En 2004, y tras estar funcionando 41 años, desde 1963, desapareció la antigua y entrañable Ciudad Deportiva del Real Madrid. Hoy en día, como bien sabemos, ha cambiado el paisaje urbanístico de la ciudad de Madrid con las célebres “4 Torres” que se erigen, esbeltas, al lado del Hospital Universitario de La Paz. Recuerdo que, de niño, me impresionaba mucho la mole acristalada de tonos grisáceos del hospital, que sigue siendo, por ejemplo, la mayor maternidad de la capital. Actualmente, La Paz es un edificio de apenas 20 pisos que parece indefenso ante los 4 colosos vecinos, que algunos, jocosamente, han bautizado con los nombres de “las torres Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham”.
En 1963, Don Santiago Bernabéu quiso ser pionero, como ya lo fue con la construcción de un megaestadio en 1947, al crear la primera ciudad deportiva de un club europeo, unos meses antes que Milanello, por ejemplo. Eran momentos de cierta decadencia del gran equipo conquistador de Europa de finales de los años 50, que acababa de ver sus primeras eliminaciones en la competición reina, y que había tenido que vender recientemente a la Juventus a su joven estrella sevillana, Luis del Sol. No importaba el momento, ya que Don Santiago lo tenía claro: en su legado tenía que hacernos herederos a todos los madridistas de una excepcional ciudad deportiva, de una auténtica “Fábrica” de talentos de cara al futuro. Como bien dijo Florentino Pérez al inaugurar la Ciudad Real Madrid en Valdebebas, nada hubiera sido posible sin esa excepcional visión de futuro que tuvo nuestro profeta al inaugurar una mina de diamantes, que sigue dando sus frutos a día de hoy. Aquellos terrenos adquiridos en lo que entonces eran las afueras de Madrid, cerca del pueblo de Fuencarral, acabaron por ser oro puro y un barrio bastante cotizado de la capital, cerca de la colonia Mirasierra y de lo que luego sería la Ciudad de los Periodistas.
Se puso la primera piedra cuando aún estaba en el equipo Alfredo Di Stéfano, en una época en la que el Madrid seguía ganando fácilmente ligas y ya no ganaba copas de Europa. Pero lo más importante es que se plantó una semilla que hoy en día, más de 50 años después, sigue dando réditos al club, como si fuese el maná que siguió enviando Dios a los israelitas, cada día, durante 40 años, mientras éstos deambulaban por el desierto. El maná de Don Santiago – y que no se me tome por blasfemo - lleva cayendo sobre el Real Madrid más de 55 años seguidos.
Una vez construida la Ciudad Deportiva propiamente dicha, con campos de entrenamiento, gimnasios y vestuarios, se rodeó aquello de un club social para que lo pudiesen disfrutar todos sus socios.
De niño, junto con mi madre y mis hermanos, íbamos más a menudo a la piscina que había en el estadio Santiago Bernabéu antes que a las piscinas olímpicas de la Ciudad Deportiva. La razón fundamental es que en los primeros años 70, y viviendo como vivíamos junto a la Plaza de Roma - hoy Manuel Becerra -, para una madre con 4 niños pequeños ir hasta la Ciudad Deportiva era una auténtica expedición con bolsas, piscolabis y bañadores de recambio. Algo más adelante, a finales de los 70, ya pude ir por mi cuenta y con mis amigos hasta las piscinas de la CD, en metro hasta Plaza de Castilla y luego una caminata de 20 minutos. O bien en el autobús de la línea 27, aquel que era doble y articulado, por la alta ocupación de la línea, y lo cogíamos en Colón y nos dejaba también en la Plaza de Castilla.
Las piscinas olímpicas eran maravillosas, sin dudas las mejores de Madrid. Solo para socios e invitados de socios (previo pago, obviamente). La principal, con unos altísimos trampolines olímpicos, en los que se lucían los más osados, era espectacular. En los días fuertes de calor de finales de junio o del mes de julio, el recinto estaba abarrotado, pese a lo grande que era, y había que hacer cola para comprar un refresco o un bocadillo de tortilla, que luego comíamos en las nunerosas praderas que rodeaban las piscinas. También había zonas de juego para los más pequeños, con toboganes y columpios.
Al otro lado del pabellón - del que hablaremos en otra entrega de estos paisajes - se encontraba la entrada del Club de Tenis, más selectivo, y en el que los socios de a pie no podíamos entrar, ya que había que ser socio del club de tenis, además de socio del Real Madrid. Recuerdo que entré allí un par de veces, la primera de ellas para la celebración de la comunión de mi amigo Pablo. El club social era el tipo club de golf inglés, bastante elegante y, desde los salones, pude ver las célebres pistas de tierra batida en las que había entrenado el gran Manolo Santana, que, como es bien sabido, llegó a proclamarse ganador de Wimbledon en 1966 luciendo el escudo de nuestro amado club. También había salas de estar, con mullidos butacones, y muchas vitrinas con trofeos múltiples de variados deportes: rugby, balonmano, tenis de mesa, atletismo, fruto de las diferentes secciones del club. Recuerdo haber visto un trofeo de ajedrez con una foto adjunta dedicada del que fuera niño prodigio, “Arturito” Pomar, estandarte de una sección también exitosa, siendo por ejemplo el capitán de un equipo que fue 5 veces campeón de España. Igualmente, había salas para practicar tenis de mesa y billar, en las de billar se veía hombres únicamente, en mangas de camisa pero encorbatados y fumando puros habanos mientras ponían tiza a sus tacos.
En los años 70 y hasta bien entrados los años 80, todos los socios podíamos acceder a los campos de entrenamiento del primer equipo e incluso asistir como espectadores a los entrenamientos. Recuerdo haber presenciado - haciendo novillos en la Facultad de Económicas en Somosaguas - varios de ellos, con Vujadin Boskov y su temible preparador físico, Miroslav Vorgic, heredero de los métodos de Félix Radisic, el ayudante del gran Milan Miljanic. Había bastantes ociosos en las gradas, algunos de los cuales se permitían el lujo de silbar e incluso abroncar a los que habían estado flojos el domingo anterior. O a los que les viniera en gana. Lamentablemente, esa nefasta práctica de meterse con nuestros propios jugadores viene de muy antiguo. Vorgic hacía dar vueltas y más vueltas a las pistas de atletismo a los Santillana, Guerini, Juanito, Del Bosque, Camacho y Cunningham de turno, que a veces coincidían en la pista con los atletas de la sección de atletismo, como los fondistas Juan Hidalgo y Fernando Cerrada, éste último ganador de una emocionante San Silvestre Madrileña batiendo nada menos que al gran Mariano Haro. Una vez, tuve la suerte de poder ver entrenar al gran José Luis González, olímpico y subcampeón mundial de 1500 metros lisos y capitán del equipo de atletismo del Real Madrid en 1986.
Todo era más cercano que hoy en día, también de vez en cuando se veía dar vueltas a la pista de ceniza a los componentes de baloncesto y de voleibol, ambas secciones muy exitosas.
El campo principal era donde jugaba los domingos por la mañana como local el Castilla, recuerdo haber visto notables goleadas como al Tudelano con 5 o 6 goles de Pepe Mel, y partidazos contra el Sanse, el Bilbao Athletic, el Sestao, el Logroñés o el Atlético Madrileño, con actuaciones imponentes de Cidón, Paco Pineda, Casimiro, Ricardo Gallego, Bernal o el guardameta Agustín. Por ahí pasaron las célebres quintas como la que llegó a la final de la Copa del Rey de 1980 o la que conquistó el campeonato de Segunda División en 1984, la del Buitre. Bien es cierto que, en partidos importantes, aquellos equipos tuvieron el honor de jugar muchas veces en el Santiago Bernabéu, llegando a llenarlo varias veces.
Casi pegado al Hospital de La Paz se erigía el Pabellón de Hielo, el único que había por entonces en toda la provincia de Madrid - años después se abrieron los de Majadahonda y Boadilla, y mucho más tarde el Palacio de Hielo de la calle Silvano - en la que todos los chavales íbamos allí un poco a hacer el ganso y un mucho por ver patinar a las chicas. Recuerdo haberme puesto por primera - y última - vez los patines con cuchillas y tras apenas dos minutos de haber mantenido la verticalidad, caerme y casi partirme todos los dientes y salir de la pista con un terrible dolor de mandíbula, la verdad es que mi carrera de patinador fue más que efímera, a la par que vergonzante. No recuerdo que el pabellón se utilizara para hacer competiciones ni creo que el club abriese una sección de hockey sobre hielo (como si la tuvo de hockey sobre patines en su momento), aunque sí a veces se entrenaban algunos patinadores de alto nivel.
En los últimos tiempos de la Ciudad Deportiva, ya con las piscinas cerradas e inutilizables, el Real Madrid alquilaba a las empresas la posibilidad de jugar partidillos en algunos de los campos de entrenamiento, pudiendo utilizar los ya vetustos vestuarios y duchas de los equipos de categorías inferiores. He de decir que en uno de dichos partidillos tuve la ocasión de marcar un par de goles – están perfectamente documentados en vídeo – y así poder presumir de haber goleado en las instalaciones del Real Madrid, y, encima, a costa de un guardameta cliente que, además, era un ferviente culé.
En el próximo capítulo de esta serie, hablaremos en profundidad de una gran joya de la Ciudad Deportiva: su mítico Pabellón, inaugurado en 1966.
Capítulo 1: El Palacio de los Deportes de Madrid
Capítulo 2: La antigua Ciudad Deportiva
Capítulo 3: El pabellón Raimundo Saporta
Capítulo 4: Estadio Santiago Bernabéu (1ª parte)
Capítulo 5: Estadio Santiago Bernabéu (2ª parte)
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Se agradecen estos escritos con mirada retrospectiva . Desde una nostalgia bien colocada a una voluntad de analizar el presente partiendo desde el pasado, además de la curiosidad por tiempos anteriores, es lo que he sentido al leer estas interesantes líneas.
Hola Athos.
Me he emocionado al ver la imagen de las piscinas y acabas de sacar una sonrisa nostálgica de ni niñez. Que maravillosos veranos pasé en esas piscinas,escuchando los Tours de Indurain, pasábamos todo el día allí, y al salir, nos íbamos a ver los entrenamientos del primer equipo; les esperábamos a que acabasen de entrenar, les acompañábamos hasta sus coches para que nos dieran una postal con su firma, y nos íbamos a casa tan contentos...igualito que ahora.... en fin, las cosas cambian......esos recuerdos nuestros hijos no los tendrán y son los que te hacen sentirte fiel al Club
Muchas gracias.
Muchas gracias, amigo Fernando.
Muy bonito. Tengo muchos preciosos recuerdos de mi juventud guardados bajo las 4 torres. Además, yo vivía en el Paseo de la Castellana, cerca de la Plaza de Castilla, con lo que iba andando tanto al Bernabéu como al Pabellón a ver al equipo de baloncesto o a alguno de los gloriosos conciertos que allí se celebraban y de los que espero que te acuerdes en la próxima entrega. Lou Reed en 1975, Genesis, Doctor Feelgood, Thin Lizzy, The Clash...qué tiempos.
Sólo un apunte: las semillas se siembran, no se plantan.
Un abrazo nostálgico
Tomo nota sobre lo de las semillas, demuestra mi total incultura sobre botánica y sembrados. Algo hablaré de los conciertos, por supuesto, aunque me centraré en las hazañas deportivas, amigo Idoru.
Unas cuantas veces he ido a patinar a esa pista de hielo hace ya más de 35 años. La verdad que todas las instalaciones eran un lujo en aquellos años.
Yo también recuerdo la pista de hielo con gran cariño. Allí aprendí a patinar y pasaba muchos fines de semana practicando mi deporte favorito. Las piscinas eran el gran alivio de muchos madrileños madridistas en los calurosos meses de verano. Gran artículo.
Muchas gracias, Fátima. Yo en la pista de hielo fui un patoso total.
En valdebebas se tenia que haber construido el nuevo Santiago Bernabeu en vez de remodelar el actual por poco dinero mas, ahora que no hay vecinos tocapelotas que te paran las obras por un azulejo mal colocado, un estadio para mas de 100.000 espectadores y todo lo moderno que se quisiera ya que no habria ningun problema y ya se que esta alejado como lo estaba el Santiago Bernabeu en su dia de construcción
Aquel Real Madrid no era tan supermillonario como lo es el de ahora, sin embargo dedicaba parte de su patrimonio a sus afionados, socios y abonados. Y que estos pudieran disfrutar su tiempo de ocio en familia en estas instalaciones. Que curioso que hoy en dia con mas recursos se le de la espalda a toda la gente que hizo de este club algo grande. A su identidad y a su esencia. Da pena, la verdad...
AthosDumasE, yo únicamente iba de vez en cuando con las compis del cole a la pista de hielo, aunque no aprendí a patinar bien. Lo máximo que conseguí fue no caerme tan a menudo, jejeje. Quería agradecer tu publicación y preguntarte si recuerdas si había un Auditorio. Es que estoy convencida de que allí vi "La misa campesina" de Carlos Mejía Godoy alrededor de 1979, pero no encuentro ninguna información al respecto por internet. Ojalá veas mi comentario. Gracias y un saludo.
Tengo ya 67 añitos y todavía tengo los patines de hockey sobre hielo que me compraron mis padres cuando tenía 15 años.
Iba todos los fines de semana a las dos sesiones de patinaje, sábados por la tarde y noche y domingos por la tarde. De hecho yo era uno de los que ayudaba al monitor (se llamaba como yo Manuel y estaba estudiando para policía armada) a sacar a la gente de la pista de hielo para que pasará la maquina....Yo quería mucho a un señor ya mayor que se llamaba Muñoz y que estaba ea los vestuarios donde dejábamos los zapatos y abrigos...un gran tipo....
La verdad es que ligabamos mucho en la pista de hielo...yo patinaba bastante bien...en fin otros tiempos!!