Petroeuros contra el fútbol de todos

Con una desagradable mezcla de indignación y estupor llevo semanas constatando la inexplicable reacción del mundo del fútbol ante las constelaciones de estrellas que han logrado reunir, especialmente esta temporada, los tan certeramente llamados “clubes- Estado” del balompié mundial.

He comprobado atónito como la inmensa mayoría de los actores del planeta fútbol se ha rendido embelesada a esas mega plantillas, construidas en base a un capital originario de cualquier actividad, menos de las distintas oportunidades que surgen del propio proceso orgánico y natural de un club de fútbol.

la inmensa mayoría de actores del planeta fútbol se ha rendido embelesada a esas mega plantillas, construidas en base a un capital originario de cualquier actividad

En primera instancia me encontré inquieto, posteriormente indignado y últimamente sorprendido, decepcionado y resignado al comprobar la falta de sensibilidad y criterio de la gente en general para fijar una posición digna ante determinadas situaciones de la vida. En este caso en particular, avizoro que los valores y los principios parecieran atenuarse, diluirse inexorablemente, quizá hasta desaparecer por completo ante el deslumbrante brillo de aquellas fortunas que invaden al fútbol “de todos” despilfarrando euros, con descaro y prepotencia, y sin moderación ni sensatez, seguramente como consecuencia de que poco duele desprenderse de lo que poco cuesta ganarse.

Entiendo, faltaría más, que cada quién es soberano de disponer de sus activos y patrimonio de la forma en que mejor lo considere conveniente. También comprendo que el fútbol mueve miles de millones de euros y las cifras asociadas a él en general son acordes con esa impresionante capacidad de generar descomunales negocios en múltiples direcciones. Sin embargo, soy incapaz de aceptar que en el marco de competiciones “supuestamente” reguladas por los entes rectores del fútbol europeo y mundial, con el fin de resguardar el equilibrio y la justa competencia, prevalezca impune el libertinaje y la altanería de los clubes- Estado gracias al asqueroso contubernio entre los dirigentes de estos y los de la UEFA, en el caso particular de Europa.

Mientras el máximo mandatario de la UEFA, Aleksander Ceferin, asocia la imagen de la institución a la que preside a términos como “Fair Play” (juego justo) o “Respect” (respeto), al mismo tiempo intenta convencer al mundo con argumentos insostenibles para que aceptemos, por ejemplo, que Nasser Al-Khelaifi, Presidente del PSG, club parisino propiedad del Estado de Qatar, su mano derecha ante la peligrosa rebelión que implica para la UEFA el proyecto de la Superliga Europea, pueda gastar muchísimo más dinero en adquisición de jugadores de lo que la norma del Fair Play Financiero permite, avalando y propiciando con ello un descarado y siniestro fraude al fútbol.

Esa desfachatada convalidación de agresiones en contra de la norma ya tuvo precedentes en el caso del Manchester City, equipo propiedad de otro estado millonario (los Emiratos Árabes) que financia con “petroeuros” su proyecto futbolístico y que quedó en nada, en parte, por la negligencia de los servicios jurídicos de la UEFA, quienes permitieron la prescripción de hechos punibles, así como por resultado de la favorable intervención del, en aquel momento, presidente de la UEFA, Gianni Infantino. Y para colmo de males, la reciente adquisición del Newcastle, histórico de la Premier League inglesa por parte de Arabia Saudita, amenaza con profundizar aún más la terrible brecha entre clubes con ese perfil, protegidos por el paraguas condescendiente de los máximos dirigentes del fútbol europeo, y aquellos que luchan por mantener su competitividad con armas legítimas y honradas, como lo son, su gestión integral, su historia, su fútbol.

Sin embargo, todo lo anteriormente comentado, debo admitir con franqueza que no me sorprende. Lamentablemente, las tan desagradables experiencias y surrealistas escándalos vividos durante los últimos años asociados a la corrupción generalizada, el tráfico de influencias, los sobornos, entre otros delitos en los que se vieron involucrados los más altos dirigentes de los órganos rectores del fútbol mundial (FIFA, CONMEBOL, UEFA,…) necesariamente nos advierten que lamentablemente estas instituciones, que idealmente deberían caracterizarse por la dignidad, la transparencia y la justicia, no son de fiar y que bajo su autoridad podemos toparnos con cualquier tipo de aberración.

la reciente adquisición del newcastle amenaza con profundizar aún más la terrible brecha existente

Así, hoy asisto decepcionado a un crimen que podría derivar, no en tanto tiempo, en una pérdida de interés progresiva y generalizada que hiera de muerte al deporte con más seguidores en el mundo, motivada por el insultante y devastador desequilibrio que propician la injerencia de “petrofortunas” en el ecosistema del futbol europeo. Y lo peor de todo, además seguramente lo que más escuece en las personas dignas, es que todo eso se cocina ante la blandenguería, la alcahuetería y la pusilanimidad de lo que aparenta ser una inmensa mayoría del resto de los actores y dolientes de nuestro maravilloso fútbol, quienes dejándose encandilar por el brillo de las estrellas y del dinero, parecieran haber perdido de vista la dignidad y el orgullo, otorgando con su indignante silencio la aprobación tácita a tan dantesco crimen, y en otros casos, aplaudiendo como focas amaestradas el dantesco show. Espero que las consciencias despierten y los verdaderos amantes del fútbol terminen por alzar la voz para vetar este atropello y exigir respeto a este maravilloso deporte y a tantos seres humanos que en buena parte aliviamos con él, y con todo lo hermoso que nos ofrece, las mayores y menores miserias de nuestras vidas.

Hoy más que nunca hagamos más grande aquella hermosa y profética petición de mi querido Emilio Butragueño (insisto siempre, increíble futbolista pero mejor persona), lanzada en 1995 en su entrevista de despedida ante un atiborrado y eufórico Santiago Bernabéu, en la que nos pidió a todos: “Protejan al fútbol”.