Al borde del último minuto del tiempo reglamentario de la primera semifinal de Mundial en la historia de la Selección española femenina, ante una rocosa Suecia que segundos antes acababa de empatar el partido, la lateral Olga Carmona recibió el balón en la frontal del área y decidió chutar a portería con su pierna zurda. Podría haber centrado al área en busca de la cabeza de alguna de las futbolistas mucho más experimentadas que ella, mucho más valoradas que ella por el aficionado del futfem, mucho más mediáticas y reconocidas que la sevillana. Habría entrado dentro de la lógica, pero hoy, en ese instante crítico y definitivo, era Olga Carmona García quien portaba en su brazo la cinta de capitana.
Hizo lo que debía, asumir el peso de la responsabilidad, y el fútbol correspondió como acostumbra ante las muestras de carácter de ese tipo: el balón superó por alto a la guardameta Zecira Musovic y el gol ya icónico de la futbolista del Real Madrid deja a la Selección a un paso de levantar la Copa del Mundo. Tras un año de turbulencias, motines, reproches, tiras y aflojas de propios y extraños, una jugadora –Teresa Abelleira– permitió con su calidad desde el centro del campo hacer soñar a España con la primera estrella sobre el escudo y otra –la propia Carmona– certificó con su valentía el pase a la final.
Que las dos futbolistas madridistas hayan sido protagonistas en este día memorable no debería sorprender, pero sí es de justicia subrayarse. Ellas, junto al resto de la expedición blanca que ha viajado a Australia y Nueva Zelanda, llevan sufriendo desde octubre una campaña de acoso y desprestigio que nada tiene que envidiar a lo que algún pupilo de Carlo Ancelotti experimenta en un buen número de campos de España. La única ‘culpa’ que tuvieron fue optar por la prudencia y el silencio de cara al exterior cuando el conflicto estalló con resultado impredecible en el seno de la Selección femenina. Junto a otras compañeras que ni siquiera han tenido hueco en el avión –como Maite Oroz–, sostuvieron durante meses al equipo nacional dando la cara en cada compromiso internacional previo al Mundial. Lo que recibieron fue malos gestos e insultos continuos en redes sociales, con acusaciones que no bajaron del ‘esquirolas’ y ‘malas personas’.
Que las dos futbolistas madridistas hayan sido protagonistas en este día memorable no debería sorprender, pero sí es de justicia subrayarse. Ellas, junto al resto de la expedición blanca que ha viajado a Australia y Nueva Zelanda, llevan sufriendo desde octubre una campaña de acoso y desprestigio que nada tiene que envidiar a lo que algún pupilo de Carlo Ancelotti experimenta en un buen número de campos de España
Jugaron, dieron la talla en el campo y callaron. Cuando el verano se echó encima y la mayoría de jugadoras críticas reculó ante el riesgo de quedarse fuera de la cita internacional –hecho que implícitamente confirmó como acertada la actitud inicial de las madridistas–, siguieron en silencio. Y ahora, en pleno camino hacia el título, este mismo grupo de futbolistas del Real ha seguido peleando sin rechistar por unos minutos y un protagonismo mucho más reducido del que quizás mereció su entrega de meses. La combinación de algunas de las mejores jugadoras de las plantillas de Real Madrid y Barcelona, antes o después, estaba destinada al éxito. Todas son muy buenas, y alcanzar la final en Australia sólo ha de ser el comienzo.
Por eso ni sorprende, ni debe sorprender, que alguien como Olga Carmona decidiese en el minuto 89 de su primera participación en un Mundial jugarse en primera persona el destino de la Selección. Al igual que Abelleira, Ivana, Misa, Athenea o Zornoza, por suerte o por desgracia la lateral ha tenido la mejor preparación posible para lidiar con la presión de las instancias finales de un torneo así: las empujaron al ojo del huracán y, aun con rasguños, han sobrevivido y madurado para contarlo. A Madrid volverán más curtidas, más líderes, siendo mejores futbolistas. Pero antes de eso se han ganado el derecho a disfrutar de uno de los partidos de sus vidas, merecen poder jugarse balones decisivos y sería justicia divina que cualquiera de ellas sea quien alce al cielo la Copa del Mundo: es lo que en última instancia hace una capitana. Todas ellas lo han sido.
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Sabio y precioso artículo
Este artículo , como todos los de Alcalá-Zamora, aunque este me lo parece especialmente, destilan una justicia y un conocimiento en relación al fútbol femenino del Real Madrid , apabullantes.
Prefiero no abundar en el maltrato que se ha dado a las futbolistas del equipo blanco. El hartazgo tiene estas consecuencias.
Lo más triste, grave y desgraciadamente, habitual es el destacado del artículo:
"QUE LAS DOS FUTBOLISTAS MADRIDISTAS HAYAN SIDO PROTAGONISTAS EN ESTE DÍA MEMORABLE NO DEBERÍA SORPRENDER, PERO SÍ ES DE JUSTICIA SUBRAYARSE. ELLAS, JUNTO AL RESTO DE LA EXPEDICIÓN BLANCA QUE HA VIAJADO A AUSTRALIA Y NUEVA ZELANDA, LLEVAN SUFRIENDO DESDE OCTUBRE UNA CAMPAÑA DE ACOSO Y DESPRESTIGIO QUE NADA TIENE QUE ENVIDIAR A LO QUE ALGÚN PUPILO DE CARLO ANCELOTTI EXPERIMENTA EN UN BUEN NÚMERO DE CAMPOS DE ESPAÑA".
Días antes de la final, ya se están apropiando, otra vez, el culerío y algún q otro periodista del éxito d la selección como algo suyo. Y todo por la madriditis incurable q se padece. Insisto, que se haga desde la visceralidad del hincha me d aun poco igual, pero q se haga desde el periodismo es insultante. Recordad q ya en el primer tropiezo d España en este mundial, desde la narración y comentarios en TVE, se apoyó a las díscolas diciendo para toda España q se las echaba de menos. Y tras propalar semejante insidia por sus altavoces mediáticos, q siguen calando en la gente, se van de rositas. No hay responsabilidades ni reprimendas.
En fin.
Ojalá ganen el mundial. No hay duda d q la entrada del RM en la liga femenina ha subido el nivel y la competencia que ha hecho mejor a nuestra selección. Pero hay que recordar todas las falacias e insidias q se propalaron desde los medios hacia este importantísimo hecho por su antimadridismo.