N. del E.: Hoy se cumplen 23 años de la Final de la Octava, en París, entre el Madrid y (vaya) el Valencia. Con tal motivo publicamos este recuerdo de Diego Cerrato, que vivió intensamente la Final y sus prolegómenos.
París bien vale una misa es una expresión que indica indiferencia en las convicciones u obrar por conveniencia saltándose toda convicción.
Les pongo en situación: la noche del 23 de mayo del año 2000 la estación de Chamartín de Madrid estaba más llena que una piscina pública en verano; estaba repleta de centenares de ciudadanos que, casualmente, iban todos vestidos de blanco, de blanco de pureza, de inocencia, de riqueza. En varios andenes, trenes TALGO estaban esperando llenarse con destino Hendaya.
Nos esperaban siete largas horas de viaje nocturno para llegar a la fronteriza ciudad vasco-francesa y aquel tren era una auténtica fiesta: en cada vagón había armado un tiberio.
Con el amanecer llegamos a Hendaya y todo el pasaje de aquellos trenes invadimos la cantina de la estación, donde los dos camareros que estaban tras la barra se agobiaron más que Spiderman en un descampado.
París bien vale una misa es una expresión que indica indiferencia en las convicciones u obrar por conveniencia saltándose toda convicción
Había que matar el tiempo hasta que en otra vía, a las 8 de la mañana del 24 de mayo del año 2000, apareciese un tren de alta velocidad francés (TGV) que nos condujera a nuestro destino final: París.
Aún faltaban 4 horas y 40 minutos de viaje para llegar a la ciudad de la luz y en el TGV el cansancio comenzaba a hacer mella y la mayoría planchamos la oreja. A la llegada a eso del mediodía a la estación Gare Montparnasse el personal volvió a venirse arriba. Todos nos rehicimos del sueñecito del TGV.
París nos recibió con un fresquito impropio de fines de mayo, pero eso era realmente lo de menos; había mucho día por delante para calentarse.
Los céntricos café de la Paix, el Procope, el Deux Molins o el café de la Rotonde se llenaron de repente de personal vestido de blanco, algunos también de naranja, incluso otros con rayas verticales rojas y amarillas. Al igual que sucedió en la cantina de la estación de Hendaya los empleados de aquellos finos cafés del centro de París se agobiaron más que Rosalía comiendo pipas. (Que falta de previsión, messieurs, les serveurs).
Entre valencianistas y madridistas nos comimos y bebimos medio París para después comenzar la peregrinación hacia Saint Dennis. El Stade de Francia está muy lejos del centro de la capital francesa, pero hay tiempo y caballo que va despacio llega lejos.
El Stade de Francia se había inaugurado solo dos años antes y en aquel año 2000 donde las pesetas se mezclaban con el eurotimo del Euro y había miedo al efecto 2000 por si todos los ordenadores del mundo petaban, Saint Dennis se presentaba a la sociedad futbolística mundial con el bautismo de fuego de una final de la Champions League.
Valencia y Real Madrid saltaron al césped de aquel coqueto, repleto y lejanísimo Stade de Francia y el resto ya es historia, porque París bien vale una misa.
Getty Images.
Supongo que ese año ya sería deporte de riesgo ir a Saint Denis...
juuuas, que bueno
Al contrario, no recuerdo ni un solo incidente, nada que ver con lo que nos tocó vivir hace un año en el mismo sitio. Recuerdo que antes del partido hubo un pequeño espectáculo protagonizado por los niños de Saint Denis. Algunos de ellos veinte años después nos intentaron robar hasta la camisa. Gran partido, el Valencia no la olió ... A la vuelta hubo un pequeño incidente en Orly y mandaron un batallón de antidisturbios. Llevábamos horas de retraso debido a que dos aviones se tocaron rodando por la pista y hubo mucha tensión en los embarques. De hecho yo cogí a mi madre y a mi hermano y nos metimos en un avión que iba a Madrid, no creo que fuera nuestro vuelo, un poco de descontrol ... Hala Madrid
cero incidentes, doy fé. DE hecho, un amigo mio parisino me comentó: que lección estáis dando. Mi única duda es que la torre Eiffel, que ha sobrevivido ala II G.M. SOBREVIVA A LAS TRACAS DE ESTOS MAMONES, JEJEJEJE