Lo asombroso de Zidane podría cifrarse en la motivación que inspira a todos sus jugadores, pero quizá resida tanto o más en la cantidad de equipos que inventa, como hoy, donde los excelentes Achraf y Llorente hicieron de Carvajal y Casemiro, con Kroos alternando funciones de contención y creación. Cuando el adversario juega a no dejar jugar es difícil armar jugadas no interrumpidas por falta, y no se me ocurre mejor recurso para su rocosa resistencia que ir renovando sin pausa las alineaciones, porque entrar y salir demuestra a cada uno la necesidad de ganarse el puesto, y dosificar los esfuerzos de la plantilla permite oponer al entusiasmo de contrincantes con menos fondo de armario no solo otro tanto, sino músculos más oxigenados.
Me pareció por eso clarividente sacar también a Theo y a Isco, que le dieron un segundo aire al juego. Este último, en estado de gracia hace largo tiempo, le puso a Cristiano el balón justo para remediar la pifia causante del empate, sin duda ayudado por salir fresco cuando sus potenciales marcadores no lo estaban tanto, y amplió su ya asombrosa capacidad para regatear con otra exhibición de temple y mando general. Superar a Asensio en experiencia le hace todavía más determinante, aunque viéndoles evolucionar sobre el césped resulta difícil decidir quién supera a quién en talento, e incluso cuál de los dos disputará a Neymar el estatus de tercero, porque ambos tienen quizá más gol.
Con Zidane de timonel, el galeón de galeones llamado Real Madrid surca el mar con una mezcla de humildad y orgullo rara vez vista, si es que alguna vez se vio, porque todos sin excepción bregan como si fuesen meritorios, y la displicencia del periodo galáctico se diría fruto de entrenadores menos exigentes con el estado de forma momentáneo, y el de acierto; pero también menos capaces de compadecerse a fin de cuentas, repartiendo oportunidades a diestra y siniestra. Un ciudadano francés, de ascendencia bereber, decidió que cinco años de jugar con una camiseta bastaban para teñir de blanco su corazón, y no ha parado de demostrarlo con actos, empezando por convertir a una veintena de tripulantes en émulos de sí mismo, genio insuperado de la coordinación, cuyo equipo gana final tras final porque en ninguna zona del campo, en ningún lance, se admite intentar cosa distinta de la excelencia.
Por cierto, qué gran gol de Benzema, un grandullón de técnica exquisita, estimulado por el timonel a luchar como nunca.
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Sí señor, viva Zizou!
Y felicidades por los cíen primeros partidos