Quien juegue siempre bien ya puede ir levantando el brazo cuando pasen lista, porque no conozco tal cosa más allá de cierto tiempo, y la victoria en Vitoria debe dejar contento al aficionado, salvo si pertenece al grupo de gente que aparenta interesarse por el balompié pero en realidad quiere ver humillado a uno y exaltado a otro, y se pasa la retransmisión ignorando cualquier cosa no reconducible al fanatismo.
Para quienes lo presencian como una variación enérgica del ballet, colmada de lances memorables, este Madrid no ha dejado de ser el que sorprendió sacando el balón desde atrás con primor, sabiendo atacar en estático, tras décadas de jugar al contraataque, apoyándose en la potencia atlética de algunos puntas. Así juega ahora unas veces tan solo, demostrando más capacidad adaptativa que nunca, y el problema se reduce a un bucle de malos controles, pases desmedidos y fallos parejos que minan la confianza inmediata y convierten lo difícil en imposible, mientras van sucediéndose las ocasiones de gol marrado.
Esas fluctuaciones son tan interminables como de obligada rectificación día por día, pues para eso cobran estos señores; pero suelen jugar bien, y con el recto espíritu de ir siempre a ganar ampliando el marcador en vez de conservarlo, como ocurría sin ir más lejos con Mourinho. Su armario guardaba también sorpresas como Ceballos, un genio del amago, a quien esperan quizá logros como el ya extraordinario de ganar el partido el día de su primera titularidad. Achraf no tardará en asomarse por la banda derecha –dando una pausa al enervado Carvajal-, y Cristiano no debería enfurecerse ni con el fario de sus chilenas ni con algún bote inoportuno, porque nos dejó embelesados con el regate hacia dentro terminado en obús al palo, todo ello con la pierna menos hábil.
Será bien interesante el próximo partido.
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