese a las curvas que esperaba por el camino, tenía claro cuál sería su modelo. Así traté de explicarlo en un artículo anterior.

En el Zidane jugador, amén de su preciosismo, el control siempre fue un factor definitorio en su juego. Además, lo más parecido que había tenido a un mentor era Carlo Ancelotti, un amante del fútbol pausado y de control desde la posesión. Zidane venía dispuesto a hacer valer ese modelo que sólo hacía doce meses había situado al equipo en una racha de victorias histórica. Para ello no dudó en situar a los jugadores con mejor toque de balón en el campo sin renunciar a la BBC. La idea tenía la mejor pinta posible, pero pronto las lesiones empobrecieron las muestras y los resultados empezaron a desmoralizar a la tropa.

Además el equipo se resquebrajaba fácilmente. Con un plan tan ambicioso, el equipo precisaba atacar muy bien para poder permitirse cierto déficit defensivo que su planteamiento conllevaba. La falta de calidad del ataque dado el mal estado de algunos de los jugadores conllevaba ciertas negligencias que el equipo acusó en forma de malos partidos y pobres resultados.

Con la liga ya perdida y el comienzo de las peores curvas en Champions, Zidane comprendió que lo que podía ser bueno en septiembre, en marzo estaría falto de tiempo de cocción. Por otra parte, algunos jugadores básicos en la idea inicial no le estaban respondiendo (Isco y James). Entonces Zidane pospuso (ya veremos si de forma definitiva) su Madrid de los centrocampistas para volver a centrarse en el camino más corto hacia el éxito: la BBC.

Una vez los miembros del tridente se iban recuperando, Zizou iba discurriendo cómo darles encaje sin exponer al equipo en exceso. Ya había asumido que ya era tarde para formar un equipo que controlase los partidos desde la posesión. Debía ir hacia una idea más pragmática y cortoplacista. Casemiro iba a dotar al Madrid del vigor físico del que carece en el medio. Pese a ser un jugador que en ocasiones desordena al equipo, su exuberancia física le permite rectificar ciertos desajustes y con el balón, si bien no es ágil o variado, sí es preciso en el desplazamiento. Su presencia deja un centro del campo más prosaico que el que postulaba a Kroos como mediocentro de cierre. Si uno mira la historia del Madrid, sobre todo la más reciente, normalmente no ha sido la lírica lo que le ha acercado a las Copas de Europa. El Madrid ha alcanzado el éxito con ciertos ajustes a lo largo de la temporada que le han acercado al concepto de equipo en su más amplio sentido de la palabra. La simplicidad del nuevo plan reduce sin duda los plazos necesarios para alcanzar el nivel competitivo suficiente.

El partido de Sevilla posiblemente haya sido el mejor jugado hasta el momento en toda la temporada. Pese a recibir llegadas importantes, el Madrid mostró más solidez de la acostumbrada. En ataque el balón circuló muy rápido en busca del momento dulce que parece que atraviesa la BBC. No hay nada más efectivo en el fútbol que una idea bien desarrollada. El Madrid jugó realmente muy bien y venció con amplitud a un equipo solvente.

Parece que sólo una recuperación total de James/Isco podría hacer dudar a Zidane acerca de sus planes hasta el final de temporada. Lejos de ser un defecto, el cambio de rumbo de Zidane es una muestra de flexibilidad evidente de lo más ponderable. El romanticismo de su idea tendrá que esperar, si acaso, a septiembre; ahora urge ganar, y para ello cree haber encontrado el camino más corto.