Piqué y el exceso de riego

Buenos días. En épocas en las cuales la medicina se encontraba en un estadio inferior de desarrollo, ante cualquier olvido o equivocación se aludía por sistema a la “falta de riego”.

—Madre del amor hermoso, Menchu, pues no bajo al mercado a por tres contramuslos de pollo deshuesados, apaños para cocido, una lechuga, dos kilos de tomates, cuatro cebollas y perejil, y se me olvida el pollo y los tomates.

—Eso es por falta de riego, Mario.

Escenas así eran típicas en la España de hace unas décadas. Ahora sigue ocurriendo, por supuesto, pero se emplea menos esta expresión.

En el Barça parecen padecer el problema contrario, es decir, exceso de riego. No es descartable que el motivo sea la llegada al banquillo culé de Xavi Hernández —más amante de los céspedes que el propio Pancho—, que en un intento por vigorizar la alfombra verde del Camp Nou se le haya ido la mano con el riego y haya dejado abiertos los aspersores más tiempo del recomendable.

El ejemplo perfecto de este exceso de riego es Gerard Piqué. El otrora excelente central español registra una actividad cerebral más elevada de lo normal y ya hay quien no tiene ninguna duda en afirmar que su sistema nervioso central es excitado con mayor circulación de la recomendada en el manual de funcionamiento del cuerpo humano.

Este diagnóstico se basa en los síntomas y no tiene ninguna corroboración científica ni se le ha efectuado al sujeto ninguna prueba médica que arroje un resultado que lo certifique. Pero los extraños comportamientos de Piqué invitan a especular con esta posibilidad.

Por un lado, parece obvio que el flujo sanguíneo que en otro tiempo irrigaba sus piernas ya no fluye con tanta alegría, a tenor de la disminución de su rendimiento futbolístico. Y por otro lado —y más importante— su hiperactividad social invita a pensar que su cerebro está siendo regado con un exceso de flujo sanguíneo. Y claro, este recalentamiento puede provocar fallos de funcionamiento, como hemos visto recientemente.

Por ceñirnos solo a los últimos días (la casuística de Piqué es inabarcable), recordemos su reacción del sábado tras el partido que el Barça —de manera heroica— empató contra el Granada: en un acto poco habitual en un profesional, pidió al estadista conocido como Mr. Chip que mostrase por Twitter el acta del partido para demostrar que lo concluyó sin tarjetas amarillas. Esto, en condiciones de riego normales, no suele darse.

Horas más tarde, y después del tuit más deplorable que ha publicado jamás una cuenta oficial de un club de fútbol de élite, el sujeto Piqué lo citó añadiendo: “No lo digáis muy alto que os van a sancionar”. Ídem de lienzo.

Ayer, Unai Emery, tras el empate a dos entre el Villarreal y el Atleti y en relación con una de las manos polémicas del partido, aludía a Piqué diciendo que la mano que sí fue clara fue la del propio Piqué contra el Villarreal, y luego el central fue diciendo que no era intentando engañar a la gente, además de publicar tuits referentes al penalti cometido sobre Casemiro.

Estas palabras, coherentes a todas luces, de Emery, sobreexcitaron de nuevo las circunvoluciones cerebrales de Piqué y le respondió —vía Twitter, por supuesto— de la siguiente manera:

Los síntomas parecen claros, y ante la ignorancia médica que subyuga a este portanalista, no puedo sino recurrir al acervo popular y achacar el errático comportamiento de Piqué a un exceso de riego.

Ahora bien, la rivalidad deportiva no impide que deseemos que la salud de Piqué no se resienta y esperamos sinceramente que, en caso de que los hubiera, se solucionen sus achaques. Los problemas de riego son muy malos, si no que se lo digan a Mario, que poco después de sufrir el olvido en el mercado tuvo que soportar de cuerpo presente cinco horas a Menchu sin parar de parlotear.

Las portadas del día, como era de esperar, no recogen nada de la clínica que presenta Piqué y los actos que le induce a cometer. Se debaten entre la Supercopa de las narices a disputar en Arabia, la victoria del Sevilla y la nueva conquista de Nadal, esta vez en Melbourne. Felicidades, Rafa.

Cuidaos el riego y pasad un buen día.