Para aquellos que pintamos canas —en la barba, en tanto que en la cabeza comenzamos a lucir helipuerto— la década de los 90 es inexplicable en el plano madridista sin la presencia de un elegante italiano, el primero en vestir la camiseta merengue, en el lateral derecho del Real Madrid.
Eran otros tiempos. Chimo Bayo llenaba estadios en Tokio y la hoy cacareada liga inglesa languidecía en las islas ante el espléndido derroche mediterráneo del fútbol italiano. La Premier League era fish and chips en un pub mugriento de Birchington-On-Sea y el Scudetto, una copa de Monfortino Riserva en una terraza de la plaza Ducal de Vigevano. El todopoderoso Milán de Il Cavaliere, quién lo ha visto y quién lo ve (al Milán y a Silvio), encadenaba 58 partidos sin conocer la derrota, y hasta un desconocido equipo lácteo lucía una pléyade de estrellas, de Brujita Verón a Hernán Crespo, pasando por Buffon o Faustino Asprilla. Aquel Parma era la leche. Mucho calcio en los 90. Hasta la Sampdoria de Gianluca Pagliuca, Pietro Vierchowood o Roberto Mancini jugaba finales de Copa de Europa.
En este contexto, 1996, el Madrid de Lorenzo Sanz, como hoy Florentino o como antes don Santiago, revolucionaba la que llamábamos entonces Liga de las Estrellas con el fichaje de Fabio Capello, el sucesor de Arrigo Sacchi en el banquillo del Milán, auténtica bestia negra del madridismo de entonces y verdadero hombre del saco para el Buitre y su quinta con permiso del PSV Eindhoven. Entonces ni FIFA, ni Pro Evolution Soccer, ni tampoco el querido PC Fútbol de Michael Robinson: el que mandaba en esto de los juegos balompédicos era el PC Calcio. Italia era lo más. Llegaba Capello cual centurión comandando una Legión romana al Bernabéu y el bueno de Arsenio Iglesias, meigas, coruxas, sapos e bruxas, regresaba a terra galega. 1996, tiempo de hype madridista, aún sin haberse inventado el dichoso palabro.
La década de los 90 en el plano madridista es inexplicable sin la presencia de un elegante italiano, Panucci, el primero en vestir la camiseta merengue, en el lateral derecho del Real Madrid
El abnegado Chendo, el mayor perro de presa que han visto mis cuatro ojos merengues y al que nuestro mosquetero galernauta Athos Dumas dedica este excelso artículo, aún ocupaba entonces el lateral derecho del Madrid de los Ferraris, que alzaría apenas dos años después —o 32 según se mire— la ansiada Copa de Europa bajo el cielo de Amsterdam.
Entonces llegó el invierno y Capello nos trajo a Christian Panucci por Navidad. Banquillo donde se sentaba el general romano, su pretoriano Panucci ocupaba su lateral derecho. “Allá donde va Don Fabio, me lleva”, confesaría el propio Christian tras llegar a la Casa Blanca procedente del Milán. Ojo, el Milán. El italiano, insistimos, el primero en vestir la inmaculada camiseta blanca (sólo le sucedieron Cannavaro y Croissant Cassano), elegante, estirado, bravo, pelazo negro, causó el mismo efecto en las gradas del Bernabéu que el germano maoísta Paul Breitner en los 70 con su melena afro estilo Shaft en plenos años 70 de Jimmy Hendrix.
“Allá donde va Don Fabio, me lleva”, confesaría el propio Panucci tras llegar a la Casa Blanca procedente del Milán
Tan es así que mocitas madrileñas, a la caza de una instantánea más autógrafo del idolotrado Raulito —como entonces nuestra querida galernauta Lucía Corregel— quedaban enamoradas de la fotogenia transalpina y de la media sonrisa tan socarronamente italiana que lucía y luce Panucci y que hoy nos muestra cada jornada Carletto cuando arquea una ceja.
A las pruebas me remito y los objetivos no mienten.
Todos queríamos ser Panucci. Yo, el primero. Claro que para eso lo fundamental es tener pelazo. Lástima que apenas durara tres temporadas corriendo la banda del Bernabéu, aunque, eso sí, nos brindara momentos inolvidables. Muchos recordarán su férrea disposición defensiva, su compromiso táctico y su oficio siciliano en el lateral. Otros, su espectacular vuelo sin motor que hizo que 5 de sus 6 goles como madridista fueran de cabeza, buena cabeza. Aún hoy, con el riego justo en mi cerebelo cuarentón, recuerdo cómo Christian se elevó en Graz para anotar dos testarazos a sendas jugadas a balón parado y noquear al Sturm.
Muchos recordarán su férrea disposición defensiva, su compromiso táctico y su oficio siciliano en el lateral
Sin embargo, la jugada que jamás olvidare de Panucci es otra. Probablemente jamás la veamos en ningún vídeo de highlights, o gilis como decía un antiguo jefe del cretácico superior que tuve. Fue aquella que viví in situ a mis tiernos 18 años en el Amsterdam Arena el día que Manolo Sanchís alzó la Séptima. No fue lo de Ramos, pero también corría el minuto noventaytantos, cuando una tarascada entre el juventino Moreno Torricelli y Davor Suker (creo recordar) provocó una pequeña tangana en el centro del campo. Lo que sucedió después no se vio en televisión.
Christian, disciplinado como buen italiano, observó la trifulca desde su lateral, donde tenía que estar, cuando súbitamente, poseído por el espíritu de Garibaldi, Panucci enloquecido corrió como un poseso hasta el punto exacto de la reyerta. Desde las gradas superiores, el madridismo se temió lo peor: Christian ha cruzado cables y se va a liar a tortazos con media Juve. Panucci llegó a la movida, sí, pero una vez allí apostó por una discreción sotto vocce también puramente italiana. Agarró el balón entre improperios indirectos sin que nadie se diera cuenta de su presencia y pateo el esférico donde Jasón perdió las sandalias. Vaffanculo.
“El Madrid es el Hollywood del fútbol. Salir del Madrid fue la tontería más grande mi carrera”, confesó años después Christian
Calmados los ánimos, la Juve, con falta a favor, se dispuso a continuar el partido y agotar sus últimas opciones en tiempo de descuento. Sólo faltaba un pequeño detalle: la pelota.
Panucci regresaba silbando a su lateral entre la ovación del respetable madridista sin que nadie más se hubiera percatado de la picaresca de Christian.
“El Madrid es el Hollywood del fútbol. Salir del Madrid fue la tontería más grande mi carrera”, confesó años después Christian. Puede que él se fuera, pero Panucci nunca abandonó del todo el corazón de muchos madridistas.
Getty Images.
Índice:
Capítulo 1: Chendo
Capítulo 2: Gabriel Alonso
Capítulo 3: Míchel Salgado
Capítulo 4: Juan José
Capítulo 5: Quique Sánchez Flores
Capítulo 6: Luis Enrique
Panucci, siempre en mi equipo. Ojalá podamos leer una entrevista suya en esta casa de madridistas. La necesito porque recuerdo que leí una suya cuando militaba en el equipo y uno de los titulares es que coleccionaba sombreros. Por favor, Galerna, pregúntenle si aquello era cierto y si sigue siendo así. No es lo mismo el que se pone sombrero por necesidad, que quien lo hace por gusto y el bueno de Christian es de los segundos.
Lo de los sombreros lo desconozco, pero como anécdota curiosa decir que en un viaje a Italia volvió cargado con un par de zapatos (italianos, claro) para regalar a todos y cada uno de sus compañeros.
Así era Panucci.
Me parecio el mejor lateral derecho que he visto para el Madrid. Recuerdo varias cosas de su fichaje. Debuta en el Atletico de Madrid-Real Madrid, y en la primera parte, con los colchoneros arriba en el marcador el Madrid bota un corner y Panucci entra de cabeza y marca.... cuando estaba celebrandolo anulan el gol creo que por presunta falta que nunca vi...El resto de partido le recuerdo seguro en defensa, todo lo contrario que Carlos Secretario el cual era un colador.
Sin duda un buen fichaje de la mano de Capello (como Illgner creo recordar).
Por cierto, en el artículo se olvida que si bien es cierto que Sacci fue la pesadilla blanca, el Milan de Capello fue la pesadilla del Barcelona de Cruyff, endosandole cuatro goles en la final del 94
Cierto, no me había vuelto a acordar de ese detalle al final del partido en el Amsterdam Arena.
Fue una noche maravillosa e inolvidable a pesar de tener que estar en la pista de Schipol casi tres horas para coger el avión de vuelta. Y eso que fui de los afortunados que durmieron, poco, en Madrid esa misma noche.
Fuiste un suertudo. Yo volvi en autobús...una paliza... Pero quizás el mejor viaje de vuelta de mi vida
Dejar huella en el Real Madrid muy pocos lo consiguen, Panucci si lo consiguió. Fue muy buen fichaje y rindió a tope. El madridismo no lo olvida y él tampoco olvida al Real Madrid.
Yo vive este equipo, terminando mi Universidad. Que grandes momentos y recuerdos, fueron la gran expectativa por los fichajes del Real Madrid para la campaña 1996-1997. En esa temporada inicio la verdadera Liga de las Estrellas, porque el futbol español se fue potenciando con grandes jugadores. El Madrid ficho a Suker, Mijatovic, Roberto Carlos, Seedorf; y antes de iniciar la temporada a Bodo Ilgner para la porteria, dado que Capello queria un arquero de gran estatura (y calidad). La llegada de Panucci en el mercado invernal fue la guinda del pastel y se gano una gran Liga.
Todavia recuerdo el 2 a 0 al Barcelona en Liga, con goles de Suker, Mijatovic. En el futbol español, el Barcelona se trajo a Ronaldo Nazario y hasta un Real Betis a Finidi George que formo parte de ese equipazo que tuve el Ajax en el 95 y 96, solo recordando algunos nombres.
Sobre la Final de Amsterdam, recuerdo que la confrontacion fue entre Torricelli y Fernando Redondo, cuando el italiano pateo el balon contra la cabeza del argentino, estando este en el cesped despues de una falta. Y buen detalle recordar lo que hizo Panucci!
Destaco que la jugada del gol la inicio Panucci con un centro al area, cuyo despeje lo remato Roberto Carlos.
Excelente articulo!!
Saludos, madridistas.