Después del gol del Alavés, que ha construido un muro en el norte, se pueden oír las cadenas que arrastra Danilo por el campo. Desde ahí hasta el gol del Madrid todo es Theo. Que si Theo por aquí, que si Theo por allí. La gente cree que Theo puede hacerle una faena al Madrid pero al final es Deyverson, el autor del gol, quien lo hace levantando un brazo en la barrera. Y luego llega el victimismo del pobre, o mejor dicho: del que se hace el pobre. Y de este modo vienen las típicas cosas en cadena: que si así gana el Madrid (¡el Madrid!), que si el árbitro, que si Florentino..., y al final el tal Alexis Ruano con un tatuaje en el cuello (¡en la papada!) invocando un "Rodea el Bernabéu", que es casi lo único que nos queda.
Ya van uno a uno y Pepe se lesiona. Una lesión invisible. Ha sido la fibra. Le han tocado la fibra. Cuando es cosa de fibra el futbolista sale del campo muy serio y aparentemente indemne. El futbolista lesionado de fibras sale del terreno de juego desubicado, como con pérdida de memoria, igual que si se le hubiera desconectado el cerebro y se hubiese activado la función de emergencia, que consiste en levantar mecánicamente el brazo y adoptar una expresión invariable mientras el locutor comienza a hacer cábalas muy rápido acerca del tiempo de recuperación: ¡Unmesdosmesestresmeses...!
Para el Madrid el partido consiste en encontrar un hueco, que es como entrar en los servicios en un descanso en el Bernabéu. Uno va abriendo puertas o recorriendo paredes y no encuentra más que tíos ahí plantados. Cristiano lo intenta, conduce en horizontal por todo el área, pero todos los meaderos están ocupados. El público vitoriano grita olé porque el Alavés se la pasa en su área y Valdano añade en la transmisión que el Madrid sufre con las posesiones largas del rival. Mi vecino celebra una fiesta de Halloween y lleva unos cuarenta y cinco minutos poniendo Thriller, de Michael Jackson, una y otra vez. Debe de ser por eso que yo entiendo que lo que esta ocurriendo en Mendizorroza es que el Madrid ha parado al Alavés.
Menos mal que los olés los corta de un derechazo en carrera Cristiano con la inestimable ayuda de Feddal. Lo peor es que intuyo que la grada va a volver al victimismo del pobre y maltratado, movimiento social al que siempre se une la locución de un modo u otro. Uno a dos en el marcador y con medio Madrid parapsicológicamente desaparecido. De Danilo se oyen las cadenas pero de, por ejemplo Benzema, no se oye ni el frufrú de su camiseta. Debe de estar jugando con tapas de fieltro en las botas. Y sin embargo el Madrid va poco a poco, a ramalazos, esos ramalazos que resuelven partidos (para qué más), gustándose. Kovacic se mueve como una pluma por el cuadrilátero y por detrás de las cuerdas Marcelo toma decisiones serias. Hay una gran última jugada del Madrid en la primera parte que se vierte por el lado derecho como el contenido de un cofre del tesoro. Pero nadie lo ve.
Hay susto en la reanudación. Camarasa le hace la trece catorce a Varane en el área pero allí está Keylor. Veo maravillado ese gesto superfluo de los futbolistas que en vez de librarse de la pelota de un toque, la pisan antes como si quieran cerciorarse de que verdaderamente está ahí, a sus pies; un ademán como el de las señoras que alargan innecesariamente las sílabas en los cánticos de la iglesia. Keylor y Deyverson dan forma en sus mano a mano a una telenovela mientras el comentarista a pie de campo se desfonda intentando encontrarle un significado perverso a la conversaciones entre Cristiano y Zidane. Disfruto de la extraordinaria capacidad de Isco de aguantar el balón rodeado de contrarios, o de echárselo siempre al lado preciso para que nadie se lo robe. Y nadie se lo roba nunca.
Kovacic esta realizando una actuación como para ponerle ya un mote familiar, un nombre en clave como de espía del Este. Yo le voy a llamar Kova. ¡Ay, el comentarista de campo al borde del delirio! Los jugadores madridistas se refrescan y él dice que no hace tanto calor como para que se tengan que refrescar. El método Stanislavski de locución televisiva. ¡cómo para que Ronaldo no falle un penalti! Demasiadas pocas cosas le pasan al Madrid con este clima de chuzos. Veo a Lopetegui sentado en la grada con una expresión y una rigidez de señora de la alta sociedad inglesa del siglo XIX. Es el Lord Esker de Greystoke al que solo le falta atusarse el bigote. Me entra la risa con esa curiosa manera de los árbitros de pedir calma, como si la calma hubiese que ponerla a la altura de los bajos, justo antes de que el Madrid en cuatro toques, románticamente dos, marque el tercero. Cristiano la para en su campo y la retrasa en corto para Kroos, otro fantasma, y éste también en corto la adelanta para Marcelo que en pase de quarterback encuentra a Morata (que siempre sale muy bien en plan Anelka) que la mete por arriba.
Me da penilla que Lucas Quinto salga tan tarde por Bale, pero Lucas es fuerte y valeroso y no se merece que nadie sienta lástima por él. Lucas Quinto es enorme y enseguida aparece en una jugada que continúan Kova y Marcelo por la derecha, quien centra al medio para Cristiano que, olfateando y moviendo la cola, marca el cuarto y su tercero para demostrarle al mundo el imparable deterioro de su figura inmarcesible. Kova se mueve: undostres, undostres y Alexis Ruano cae sobre la lona con el partido acabado y delante del comentarista de a pie por el efecto de sus propios golpes, tan bajos (no sé por qué estoy viendo a Parker Lewis elevando la comisura de sus labios) que sólo podían volverse contra él.
Excelente! Un verdadero placer de lectura.
Auténtico. Mi cerebro está dando saltos de alegría. Genial!!!