Que lo escriba otro. Que alguien más objetivo que nosotros -tal vez un árbitro de primera división- se despierte un domingo y dé continuidad a la faena del sábado buscando las palabras adecuadas para dar cuenta de las portadas deportivas del día. Que una persona ponderada y libre de filias y fobias nos ofrezca hoy su equidistancia y su sentido común para consignar la más pura de las realidades, la más incontestable, la verdad de los hechos. Aunque nosotros supiéramos hacerlo -cosa improbable- reconocemos que no tenemos ganas, queridos galernautas; y aunque no es la primera vez que esto nos pasa, tal vez sí sea la vez que más nos está pasando. No es desencanto, sino hartazgo. No es vagancia, sino hastío. Así que hagamos el experimento. Qué podemos perder que no sea esta Liga peligrosamente preparada para que la gane el Madrid (ya está hablando la ponderación y la pura verdad). Sigamos de su mano.
Sí, vale, "un rayo llamado Bale". No está mal el titular de Marca, aunque la más desprejuiciada objetividad sabe que la ocasión la pintaban demasiado calva para salir hoy con un juego de palabras tan facilón. El Madrid jugó contra el Rayo y Bale fue el protagonista del partido con dos goles, ¿y qué? Lo realmente decisivo, lo que la verdad dictaría a un observador imparcial, sería destacar que un notable equipo humilde lleno de fe, vigor y buen toque le puso las cosas muy difíciles al Real Madrid del presupuesto infinito y las estrellas rutilantes, algunas de ellas jugadores de golf de 100 millones de euros (en un club serio procedería una investigación en este punto).
Sí, el Madrid remontó el 2-0 inicial, pero qué menos; esa es la obligación del Madrid, cuyo único mérito fue soportar la pertinaz lluvia de Vallecas sin retirarse a vestuarios. Bastante tardó en remontar, y aún más en entrar en el campo de Vallecas, tal vez demasiado popular como para despertar el espíritu competitivo de un equipo acostumbrado a los mimos de la calefacción bajo el césped. Al menos jugó Isco (que es español), y lo hizo muy bien, como siempre que le liberan del constante agravio al que está sometido en el equipo del oropel y la fatuidad. ¿Y James? ¿Dónde está James? Si es que el Madrid es una máquina de gastar para devaluar, todo el mundo lo sabe.
A las personas objetivas -se apelliden Clos, Mascaró o simplemente Moreno- les gusta más la portada de As. No en vano, no se inclina esta por elogiar la faena de aliño del Madrid en Vallecas, sino por destacar que se salvó por los pelos (por los de Bale concretamente, tan peculiares). Y no se salvó solo de abandonar definitivamente la lucha por la Liga, tal y como sería lo suyo tras el desastre de temporada que lleva, sino también del juicio riguroso de las opiniones sin sesgo alguno, de aquellas que por suerte tanto abundan y que se atreven a analizar sin trampa ni cartón el azaroso devenir del equipo blanco. Con su poco meritoria victoria en Vallecas (mejor Vallekas, que hablamos del barrio proletario y, por lo tanto, privilegiado en su visión del mundo), el Madrid se ha ganado el derecho a que aún no caiga todo el peso de la objetividad sobre su cabeza. Pero la objetividad sabe esperar su momento, porque más tarde o más temprano la verdad siempre resplandece, no como el Madrid, que cómo no va a ganar cuando gana y menudo desastre sin modelo cuando pierde.
En cambio, amigos de la verdad, ¿qué nos dicen de Messi? Ahí sí que no hay duda alguna. Aquí ya abandonamos el terreno de lo opinable (menudo palabro) para entrar en la confortable casa (más bien masía) de la certeza. Qué regalo de los cielos es el argentino. Qué incontestable milagro es poder disfrutar de San Messi en esta época. Su duelo con Cristiano es antológico, pero solo por lo que el argentino es capaz de espolear al portugués, ese sobresaliente atleta goleador que se afana a conciencia -hay que reconocérselo- por llegar al lugar que no le corresponde. Messi es otra cosa, y por eso dice Sport que "el argentino desatasca un partido en el que Suárez volvió a marcar cuatro goles". Qué desenfreno el del equipo culé. Reconozcamos que pareció tambalearse un poco para desasosiego de los justos, pero reconforta comprobar que ha recuperado su magia para seguir confirmando que no hay equipo mejor en el planeta. 0-8 y 6-0 son sus últimos y contundentes resultados ligueros, en lo que supone toda una fiesta del fútbol sin sombra de falta de respeto para con los rivales, invitados de honor al hechizo blaugrana. Gana el Barça, gana el fútbol. Esto es axioma.
Luis Suárez, amigos de la objetividad, o como dice hoy la portada de Mundo Deportivo, LS9. No se equivoquen, no estamos ante una nueva droga sintética, no habla el medio catalán de una variante del LSD, sino de la esencia del goleador uruguayo, sus iniciales y su número, un 9 de campeonato, un tigre del área, un titán del gol, el perfecto complemento para el Barcelona, cuyo celestial toque precisaba de un arma directa como la que ofrece Suárez. Ocho goles lleva en dos partidos y ya ha superado a Cristiano en la clasificación del Pichichi, lo que demuestra que el goleador debe ser la continuación lógica de un equipo en perfecto estado y no la arbitraria actuación de un solo jugador, por muchos abdominales que tenga.
Sí, la objetividad sabe que ayer hubo algunos errores arbitrales que beneficiaron al Barcelona. Sin embargo, Abelardo comparte con nosotros la certeza de que estos no influyeron en el resultado gloriosamente conseguido por el club catalán. Los árbitros se equivocan, pero unas veces te dan y otras te quitan, y al final el compendio de todo ello da cero, como saben todas las personas de bien. Hablar de árbitros es cosa de llorones y de equipos pequeños, y suele ser mera excusa para echar balones fuera y no asumir los errores propios. Si no, recuerden a Mourinho.
¿Balones fuera? Tirar un balón al campo en pleno contragolpe del equipo rival está feo, pero es comprensible que el cholismo a veces se exceda un poco en su lucha desigual contra los poderes establecidos. Collejita para el entrenador rojiblanco, sanción si es preciso, pero la objetividad sabe poner su censurable actuación en contexto para quitarle hierro... Fernando Hierro, el del sin duda desmedido "no sabes ya cómo jodernos" a Gracia Redondo, un árbitro de antaño, sin duda tan objetivo como el resto de sus compañeros y como este portanálisis.
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3 comentarios en: Objetividad objetiva
¡Soberbio! ¿Y qué es ironía? ¡Ironía eres tú! Y es talento puro, solo para grandes que sepan usar el arte del disimulo. Y a riesgo de que se no se descifre o detecte el sentido irónico, sin tener que explicarlo o sin utilizar el ya famoso "(?)", que quita la gracia. Mi más grande enhorabuena.
El que sepa leer, que lea; quien quiera entender, que entienda. ¡Hala Madrid!
Hechi
Clos Gomez. Por tocar a Neymar penalti. Y con Ronaldo y la camiseta rota de un agarron escandaloso nada!!!!!! Harto estoy del señorio. Y lo de Simeone. Una regla fundamental. Balon fuera cortando el juego. Pues un gol al adversario. Las choladas desapareceran radicalmente
Pues, si Isco, el que más balones perdió de todos los que jugaron ayer en Vallecas y, el que no consiguió hacer ni una sola jugada de mediano peligro (me refiero, de peligro para la portería del Rayo), jugó muy bien, para mí que no entiendo de fútbol o, el fútbol es otro tipo de juego y, por eso, no me entero.
Uno de los peores -si eso puede ser posible- partidos que he visto al malagueño, desde que está en el Madrid. Y he visto todos los partidos del Madrid, desde la sexta Copa de Europa.
Lo que pasa es que, cuando le ven hacer un control de malabarista o un caño (casi siempre, hacia su campo), muchos periodistas se creen que eso es fútbol. Y, no; es malabarismo pero, no es fútbol. Fútbol es soltar el balón, al comoañero mejor colocado, en el momento adecuado y sin obligarle a que pare su carrera y vuelva hacia atrás para revoger el pase.
Fútbol es no empeñarse en regatear a tres jugadores adversarios que te rodean, en vez de apoyarte en un compañero. Y, tantas y tantas otras maniobras que Isco es o incapaz de hacer o no le da la gana de hacerlas.
Un auténtico tapón en el campo y una máquina de oerder balones en posiciones siempre ventajosas para el adversario. Eso es Isco.