Cuando Álvaro Arbeloa dijo que ser madridista era “creer”, por mi mente navegaron partidos en los que la épica aparecía para salvar los muebles o emergían noches mágicas de esas que algunos todavía no hemos vivido. Pero no. Resulta que esas cinco letras iban mucho más allá, y quizá ni el propio Arbeloa lo sabía.
Estamos ante el enésimo cambio de rumbo del Real Madrid. Ya no sabemos si queremos mano dura, mano blanda o autogestión. Quizá esto último debamos destacarlo dada la capacidad intelectual del núcleo duro del vestuario. Tampoco sabemos si buscamos fútbol de toque, algo más vertical o que la inspiración nos guíe. Lo que sí tenemos claro es que el nuevo inquilino del banquillo es Rafa Benítez.
Y a mí, al menos, no me ilusiona. No sé si por su imagen de hombre descuidado o por esa sensación de ser un sargento de hierro absorbido por la pizarra y la táctica, incapaz de dejar que el virtuosismo abrace el fútbol de sus jugadores. Es una sensación, repito, ya que es imposible saber qué clase de fútbol va a practicar el Real Madrid cuando la pelota eche a rodar.
Sin embargo, José Mourinho me enseñó que hay que saber cerrar filas en torno al entrenador, al proyecto, sea quien sea el primero y guste o no guste lo segundo. Porque el técnico siempre va a entender más que nosotros y va a manejar más información que nosotros por mucho que en Twitter parezcamos Arrigo Sacchi con soltura.
Uno mira el currículum de Rafa Benítez y piensa que no es Juan Ignacio Martínez -por suerte-. Piensa, también, que algo bueno debe de tener este entrenador para haber ganado lo que ha ganado. No ilusiona, cierto, pero nos toca recordar lo que dijo Arbeloa y “creer”. Eso sí, será mucho más fácil si empezamos con Iker Casillas en el banquillo. Por aquello de no dar facilidades al rival, algo básico en este bendito deporte.
Sea como fuere, hemos pasado de un José Mourinho que despertó a todos, a un Rafa Benítez que llega tras la dorada etapa de Carlo Ancelotti, al que muchos querrán quitar méritos, pero al que no podrán quitarle un 2014 para la historia. De 100 a 0 en pocos años. La aceleración de un BMW rebobinada en tiempo récord. Estamos ante el penúltimo acto de fe. Y no pedimos un vídeo motivacional de Luis Calles porque eso es mejor reservarlo para primavera.
Como curiosidad añadiré que uno de los ayudantes de Rafa Benítez es Antonio Gómez, un hombre que entrenó en solitario al Real Valladolid y fue despedido a mitad de temporada. Un dato añadido para darle más emoción a este nuevo giro del Real Madrid. Un giro, dicho sea de paso, que suena a huida hacia delante de Florentino Pérez. Pulso a los jugadores que acabará en éxito rotundo o dimisión en 2016. Todo puede pasar. Al fin y al cabo, el Real Madrid es sobrevivir a sí mismo.
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