A propósito del 90 cumpleaños del actor, director, productor y músico Clint Eastwood, a continuación una pequeña reflexión acerca del carácter madridista de su gran obra maestra: “Sin Perdón”.
Lo voy a decir cuanto antes: 1992 fue el mejor año de la historia del cine. Es una opinión totalmente subjetiva, por supuesto, como todo lo que voy a escribir aquí. Pero se sustenta en algunas razones (y sobre todo en algunos títulos) de peso.
Ese año se estrenó Reservoir Dogs, una película que cambió la narrativa cinematográfica tal y como la conocíamos y alumbró al mayor fenómeno cultural (no solo cinematográfico) de los últimos treinta años, el señor Tarantino.
También se estrenó Algunos hombres buenos, la primera película del guionista que nos reventó a todos la cabeza y que sigue siendo escritor de cabecera para cualquiera que se dedique a esto: Aaron Sorkin. Mítico duelo final entre Jack Nicholson y Tom Cruise, diálogo que se estudia en todas las escuelas de cine.
Por supuesto, ese año se estrenó Leolo. Una película que marcó a toda una generación de cinéfilos y cinéfagos, entre los que me cuento, con su mirada única, melancólica, triste, soñadora y poética. Nunca la imaginación y la locura habían llegado tan lejos de la mano en una película.
Ojo, porque ese mismo año se estrenó El último mohicano, y eso son palabras mayores. Cada año la reviso, y me siguen dejando hipnotizado esos minutos finales en el acantilado con una alegoría sobre el suicidio y la supervivencia nunca antes rodada. Lanzó a Daniel Day Lewis como el mejor actor de nuestra época.
Esto será más controvertido, pero también llegó a las pantallas ese mismo año Instinto Básico, un fenómeno socio-cultural-cinematográfico que convirtió a Sharon Stone y su entrepierna en un icono eterno. Con un Paul Verhoeven en la cumbre de su sabiduría cinematográfica y un Joel Estherzas pionero de los guionistas de raza.
En España, tampoco fue mala cosecha. Con al menos tres películas que pasarán a la Historia: Belle Epoque, del mejor Fernando Trueba, que ganó merecidamente el Óscar y dijo aquel inolvidable “Quisiera creer en dios para darle las gracias, pero solo creo en Billy Wilder”. También se estrenó Jamón, Jamón con Penélope Cruz y Javier Bardem comiéndose la pantalla y avisando de que iban a ser los mejores actores españoles de toda una generación. Y sobre todo El sol del membrillo, elegida por la federación de críticos internacionales una de las cien mejores películas jamás rodadas, en la que el talento de Víctor Erice y del pintor Antonio López explotan y se multiplican, con un resultado que es pura dinamita para el alma, una alegoría sobre la creación y el trabajo como nunca se ha hecho.
Podría seguir, porque también se estrenaron ese año Los amigos de Peter, Juego de Lágrimas, el Drácula de Coppola, El lado oscuro del corazón, Regreso a Howards End, Maridos y mujeres, Glengarry Glen Ross o Un lugar en el mundo. Todas ellas obras maestras.
Pero 1992 fue el año de Unforgiven, aquí estrenada como Sin Perdón. La obra cumbre de Clint Eastwood como director. Y una de sus interpretaciones más sombrías, inolvidables y demoledoras. Nada más salir del cine, tuve la inmediata necesidad de volver a entrar a verla en la siguiente sesión. Para asegurarme de que aquello que había visto era real.
Era el final del verano, y recuerdo perfectamente el calor que hacía en el exterior del cine Roxy, en la calle Fuencarral. Después de ver en pantalla grande Sin Perdón (dos veces), regresé a casa aturdido y entusiasmado y extasiado y, como siempre que me sucede algo así, me puse a escribir. Ese fue el germen de mi primer guión cinematográfico, pero esa es otra historia.
Si alguien todavía no ha visto Sin Perdón, debería dejar de leer esto y correr a la pantalla más cercana que tenga a mano.
Y si algún madridista de bien no ha tenido el placer de disfrutarla, entonces, amigos, no es obligatorio su visionado, es absolutamente imprescindible. Estoy hablando muy en serio. No hay película más madridista a lo largo de la Historia.
Ahora sí, ahí van:
Once buenas razones por las que SIN PERDÓN es madridista.
Razón número 1. Te da lo que promete. Nada más y nada menos. Cuando se estrenó Sin Perdón, un crítico mencionó la falta de sorpresas como una carencia de la película. Al contrario: es una de sus grandísimas virtudes. No intenta sorprenderte, ni engañarte con fuegos de artificio ni giros de guión tramposos. Te promete una película cruda, directa, violenta, crepuscular, grandiosa. Y es exactamente lo que te da. Los madridistas valoramos mucho eso. No queremos giros inesperados de última hora. Queremos que el Real Madrid despliegue un juego espectacular y que gane y que sea el club más laureado de todos los tiempos. Sin sorpresas.
Razón número 2. Es una película ganadora. Hay otras películas de culto tan buenas como Sin Perdón (no muchas, en realidad). Sin embargo, muy pocas que desde el primer momento fueran un éxito rotundo. Con más de cien millones de euros de recaudación de la época. Y con el Óscar a Mejor Película por bandera. La Champions del cine. Sobre el paralelismo ganador del Real Madrid, es algo tan obvio que poco hay que añadir. Mal que les pese a muchos, por encima de otras muchas, la principal característica del club merengue ha sido y sigue siendo precisamente esa: su voracidad ganadora.
Razón número 3. Los mitos. El Madrid siempre ha sido un club mitómano. Nos gustan los ídolos (y por desgracia a algunos también les gusta derribarlos una vez que se han exprimido). Di Stéfano. Gento. Puskas. Amancio. Pirri. Del Bosque. Santillana. Raúl. Casillas. Zidane. Cristiano. Solo menciono once, pero la lista es muy larga. Ahora veamos los mitos en Sin Perdón: Gene Hackman. Morgan Freeman. Richard Harris. El propio Clint Eastwood. Es difícil, casi imposible, juntar a cuatro más grandes en una misma película. Nos gusta ver a los mejores codo con codo, defendiendo el escudo madridista. Es más, lo necesitamos. Y no hablo solo de los mejores en un momento determinado. Hablo de los mejores de la Historia, con mayúsculas.
Razón número 4. La cantera. Al lado de los fichajes estratosféricos, el Real Madrid siempre se ha caracterizado por potenciar su cantera. Jugadores formados en la casa, completamente desconocidos, que luego dan el salto al primer equipo, o a otros clubes. A todos nos viene a la memoria inmediatamente Míchel, Butragueño, Sanchís, Guti, o más recientemente el pirata Granero, o el gran Carvajal, muchos y muchos nombres inolvidables. Exactamente igual pasa en las películas de Clint Eastwood, y especialmente en Sin Perdón. A diferencia de otros directores, no necesita en absoluto que todos los roles estén interpretados por rostros conocidos. Siempre le da juego a nuevos talentos. Tras los cuatro mitos que he mencionado, ahí están Jaimz Woolwett (al que luego veríamos en infinidad de títulos como Nikita o El fugitivo) la maravillosa y en aquel momento desconocidísima Frances Fisher (después la hemos disfrutado en Titanic o Anatomía de Grey), o la propia Anna Levine (fabulosa en Amor a Quemarropa o hace poco en Bad Boys). La lista es interminable. Por cierto, nótese que todos los títulos en los que han terminado actuando después los “canteranos” de Eastwood son interesantes y muy loables, pero ninguno una obra maestra rotunda como "Sin Perdón". Exactamente lo mismo ocurre con los canteranos del Madrid que viajan defendiendo los colores de otros equipos.
Razón número 5. Soberbia y orgullo. A muchos les molesta ese orgullo madridista. Esas trece Champions, que doblan al siguiente club en títulos. Esa muchas veces mal entendida soberbia. Pero admitámoslo, es una de las características esenciales del Real Madrid. Asumirlo te hace mucho más feliz. Hay motivos de sobra para semejante orgullo. Es lo que le ocurre a “Sin Perdón”. Se trata de una película orgullosa, que se gusta, que da una lección de sabiduría cinematográfica en cada uno de sus planos y diálogos. Pisa fuerte y en todas las secuencias podemos sentir esa seguridad del que sabe que está construyendo algo grandioso. Como dijo Eastwood en una alocución a alumnos de cine de la Universidad del Sur de California: “Para dirigir una película, solo hay una cosa peor que la pretenciosidad. La falsa humildad. Mostremos al mundo nuestro talento y pongámoslo al servicio de la historia que estamos contando”. Pues eso. Leed la última frase de Clint cambiando “historia que estamos contando” por “fútbol que sabemos hacer” y tendremos al Real Madrid.
"Para dirigir una película, solo hay una cosa peor que la pretenciosidad. La falsa humildad. Mostremos al mundo nuestro talento y pongámoslo al servicio de la historia que estamos contando".
Razón número 6. El himno. De nuevo me veo obligado a recordar la subjetividad de todo lo que digo. Señoras y señores, el himno del Real Madrid es el mejor del mundo. Sin ninguna duda. Con el permiso del Liverpool, desde luego. El antiguo himno madridista lo amamos y nos trae recuerdos imborrables. Pero el nuevo, escrito con maestría por el gran Manuel Jabois, es sencillamente perfecto. Emotivo, universal, grandioso (que no grandilocuente), directo, envolvente y original. Otro tanto ocurre con la banda sonora de Sin Perdón. No es lo mejor de la película (como tampoco el himno es lo mejor del Real Madrid), pero es perfecta. Emotiva sin caer en los tópicos del western. Original en su sonoridad y presencia. E incluye la maravillosa canción “de Claudia”, escrita por el propio Eastwood.
Razón número 7. Veteranos que alcanzan la gloria. Veamos un ejemplo: Gene Hackman. Parece que dudó mucho antes de dar el sí a su participación en la película. Era ya un grande del cine cuando finalmente se embarcó a las órdenes del señor Eastwood. Sin embargo, gracias a Sin Perdón consiguió un Óscar y la gloria cinematográfica eterna. Ahora apliquemos este paralelismo a dos de las más grandes glorias madridistas de todos los tiempos: Di Stéfano y Cristiano Ronaldo. Ambos llegaron al Real Madrid siendo ya grandísimas estrellas, y ambos dudaron antes de desembarcar en el club merengue. Sin embargo, fue en el Madrid donde tocaron el cielo, forjaron su leyenda y alcanzaron los premios individuales y colectivos más grandes que un futbolista puede soñar.
Razón número 8. Nada de tiqui-taca. No voy a entrar aquí a discutir la base filosófica de ese estilo futbolístico (dios me libre). Pero sí diré que no ha sido nunca el estilo del Real Madrid, equipo que siempre ha preferido la espectacularidad del juego rápido, vistoso y los goles (incluso el contraataque letal en muchas ocasiones) antes que los pases eternos y la posesión vacía. Otro tanto le ocurre a Clint Eastwood cuando se pone detrás de la cámara. Nada de repetir tomas una y otra vez, nada de marear con planos para lucirse pero que no aportan nada a la historia. Siempre ha sido un director rápido, efectivo, y sin ir más lejos “Sin Perdón” la rodó en solo 39 días. Para cualquiera que sepa un poco de esto, entenderá que se trata de una velocidad endiablada de rodaje solo al alcance de un verdadero genio.
Razón número 9. La elegancia. Esto no es algo baladí, y por supuesto está directamente relacionado con la razón anterior. Eastwood le dio la vuelta a la estética de los westerns que se habían impuesto desde los años 70. Fue capaz de ir contra corriente para cambiar completamente el estilo predominante. En lugar de primerísimos planos eternos, épica desmedida, éxtasis visual permanente, música aplastante o angulares imposibles, Clint volvió a la esencia del cine. Y consiguió con Sin Perdón una obra maestra por su hondura psicológica y una puesta en escena clásica, rotunda y elegante. ¿A alguien le suena esto? ¿Alguna vez el Real Madrid se ha asociado con la elegancia del fútbol o con el clasicismo? Podríamos decir que… ¡siempre! No hay ningún otro club en el mundo más elegante. Los puede haber más modernos, más atrevidos o incluso con una afición más eufórica y ruidosa. Pero si un equipo representa lo clásico en el fútbol, y en esto estarán de acuerdo incluso sus detractores, es precisamente el Real Madrid.
consiguió con “Sin Perdón” una obra maestra por su hondura psicológica y una puesta en escena clásica, rotunda y elegante. ¿A alguien le suena esto? ¿Alguna vez el Real Madrid se ha asociado con la elegancia del fútbol o con el clasicismo? Podríamos decir que… ¡siempre!
Razón número 10. El guionista siempre tiene razón. Aunque en el imaginario popular el entrenador de fútbol y el director de cine son dos figuras equivalentes en sus respectivos ámbitos, nunca he estado de acuerdo con esa afirmación. Después de escribir diez películas, y dirigir la mayor parte de ellas, mi opinión es que el verdadero entrenador de una película es el guionista. Es quien marca cómo se debe jugar, con qué estilo, a qué ritmo, quién va a tener más protagonismo, si al final atacaremos con todas nuestras fuerzas o al contrario, nos replegaremos para aguantar el resultado. En Sin Perdón, el guionista es un señor llamado David Webb Peoples, palabras mayores; baste decir que también es el guionista de Blade Runner, me refiero por supuesto a la original. El caso es que el bueno de Clint no cambió ni una sola coma del guión, absolutamente nada. Es célebre una anécdota en la que Morgan Freeman se le acercó para proponerle un cambio en determinada secuencia, a lo que él le respondió sin inmutarse: “Si quieres escribir un guión, envíamelo a mi productora, los muchachos y yo estaremos encantados de leerlo”. Ese es y ha sido siempre su estilo como director: pasar desapercibido, sin estridencias, dejando espacio al talento, y sin salirse nunca jamás del guión (cuánto deberían aprender muchos directores actuales). Veamos ahora algunos entrenadores célebres del Real Madrid a los que podría aplicarse algo semejante: Beenhakker, Ancelotti, Del Bosque, Miguel Muñoz, Molowny, la lista es interminable. Sin embargo, mi favorito es Zinedine Zidane. Y no solo porque tiene el mejor porcentaje de títulos ganados con mucha diferencia. Sino porque jamás acapara el protagonismo. Deja espacio a los que tienen talento, sin estridencias. Y nunca se sale del guión. Ya se sabe: si algo es perfecto, mejor no tocarlo.
Razón número 11 y última. No olvidamos. El Real Madrid tiene muchos maestros a los que se les sigue rindiendo pleitesía. Empezando por la saeta rubia, muchos años presidente de honor. Continuando por el Buitre, que marcó una época como jugador inigualable (lástima de Champions) y después convertido en director general. Por supuesto, Don Santiago Bernabéu al que cada tarde seguimos venerando a los pies de la Castellana (a diferencia de muchos otros estadios, jamás se le ha cambiado el nombre por una marca comercial o similar). Juanito sigue recorriendo los pulmones de los aficionados en el minuto 7 de cada partido en casa. Y más y más. La lista es interminable. Salvo alguna deshonrosa excepción (que aún esperamos que sea reparada), el club blanco siempre ha respetado e incluso venerado a sus mayores, a sus maestros, a aquellos que han dejado huella. Volvamos a Sin Perdón. ¿A quién está dedicada la película en los créditos finales? “A Sergio y Don”. Sergio Leone y Don Siegel. Los maestros. No hay más que decir, señoría.
En definitiva, y desde la subjetividad más absoluta, puedo afirmar sin temor a equivocarme que Clint Eastwood, y en especial SIN PERDON, es madridista de pura cepa.
Feliz cumpleaños, Mr. Eastwood.
Magnífica película y magnífico artículo, enhorabuena. Y aún añadiría una 12ª razón que la convierten en una obra maestra (y madridista): la dignidad de Munny, la particular búsqueda de la justicia del protagonista. Y otro detalle más de su rodaje que me llamó la atención, al parecer el guion de David Webb Peoples llegó a las manos de Eastwood a principios de los ochenta y el director dejó madurar el proyecto casi diez años para tener la edad adecuada para protagonizarla él mismo. Como esos años de maduración del madridismo, necesarios para encontrar el momento adecuado, para convencerse de que podía lanzarse a por la Champions: de finales de los 80 y principios de los 90 con la Quinta del Buitre a las 3 en 5 años del 98, 00 y 02. O como los doce que transcurrieron desde entonces, probando distintas fórmulas hasta encontrar la ganadora.
Solo un pero al artículo: nunca he podido con "El sopor del ladrillo", lo siento, no me llega la sensibilidad o la paciencia. Un saludo.
PERO QUE GRANDE ES CLINT, Y ESTÁ MAS CLARO QUE EL AGUA, ES MADRIDISTA.
HALA MADRID!!!!!
Y usted , señor Roberto Santiago, da la talla como madridista. Se agradece semejante artículo.
https://www.youtube.com/watch?v=TBbWmNPwAt0 (que nadie se enfade, cantan en "mallorquí").
Uno de los puntos fuertes y señas de identidad de "la Galerna" es el apego a la literatura y el 7ª arte. Permitidme, pues, una pregunta. Tengo interés-curiosidad en recordar la palabra en inglés con la que se denomina una película al acabar, sin más retoques y correcciones. Esa expresión se empleó para definir uno de los portanálisis (doble) con el que nos obsequió hará , más o menos 6 meses, este portal. ¿ Alguien la recuerda ?. Gracias.
Que ganas de volver a verla;!!!!! Hay tantas películas de Clint Eastwood maravillosas que no me saldría ni un top 3(sin perdón, millión dollar baby, gran Torino, el jinete pálido, el fuera de la ley,etc). Todas rabiosamente madridistas