Os presentamos uno de los cuentos finalistas de nuestro IV Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad. El ganador se dará a conocer mañana, día 24 de diciembre, a primera hora de la mañana.
Tap, tap, tap, ¡TAP!, sonaba el cuchillo sobre el tajo.
Tap, tap, ¡TAP!
Las manos expertas de Domingo iban acumulando las costillas en un lado mientras cortaba el resto. De un golpe seco cortaba las costillas como si fueran mantequilla.
-¿Qué más le pongo, doña Carmen?
-Mira, me vas a poner un solomillo. Pero cortado en rodajas como de un dedo y medio, ya sabes, para la comida de Navidad, para hacer así en la plancha, vuelta y vuelta.
-Como más rico está, señora. Además, le voy a poner éste que me ha llegado hoy, que es de ternera del Valle de Esla.
Domingo guiñó un ojo a doña Carmen, que sonrió complacida.
-¿Qué más cositas?- repitió Domingo como un autómata pero sin dejar de sonreír.
-Nada más, hijo, creo que ya tengo todo. De todas maneras abrís mañana, ¿verdad?
-Mañana abrimos hasta las ocho, por ser Nochebuena. No se preocupe que nosotros siempre estamos aquí, al pie del cañón- dijo mientras le entregaba los paquetes de carne.
-Muy bien, Domingo, cariño. Pero por si no vengo mañana, te deseo una feliz Navidad. ¿La pasas con la familia?- le interpeló doña Carmen.
-Sí, señora, con la familia, aunque mis hijos andan por ahí de Erasmus y este año no les veo. Ya sabe, la juventud.
Intercambiaron otro feliz Navidad y Domingo se quedó en el mostrador, limpiando los restos de lo que había cortado. Tenía tantas cosas que hacer que no sabía por qué tarea empezar, todo eran pedidos y prisas.
La familia, pensó. Le había dicho a doña Carmen una verdad a medias, casi una mentira completa. Desde el divorcio, hace dos años, sus hijos prácticamente no le hablaban. No creía que su ex mujer hubiera malmetido contra él pero, la verdad, casi no tenían contacto. Y cuando lo tenían no era un momento agradable, solían pedirle dinero. Sí, estaban estudiando fuera, pero volvían a casa por Navidad y no pensaba verlos.
Su mujer se fue, según ella harta de “hacer todas las cosas sola”. Él no entendía cómo había podido pasar. Trabajaba mucho, sí, pero para la familia. Todo lo había hecho para la familia.
¡Ah!, pero este trabajo.
Ya no se acordaba de los días divertidos en la carnicería. Ahora todo eran jornadas extenuantes. Y festivos, sobre todo los festivos. Quizá empezó a distanciarse de Elo cuando le ofrecieron ser jefe de sección: más trabajo, ningún domingo ni festivo libre, pero más dinero. A lo mejor no habría hecho falta más dinero, pero sin saber cómo se había metido en esa dinámica, y cada vez que ella le hacía reproches él se enfadaba. Después de la bronca no se arreglaba nada, sólo había más rencor. Y cada vez se hablaban menos. Y dejaron de mirarse. Sin más.
-¿Está mi pedido? – interrumpió un cliente.
-Sí, don Paco, aquí está. Una entraña y dos kilos de entrecot recién cortado- dijo Domingo mientras le alargaba la bolsa-. Que disfruten mañana y ¡felices fiestas!
-Igualmente, Domingo, hasta luego.
Volvió a hilar su pensamiento mientras deshuesaba una canal de vaca. Sí, desde que se separó se había acercado más a su hermano. Sin embargo después murió su padre y simplemente se vieron menos, no sabía por qué, como si un hilo invisible que los unía se hubiera roto. Ahora no le salía llamarle y él tampoco le llamaba. Tampoco tenía tiempo.
Tenía la sensación de que nunca tenía tiempo.
Siguió dando vueltas a su suerte hasta la hora del cierre mientras recogía y limpiaba la sección de carnicería.
Al acabar la jornada, como de costumbre, aprovechó su descuento del 15% para empleados para comprarse un pack de seis latas de cerveza. Era su cena desde hacía unos meses. Tirarse en el sofá y beberse todas, quedarse dormido allí mismo vencido por el cansancio. Así eran casi todos los días.
Sabía que no estaba bien, sabía que tenía que hacer algo, pero no sabía qué hacer, como si estuviera atrapado en una rueda de esas de hámster. Decidió dejar el auto-psicoanálisis para mañana, estaba cansado.
Se sentó en el sofá una vez llegó a casa, ahora siempre silenciosa. Lo odiaba. Hasta le hubiera gustado que Manuel y Elena se pelearan a gritos por cualquier chorrada. Ya no había gritos en esa casa, ya no había nada, sólo Domingo sentado en el sofá.
Encendió la tele, se puso a hacer zapping, a veces sólo daba vueltas sin fin al dial hasta que se cansaba de no ver nada concreto. Si al menos hubiera fútbol. Que hubiera fútbol era que jugara el Madrid, claro, así lo veía él.
Fue a la nevera a por otra cerveza, la tele estaba alta. Dudaba si poner una película o alguna serie.
Había parado en Real Madrid Televisión antes de levantarse y escuchó aquello que ocurrió en la remontada al City: ese grito de ¡6 minutos de descuento! tras el gol de Rodrygo. A veces caía en uno de esos resúmenes de grandes momentos madridistas y no podía dejar de verlo hasta que acababa: se le llenaban los ojos de lágrimas otra vez.
Recordó cuando quedó con su hermano Rafa y con su hijo mayor en El Escudo, el mejor bar del barrio, para ver las semifinales de Champions. Allí vieron aquella remontada histórica. Recordó la adrenalina del empate en el minuto 89, cómo se abrazaron con el primer gol de Rodry y cómo no les dio tiempo ni a dejar de celebrarlo cuando marcó el segundo. Ahí ya sabían que el Madrid pasaba a la final, qué alegría más grande fue. El Madrid es lo más grande, pensó. Siempre le hacía sonreír.
Entonces, presa de un arrebato de alegría, cogió el iphone y preguntó:
“Siri, ¿cuándo juega el Real Madrid?”
Siri le contestó con su tonito habitual: El Real Madrid se enfrenta al Mallorca el 3 de enero de 2024 en el estadio Santiago Bernabéu, a las 19:15 PM.
Sin soltar el móvil buscó a su hermano entre los contactos y llamó:
- Oye Rafa, qué tal, ¿cómo estás? ¿Quedamos el día 3 para ver al Madrid?
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Efectivamente, la mejor ternera de España es la del valle del Esla.
Muy buen relato, enhorabuena.
Muy bonito Feliz Navidad y mucha suerte❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️
Muy bonito relato. Muchas gracias por la reflexión!
9,90. Enhorabuena por tu cuento.
¡Feliz Navidad, queridos madridistas galernautas!