En el Fútbol Club Barcelona, después de una complicada ronda de negociación con los capitanes, los pesos pesados, los pesos medios, los descartes que no querían salir y los que sí querían a pesar de que nadie diera un duro por ellos, ya no quedaban contratos por renegociar. Todos los jugadores del equipo habían aceptado, no sin las lógicas reticencias, extender la duración de sus contratos hasta 2046 y cobrar sus emolumentos de forma escalonada, es decir, empezar con un mínimo (estipulado en unos 900 euros mensuales) e ir aumentando la cuantía en la medida en que el club consiguiese sanear su delicada situación económica. Paralelamente, se habían activado nuevas palancas. La novena, después de un tira y afloja con la “Casa de empeños La Andorrana”, había fracasado. Las ocho anteriores, a saber, la venta de los derechos de televisión, el Barça Studios, Barça Licensing & Merchandising, La Masía, las taquillas personalizadas de los vestuarios, el metal de la sala de trofeos, el cobre del Camp Nou y los calzoncillos usados por Iniesta en el trofeo Joan Gamper de 2010, habían dejado el patrimonio a cero. La suspensión de pagos, la quiebra, revoloteaba como un buitre sobre las oficinas del club.
Laporta, Padremany, Jordi Alba y Umtiti conocían el problema y habían decidido actuar en consecuencia. Los dos primeros acuciados por la preocupación de pagar las nóminas de los jugadores y los dos segundos acuciados por cobrarlas. Su grupo de acción rápida “Más que un club, menos que una palanca” llevaba operando dos meses y ya había recaudado cerca de 47.000 euros. Necesitaban diez veces más, pero era un buen comienzo. Ellos no eran hombres blandengues como los demás, eran los Farys del siglo XXI y estaban dispuestos a salvar al Barcelona de la ruina.
—Sincronicemos nuestros relojes y repasemos el plan —dijo Laporta extendiendo un plano de La Junquera sobre la mesa de su despacho. Son las 22:47. El atraco lo realizaremos, tal como habíamos acordado en nuestra última reunión, hoy, 4 de julio de 2024, a las 2:00 de la madrugada. He marcado en azul la vía de llegada al polígono y en rojo la vía de escape. El objetivo, las 27 tragaperras de la casa de apuestas “Galgo Dorado”, nos reportará, si nuestros cálculos son acertados, entre 7.000 y 10.000 euros. ¿Has traído los pasamontañas, Jordi?
—Sí, aquí están —dijo Jordi Alba extendiéndolos sobre el plano de La Junquera.
—¿Linternas?
—Aquí —contestó Padremany.
—¿Escalera?
—En la Xavineta, arriba, en la baca.
—¿Palancas?
…
—¿Palancas?
…
—Qui collons s'encarregava de les palanques?
—Yo, jefe, yo, las olvidé en el garaje de casa.
—Umtiti, no me jodas, corre, vete a por ellas. Te esperamos aquí.
Dos horas más tarde llegaron a La Junquera y aparcaron, sin más contratiempos, a pocos metros de la entrada de la casa de apuestas, en la penumbra, lejos de la única farola que alumbraba la desierta calle llena de pabellones y pequeñas fábricas. La persiana metálica del “Galgo Dorado” parecía inexpugnable. Laporta lo sabía, había realizado (disfrazado con una gorra, un buzo de fontanero y un bigote postizo) un exhaustivo trabajo de campo y observación. Conocía los movimientos del personal, los turnos, el recorrido de la patrulla privada que vigilaba el polígono y las horas exactas del día en las que se vaciaban las tragaperras. Lo conocía absolutamente todo, sobre todo la ubicación en un ángulo del pabellón, justo detrás de las tintineantes máquinas, de aquellas escalerillas de madera que iban a la pequeña habitación del altillo….
—Coged el material y seguidme. Poneos los pasamontañas.
Laporta llegó a la puerta metálica, siguió caminando hasta la esquina del pabellón, giró a la izquierda, llegó al final de la estrecha acera que rodeaba el local, volvió a girar a la izquierda y levantó la vista. Allí estaba, a unos dos metros y medio de altura, protegida por una pequeña reja metálica. Era la ventana del cuarto de conteo, el del altillo, la única entrada al paraíso.
—Tenemos 45 minutos hasta que pasen los vigilantes. Sigamos el plan trazado y todo saldrá bien, la escalera, rápido…
La escalera…
…
La mare que us va parir, em matareu a disgustos, qui collons s'encarrega de l’escala?
—Perdón, jefe, está en la Xavineta, con los nervios la he olvidado.
—Joder, Jordi, vete a por ella, cagabandúrries.
Cinco minutos más tarde…
—Padremany, Umtiti, sujetadla bien contra la pared y el suelo, que no resbale. No hagáis ruido. Jordi, tú primero, sube, ya sabes lo que tienes que hacer.
Jordi subió la escalera con agilidad, sacó la palanca y la introdujo en el hueco entre la reja y la pared. Tiró con fuerza… tiró de nuevo… nada, la reja no cedía. Cambió de posición la palanca… imposible, no había manera, estaba completamente incrustada en el cemento. Se secó el sudor que le perlaba la frente. Suspiró.
—Jefe, que no puedo, ni se mueve.
—¡Cómo que no se mueve! Prueba de nuevo, tira más fuerte.
Volvió a cambiar de posición la palanca, esta vez la colocó en la parte superior de la reja. A la fuerza del tirón sumaría el peso de su cuerpo. A la una, a las dos y a las…
CRAAAAAAAAACK
Umtiti y Padremany, ágiles como ardillas, escucharon el estruendo, soltaron la escalera y saltaron hacia los costados. Laporta, de espaldas a la escalera, concentrado en la hora de su reloj y en la vigilancia, no advirtió lo que se le venía encima: a Jordi Alba, que se precipitó como un fardo sobre su hombro izquierdo, golpeándose los testículos mientras se desgañitaba de dolor, y a la pesada reja que se había desgajado de la pared y se estampaba contra su espalda.
—AAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYYYYYAAAAAAAAAAAA
Los dos gritos se mezclaron en un largo y sostenido aullido. Jordi Alba, rodando por el suelo, acostumbrado a la simulación de sus caídas, levantaba la mano pidiendo la tarjeta al árbitro.
—Es roja, es roja —gritaba con las manos en la entrepierna y lágrimas en los ojos.
—CAP DE SURO, PALLÚS, INÚTILES, QUE SOIS TODOS UNOS INÚTILES. EM CAGO A LA MEVA VIDA.
DADADADADADADA
Un diploma, una foto de boda y un par de pósteres de Sabrina Salerno completaban la exigua decoración
El eco de los improperios de Laporta creció y creció rebotando contra todos los pabellones del polígono. Recuperarse del golpe les llevó diez minutos largos. Laporta, muy dolorido, pero con el objetivo todavía en su cabeza, calculó que a la patrulla, que se encargaba de la vigilancia de varios polígonos, le quedaba unos 25 minutos para llegar hasta su altura.
—A veure, sómines, nos quedan 25 minutos. Si nos damos prisa lo podemos conseguir. Todos arriba. ¡YA!
El primero en entrar fue Jordi Alba. Tenía los testículos inflamados, le costaba caminar y subir aquella escalera fue un suplicio. Se encaramó a la pequeña ventana, pasó su cuerpo con cierta dificultad (el dolor le restaba agilidad) y esperó dentro, en la oscuridad de una angosta habitación, de rodillas, la posición que más le aliviaba. El siguiente en entrar fue Umtiti, luego Padremany y por último Laporta, que se quedó atascado y tuvo que ser ayudado por el resto desde dentro.
—Tirad, joder, tirad, me estáis matando, cabrones.
Encendieron las linternas, estaban los cuatro acurrucados en el suelo, justo debajo de la ventana. Los halos de luz iluminaron una mesa metálica con un ordenador, varios archivadores alineados contra la pared y una silla ergonómica con el cavallino rampante de Ferrari. Un diploma, una foto de boda y un par de pósteres de Sabrina Salerno completaban la exigua decoración.
—Al turrón, señores, cojamos las palancas y descerrajemos las tragaperras. El futuro del Barcelona está, nunca mejor dicho, en nuestras manos.
Laporta abrió la puerta de la habitación e iluminó con su linterna la escalerilla que conducía al piso inferior. Bajó con cuidado, la noche se había torcido y no quería más tropiezos. Todos, menos Umtiti, que había olvidado su palanca y sin decir nada corrió de vuelta hacia la ventanilla para ir a buscarla, empezaron a seguirle. Las tragaperras esperaban.
—Padremany, tú las de la izquierda, Jordi, las de la derecha, Umtiti, tú conmigo… ¿Umtiti? ¿Umtiti? Em matareu a disgustos.
Todavía no habían llegado al piso inferior cuando oyeron el ruido del coche, un fuerte acelerón que se coló en el silencio de la noche un segundo antes de que la puerta metálica se doblase, se abriese en dos como un telón y saltase por los aires. El alunizaje del todoterreno, además de la puerta, se llevó por delante varias máquinas tragaperras que volaron varios metros, se estrellaron contra el suelo y expandieron cientos de brillantes monedas.
—Cholo, las palancas, deprisa —gritó Cerezo saltando del Jeep.
Laporta tardó varios segundos en reponerse de la sorpresa. Cuando vio a Cerezo reventando una de las tragaperras se dio cuenta de que el negocio peligraba.
—Cerezo, ¿qué haces aquí?
—Coño, Laporta, pareces bobo, a ver si te crees que el único que tiene el club en la últimas eres tú. ¿Nos repartimos las tragaperras?
—I una merda! Això és nostre!
—La concha de tu madre, Laporta, pelotudo. Me deben siete pagas. Te reviento —dijo el Cholo mientras blandía la palanca en el aire.
—A mí me deben dos temporadas —gritó Umtiti, uniéndose al grupo, desde el alto de la escalerilla.
—Y a mí cuatro —dijo Alba-. Esto nos pertenece, ya os estáis largando.
—Salame, forro, andate a la poronga.
—Negociemos, es mejor negociar. Somos equipos hermanos. Podemos activar una nueva palanca para conse…
—Cállate, Padremany, no hay nada que negociar, las tragaperras son nuestras.
—Forro, pitocorto, bolsa de cuernos, andate a la recalcada concha de tu hermana.
La Guardia Civil, alertada por la patrulla de vigilancia, llegó al “Galgo Dorado” en plena trifulca. Umtiti, que todavía seguía en el altillo, consiguió escapar, a duras penas, por la escalera. Bajó resbalando, cayó al suelo, se levantó y se confundió con la noche. El resto fue esposado y conducido al calabozo del cuartel.
Al día siguiente, Marca, As, Mundo Deportivo y Sport destacaron la noticia en sus portadas.
¡JOAN LAPORTA Y ENRIQUE CEREZO DETENIDOS POR INTENTAR ACTIVAR UNA NUEVA PALANCA!
El escándalo duró unas 48 horas.
—¿Ousmane?
—Soy Samuel.
—¿Samuel?
—Sí, Umtiti, tu compañero.
—Ah, dime, dime.
—Oye, entre nosotros, ¿a ti también te deben dinero?
—Sí, claro.
—Mira, es que estoy haciendo un grupo…
Getty Images
Ay qué bueno, que me partooooo!
Lo que me he podido reír!
Enhorabuena Fred Gwynne! Por cosas así merece la pena leer La Galerna
Don Fred, otra vez superándose! ... que imaginación para graficar, muy jocosamente, lo que se les viene a los amics y a los intensos.. chapeau!..Un abrazo a todos y Hala Madrid!
Si te sale un buen director y se anima Torrente...
Estaba escuchando, embelesado, el Canon in D Major de Pachelbel, He llorado emocionado por el recuerdo evocado. Sin embargo, sabía que Fred Gwynne había escrito algo nuevo. Y, mientras seguía escuchando la estupenda pieza de marras en sus distintas interpretaciones , he iniciado la lectura correspondiente. Un maridaje apropiado para la ocasión. He de decir que , llegado el punto de la caída de gordi calva , he prorrumpido en unas carcajadas que se han ido repitiendo espaciadamente y prolongado en el tiempo. El llanto ha dado paso a la risa. La magia del arte, la magia de las emociones.
https://www.youtube.com/watch?v=NlprozGcs80
Ai, mare, quant he rigut!
Madre mía, una plantilla con casi 40 jugadores, que al final no se va a ir ni Pianoman (Pjanic para los amigos)... no sé como van a pagar todas las nóminas de los jugadores porque por mucha palanca que tengan al final tendrán que tener un tope salarial, y de momento lo superan por muy mucho.
Además, todo esto ahora es muy bonito pero a ver qué pasa cuando Dembolo lleve 3 partidos sin jugar, o Ferran Torres, y los que no juegan empiecen a poner caritas... ah no que estos debates solo son para el Madrid, el Madrid es el único sitio donde los jugadores ponen caritas cuando les sustituyen o dejan de jugar 2 partidos seguidos...
7.
(Muchas gracias a todos por vuestros amables comentarios).