No os preocupéis, es normal que resulte chocante, pero no os precipitéis y no rasguéis vuestras vestiduras con el logo de los Stones serigrafiado. Espero que, al terminar de leer esto, el hecho de que el Barcelona aka Negreira. F.C. lleve en su pecho el mítico logo de sus Satánicas Majestades os resulte risible e incluso enternecedor.
El gran Jesús Bengoechea, que me hace la gracia de permitirme escribir en la Galerna, redactó un artículo impecable en el que expresaba su malestar por esta circunstancia. No menos atinados fueron los argumentos que empleó, pero nadie es perfecto, ni siquiera él; perdió de vista un aspecto que da la vuelta a toda su exposición. Esto es que los Stones, capitaneados por Jagger y, sobre todo, Keith Richards, Keef para los amigos, se descojonan de absolutamente todo, ellos mismos incluidos. Reírse de uno mismo es un síntoma inequívoco de inteligencia y nadie medianamente inteligente puede ser del Barça, ergo colegimos, sin miedo a equivocarnos, que los Rolling Stones son del Real Madrid.
La banda que nos ocupa lleva más de 60 años de trayectoria y apuesto mi Telecaster, encordada y afinada a imagen y semejanza de la Micawber de Keef, a que ni ellos mismos se creen no ya mantenerse tanto tiempo como una de las cinco mejores bandas de rock de la historia, sino simplemente seguir vivos, aunque algunos se quedaran en el camino, como Brian Jones, el casi Stone de pleno derecho Bobby Keys o el llorado Charlie Watts. Están en una posición en la que ya sólo les queda reírse de su posición y caricaturizar su estatus cuasi divino a base de exagerarlo, y a fe que lo han hecho. El Real Madrid, con la Décimocuarta, llevó al paroxismo el nunca rendirse, el “Hasta el final, vamos, Real”, el miedo escénico, las remontadas... Cada gol en esas eliminatorias fue otro Brown Sugar, otro Gimme Shelter, otro Jumpin' Jack Flash, otro bocado, o mejor aún, lametón, a la Historia.
Entrando en el terreno de lo concreto, los Stones tienen experiencia en eso de escandalizar y escarnecer a buenistas, bienpensantes y amantes de lo políticamente correcto. Anécdotas antológicas no faltan, desde la manera de Keith Richards de gestionar las cenizas de su padre hasta las diálisis a las que se sometían en Suiza para eliminar restos de sustancias cuya enumeración no viene al caso por extensa, pues en Canadá no se les permitía la entrada con droga en sus cuerpos, estando las autoridades competentes dispuestas a hacerles los análisis que fueran necesarios y expulsarlos del país en caso de encontrar la mínima traza de algo que considerasen non santo.
Todas las complicaciones relatadas vienen de su anterior gira por Canadá, donde Richards parece que dio lo mejor de sí mismo. No obstante lo anterior, fue en Nueva York donde se tomó la imagen que considero que ilustra de manera más certera todo lo aseverado en este escrito. Bajo el cartel que pide paciencia a los que estén en la cola en la que se registran los equipajes de los viajeros, indicando que esa espera es por un bien superior, en este caso una América sin drogas, Keith Richards yace semi inconsciente. Desconozco qué sustancias, o más bien la ausencia de qué químico, causaba ese más que palmario malestar en el bueno de Keef, pero la foto es brillante. Es otro dedo medio alzado a la autoridad, otra carcajada burlona en la cara del buenismo, en definitiva, otro logo de los Stones en la camiseta del equipo que, por falta de autenticidad, por falsa grandeza y por cursilería es el menos Stone de la historia. ¿Quién si no iba a contar lo que cuentan cuando conocieron a Police?
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Grandioso. El artículo, quiero decir. Mientras muchos nos quedamos en la superficie, don Nanook se reviste del espíritu Stone y nos da una visión sin duda más acertada. Porque como muchos sostenemos, Sus Satánicas Majestades -como todos los grandes- son madridistas incluso aunque muchos no lo sepan.