Organicé la tarde del domingo de manera milimétrica. Tareas domésticas, la compra, la cena. Todo orquestado para que a las 21:00 en punto de la noche, en una de esas ocasiones en las que la crónica del partido va por cuenta de otro compañero, pudiera disfrutar, vino en mano, del partido del Real Madrid. Se me atragantó.
Para empezar, y ya con el encuentro empezado, miré con incredulidad la disposición de los jugadores. Más vino. Al final, y como siempre, me encomendé a Zidane como suele ocurrir en los últimos años, pese a las reticencias de mi cabeza a entender algunas cosas.
Los diez primeros minutos se llevaron casi media botella y algún que otro exabrupto. Pero entonces ocurrió. Ese gol inesperado que nace del talento innato, como cuando no estudias para un examen y te encuentras con un notable. Y entonces la incredulidad comenzó a vestirse de indignación.
No dudo de que Odriozola estuviera adelantado, ni de que incluso pueda tener una pierna al estilo superhéroe que se estira a su antojo si su ciudad lo necesita, a lo Reed Richards. Lo que me lleva a creer en fantasmas es la imagen estática y con línea discutible y en tiempo récord que ofreció el VAR. Cuando Valdano confirmó mis sospechas, me serví otra copa más. Todo comenzaba a ser un remolino de contradicciones.
Y entonces vino —de venir, esta vez—, la no falta de Casemiro. Y el gol de Fernando. Y la sensación, tan Real Madrid, de que todo se encaminaba a la culminación de una oportunidad perdida.
Fregué los platos en el descanso, que una es muy de su casa, tratando de alejar la mente de todo lo que me arrebatara el positivismo que otorgan 45 minutos aún por delante. Y los cambios me dieron la razón.
Pese a que no entendí la salida de Modric tras una genialidad que precedió al enésimo grito que le di a Vinícius, la acción de Asensio regalándonos calma apenas en el primer balón que tocó me hizo perdonar a Zidane. Que Miguel Gutiérrez debió entrar mucho antes está fuera de toda duda.
El Real Madrid estaba firmando un buen partido y ese nudo en el estómago que apretaba la ocasión perdida se desataba poco a poco. Hasta que un señor de espaldas lo cambió todo.
Cómo será el asunto, si hasta Maldini, Pérez de Rozas o Miguel Rico consideran que la acción de Militao no es penalti. El VAR, el vocero de los árbitros, el Emperador Palpatine, Lola la Piconera o un señor de Murcia pueden ofrecer las explicaciones que deseen. El central madridista salta de espaldas, ajeno a la bola y con los brazos abiertos como todos. El balón rebota en el hombro y después da en la mano. No hay posición antinatural. No hay voluntariedad. No hay nada.
Podría claudicar y entender, si acaso los pitaran todos. Pero en este nuevo fútbol en el que ni siquiera los árbitros tienen clara la posición a adoptar con respecto a las manos —y hemos tenido en esta Liga infinidad de ejemplos, basta hoy con abrir Twitter o cualquier periódico deportivo— lo que hace falta es que se pongan de acuerdo y dejen de perjudicar o beneficiar ilusiones.
Un señor de espaldas, que ni sabe por dónde le viene, determinó que el penalti para el que no hacía falta tanta dudosa tecnología y que se produjo un instante después en el área opuesta, no fuera señalado.
Luego ya, convirtiendo la rabia en garra y la indignación en velocidad, llegaron Kroos y Hazard para retener algo de dignidad en una noche en la que ganar estuvo en manos blancas y al mismo tiempo no. A lo Schrödinger.
Fotografías: Imago.
Por curiosidad he visto el video del ex jugador madridista Álvaro Benito comentando los sucesos del partido. Sin palabras: otro que ha preferido atornillar su culo a los medios antes que defender a ¿su? Real Madrid.
No dudo de que Álvaro Benito es del Madrid. Pero ayer me decepcionó profundamente. Que con todo lo que ha caído este año, tan sólo se le ocurra, para defender que la competición no está adulterada, utilizar un argumento tan pobre como la mano de Ramos en Éibar, me produce una gran tristeza y demuestra una vez más que prefiere defender a quién le paga y no al club que le dio todo.
The Tinglao es así de pérfido y perverso. Todo tiene un precio. Valdano, Alvaro Benito , el marqués del nabo -yo no lo he escuchado, pero me cuadra que haya estado tan desacertado y en contra del Real Madrid-...éramos pocos y parió la abuela.
Toda esta farsa acabaría si el Banco Santander no le diera a Tebas la pasta para sus fechorías.
¿Porqué nadie habla de la mano, que en un córner, dió Jordan?
Sí, sí, fue el mismo partido y una fue penalty y la zamorana de Jordan, siga, siga
Liga ampliamente preparada para el Real Madrid
Tenemos montones de Alvaros Benitos en los medios, tibios y complacientes con la opinión de los contrarios. Eso estaria muy bien si los Alvaros Benitos de nuestros rivales fueran iguales, pero no, son talibanes de sus equipos y no se cortan jamás. Y los madridistas a tragar. No tenemos derecho a quejarnos. Motivos nos sobran. Boicot a Movistar y sus "ecuánimes".
Y ahora viene Gil Manzano! Este será el árbitro encargado de dirigir el Granada – Real Madrid, Jajajaja. Se están riendo en nuestra cara.
De espaldas a la realidad , al realismo y al Realísimo.
Estimada María,
"Los diez primeros minutos se llevaron casi media botella y algún que otro exabrupto"
Genial, me parto con su relato. Cotidiano, divertido, fresco, cercano, y hasta elegante. Muy bien, felicidades.
Tengo que confesar que desde hace tiempo estoy desposeido de fe ninguna, como Robert de Niro remontando su armadura por la selva amazónica.
Creo que es algo más que una tendencia, y que somos culpables de nuestro vía crucis particular. Koeman decidió no cargar con su cruz, Gil Marín también, incluso esta semana Julen Lopetegui, en boca de su club. El Sevilla fútbol club.
Todos se quejaron de afrentas pasadas y presentes, y todos han visto recompensado su miserable comportamiento. Es lo que hay, los árbitros como colectivo cobarde y conservador que son, se parapetan de los que les zurran, con dádivas varias. Y se envalentonan con los débiles, y aquellos que callan, porque otorgan.
De forma que al igual que usted, el domingo preparé la cena para la prole. Y me dispuse a ver el partido, pero sin liturgia ninguna, ni siquiera mi cerveza de partido. Y me dio la razón, el tiempo.
Lánguidamente contemplé como anularon el primer gol. No hubo exabrupto en la falta inventada de Casemiro. Y tampoco me llevé ninguna sorpresa cuando un flagrante penalti sobre Karim, se convirtió en el segundo gol del Sevilla. De penalti.
Tanto es esto así, que tan sólo pude murmurar para mi mismo, como es posible que puedan pitar este penalti en contra nuestra.
En cualquier caso, lamo mis heridas leyendo la prensa. Columnas de opinión deportivas, de los grandes periódicos del país se debaten entre la justificación del acierto del arbitro, casi me caigo de espaldas leyendo a Sergio Viñas en El Mundo, o a un recalcitrante antimadridista como José Sámano en El País. Hasta la justificación de la legalidad de esta liga de fútbol,que no es la mía, en boca de un madridista de cuna como Álvaro Benito.
No hay nada que hacer, el relato venció. Somos culpables. Ahora, como dice Manuel Matamoros, brillante otra vez en la Galerna, solo queda que borren nuestro recuerdo de los libros.
Un abrazo a todos los madridistas, estamos de luto.
Para mi lo peor de todo es el silencio de los corderos que practica la directiva. Son cómplices por omisión.
Cuando quejarse no sirve de nada y no se puede recusar al colectivo de arbitros, lo único que puede hacer la directiva es...... Lo que ha hecho, intentar dejar la competición o al menos no dedicarle sus mejores recursos.