Los tiempos en el fútbol han cambiado una barbaridad en los últimos 100 años y uno de los aspectos en los que más se ha notado ha sido en las residencias de los jugadores. Desde hace años lo habitual es que los clubes tengan una residencia habilitada con todo tipo de detalles donde hospedar a los chicos de la cantera y que los mayores del primer equipo vivan independizados. Sin embargo, en la década de los 30 y 40 del pasado siglo se hizo famosa la pensión regentada por la célebre Doña Manolita porque muchos jugadores contratados por el Real Madrid de fuera de la capital se quedaban a vivir allí.
El nombre oficial del establecimiento era Pensión Aller y las propietarias eran Manuela Romero, conocida como doña Manolita (nada que ver con la mítica administración de lotería) y Valeria Aller. La pensión tuvo dos ubicaciones distintas en el centro de Madrid: en un primer momento se encontraba en la calle de Mesonero Romanos, para posteriormente trasladarse a la calle Desengaño, con unas infraestructuras más confortables y espaciosas.
El tipo de futbolista que iba a residir allí era una persona soltera y de provincias, aunque también hubo casos de madrileños alojados en la pensión. Los que llegaban con pareja o casados habitualmente se buscaban un piso o casa donde residir y los que tenían algún contacto familiar solían quedarse a vivir con los suyos. Este último caso fue, por ejemplo, el del vasco Emilín Alonso, que tenía unos tíos (hermana de su padre) residiendo en Madrid cuando firmó por los blancos en 1933.
La pensión fue durante tres décadas el hogar de una cantidad innumerable de jugadores tanto del club blanco como del Athletic de Madrid o Atlético Aviación, que también registraban allí a una parte de sus fichajes no capitalinos. De este modo, futbolistas de ambas plantillas convivían en el día a día y comían juntos en el comedor de la residencia cuando Doña Manolita les tenía preparadas las viandas. Cuando cada almuerzo terminaba, los jugadores en un orden de turnos establecido, echaban una mano a la hora de fregar y secar todos los platos y utensilios.
El primer jugador al que dieron cobijo en su pensión fue el navarro Desiderio Esparza, que procedía del Tolosa. El poderoso centrocampista del Real Madrid aterrizó en la capital en 1927 e inició la cuenta de la legión de futbolistas que a partir de entonces residieron allí. Todo surgió a partir del boca a boca creado por el de Muez, que llegó pronto también a la entidad merengue. Le siguieron en los años 30 por parte blanca el extremo Eugenio, el robusto medio Antonio Bonet, el archiconocido defensa Ciriaco Errasti, el polivalente José María Peña o el delantero Antonio López Herranz. Todos ellos tuvieron de vecinos a los atléticos Chacho, Martín Marculeta o Ramón Gabilondo.
“No veo fútbol, ni lo veré, porque me da mucho miedo ver a estos buenos chicos darse de patadas y golpes, y caerse, y lastimarse”.
Tras la Guerra Civil, el alojamiento continuó en pie y se hizo muy famoso en la capital al recibir también huéspedes de muchas ciudades de España, que lo elegían para pernoctar en sus viajes de turismo a Madrid. El diario Marca se acercó un día para ver los entresijos de la pensión y entrevistar a Doña Manolita. Lo primero que comentó la propietaria fue que “no veo fútbol, ni lo veré, porque me da mucho miedo ver a estos buenos chicos darse de patadas y golpes, y caerse, y lastimarse”. Y lo decía con conocimiento de causa, puesto que vio cómo Olivares se rompió un brazo o el caso de Solá (jugador del Imperio), al que un accidente le pudo costar la vida de no llevarle ella a ver al doctor. Pese a todo, Doña Manolita se declaró madridista y comentaba que, si se ganaba, el día en la pensión “era de fiesta”, pero si se perdía “tenía que aguantar bromas al día siguiente: que si mala comida, que si no les cuido o, por el contrario, les cebo demasiado. Pero yo no hago caso y dejo la contestación para cuando han ganado”. Además, la patrona explicó las normas de convivencia para los futbolistas y que era “muy disciplinada e intransigente”. Al estilo de un cuartel allí te levantabas, comías y cenabas a horas fijas. Y a dormir a las doce. Ningún tipo de “fiesta o jarana”. Doña Manolita comentaba también que los jugadores lo entendían al pie de la letra y eran “más mansos que unos corderos”.
En el momento que visitó Marca la pensión se encontraban alojados un total de nueve jugadores del Real Madrid: el portero Enrique Esquiva, los defensas José Mardones, Vicente Olivares y Rafael Suárez, y los delanteros Marcial Arbiza, Antonio Alsúa, Luis Guiance y Pitus Prat. Y un único colchonero del Atlético Aviación: Francisco Germán. Otros huéspedes ilustres que en algún momento utilizaron aquellas instalaciones fueron el gran capitán blanco de los años 40, Juan Antonio Ipiña, el hispanoméxicano José Ramón Sauto o Sabino Barinaga, que se instaló allí tras regresar de Inglaterra.
Fotografías: Getty Images
Interesantes relatos los escritos por Cosín. Está buen conocer la historia del Real Madrid.
Por cierto, nunca he acabado de entender eso del “boca a boca”, para expresar que se expande de manera sencilla ,natural y espontánea entre las personas... lo correcto habría de ser “boca o oído “.
A mí me parece un error aplicar la lógica al lenguaje. Consecuencia de esa manía es esta última moda de tener que especificar el género, sin entender que en nuestro idioma se puede emplear la forma genérica sin necesidad de especificarlo (“Dejad que los niños se acerquen a mi”: cualquier hablante de castellano debería entender que se refiere tanto a los niños como a las niñas). O esos que siempre dicen que habría que decir “Buscar cinco pies al gato”, puesto que “ Buscar tres pies al gato” es muy fácil en un animal que tiene cuatro. (Alguna vez escuché una explicación a una profesora de latín y parece que la justificación a “Buscar tres pies al gato” viene del latín, y que pies se refiere a pies métricos, de los cuales “gato” (cattus) solo tiene dos ... pero vaya usted a saber). O los que están aprendiendo, y dicen “rompido” (que sería lo lógico), en vez de roto. Etcétera.
Respecto a su perplejidad respecto a la expresión “boca a boca” y la sugerencia de cambiarla es un ejemplo de obtener un mal resultado al aplicar la lógica al lenguaje, puesto que si dijéramos “boca a oído”, perdería la imagen de “cadena” o de “red” que propaga una noticia, puesto que al llegar a un oído el asunto se detiene, a no ser que sea de nuevo impulsado hacia delante otra vez por otra boca. En todo caso, con su lógica, debería ser “boca-a oído-a boca”, pero esto ya sería poco económico para el lenguaje y no funcionaría.
Disculpe este rollazo que me he marcado, pero es sábado, estoy encerrado y estoy muy aburrido.
¡Hala Madrid !
Su opinión es respetable, como la de Aleksei, Pero, el "boca a boca" suena a salvamento, primeros auxilios, urgencias. Para insuflar oxígeno en los pulmones de la persona necesitada.
Ya... Pero en el lenguaje es fundamental el contexto. Lo del oxígeno está bien si hablamos de un ahogado o de un salvamento, pero no viene a cuento si hablamos de la propagación de una noticia. Si alguien dice que fulano se comió una torre, mejor es que no se lo tome al pie de la letra y que piense que, probablemente, están jugando al ajedrez, ¿no?
Muy interesante recordar de dónde venimos para valorar dónde estamos. Las fotografías de época impagables.
Buenos días