Domingo de septiembre, llueve en Toledo, y es raro el sitio en el que no, lo dijeron los expertos los días previos y lo confirma hoy el mapa de la Agencia Estatal de Meteorología. Fértiles nubes en pleno parto vomitan un agua dinámica o traviesa, ligera o alegre. Finas gotas apenas perceptibles que, a base de feliz empeño, han conquistado las aceras, el asfalto, las tapas de alcantarillas, los muros de ladrillos caravista, los toldos recogidos, las tejas sucias, las llantas, las vallas de madera, los árboles, la tierra. A escasos metros de mi ventana, en un lugar indeterminado, alguien está escuchando la radio. La otra noticia del día nadie la había previsto: ha muerto Pepe Domingo Castaño, la voz que amamantó la afición al periodismo deportivo de los de mi generación en aquel pasado en el que soñar, que diría aquel, aún era gratis.
El cielo es hoy un lienzo en blanco que invita a dibujar recuerdos. Me veo a mí, hace unos años, en la soledad de mi cuarto, con la radio puesta, siguiendo, seguramente, algún partido del Madrid en el antiguo Carrusel de la Ser, y oigo a Lama gritando paradón del Santo, oigo a Paco haciendo de Nostrapacus, prediciendo la debacle madridista segundos antes de que Raúl selle la victoria merengue, y oigo a Pepe Domingo, estilo desternillante e inconfundible, cantando las bondades de los tractores Massey Ferguson, afirmando que Banesto es el banco del deporte y pichichi nacional, alabando los Chaskis de Facundo y recomendando las encimeras Silestone de Cosentino. Cuñas pegadizas como defensas italianos de los noventa que convertían cada retransmisión en una fiesta. El Madrid podía llevarse los tres puntos o no, pero, cuando acababan los partidos, uno tenía la sensación de que con Pepe siempre salía ganando.
Como el agua incesante en una mañana de lluvia, Pepe Domingo Castaño seguirá dibujándose en todos los sitios cada vez que alguien se ponga a escuchar la radio
Alberto Olmos, en 'A bordo del naufragio', dice que "la única forma de ser sabio sería poder leer decenas de veces todos los libros, y ver decenas de veces todas las películas, y descubrir el sexo decenas de veces a lo largo de una sola vida", algo que resulta imposible —"eso sólo podría hacerlo Dios", acota—, pero la capacidad de recordar nos permite, en cierto sentido, reconciliarnos con nuestras primeras veces, y eso es también una clase de sabiduría. De alguna forma pienso que aquella época de continuo descubrimiento no se ha ido, que el yo de antes y el de ahora coexistimos. Los años se llevan muchas cosas, pero hay otras que nunca mueren a pesar del tiempo. Como el agua incesante en una mañana de lluvia, Pepe Domingo Castaño seguirá dibujándose en todos los sitios cada vez que alguien se ponga a escuchar la radio.
Pepe Domingo Castaño, años y años oyéndote en la radio antes en la Ser y desde 2010 en la Cope, al final eras alguien familiar para mí pese a que no te conocía de nada, un maestro de la publicidad que es la faceta que yo pude conocerle aunque tuvo otras muchas a lo largo de su dilatada carrera.
Descanse en paz.