Nuestros agoreros

El famoso religioso del siglo VIII Beato de Liébana aseguró en la vigilia de la Pascua del año 793 ante un tal Ordoño y el pueblo lebaniego que el fin del mundo se produciría sin duda esa misma noche. Ante tamaña afirmación, el temor se extendió entre todos los habitantes de la localidad, que para expiar sus pecados decidieron ayunar desde ese momento. Viendo que amanecía y las horas seguían pasando sin que hubiera novedades sobre el apocalipsis, y cuando la burla por el error del beato ya se había impuesto al miedo, Ordoño pronunció una histórica sentencia: “Comamos y bebamos, ya que si morimos, al menos lo hagamos hartos”. Esta podría ser mi postura ante aquellos que llevan semanas, meses o años pronosticando el descalabro del Real Madrid. Sobre todo, ante los agoreros madridistas, que tantas veces nos han anticipado una hecatombe que no termina de llegar. Prefiero disfrutar con los logros presentes, con la formidable y heroica resistencia ante la adversidad de un grupo que acumula lesiones como nadie antes (literalmente estamos sufriendo el récord histórico en cuanto a bajas) y que mira las cifras del saldo arbitral con absoluta incredulidad, pero sigue peleando y destruyendo las previsiones más pesimistas. Ocurra lo que ocurra al final de la campaña, el orgullo que siento por el esfuerzo del equipo (también del de baloncesto) permanecerá inalterable. Este bloque representa todos los ideales de la entidad.

Es obvio que la temporada dista mucho de ser perfecta (aunque ninguna lo sea). La ridícula eliminación copera ante el Alcoyano, o las sorprendentes derrotas frente a equipos de un nivel muy inferior no han desaparecido. Aquí nadie maquilla esos fracasos para disfrazarlos de elecciones que centran el foco en las otras competiciones. Cuando se falla, la crítica es feroz, inmisericorde para con el equipo, el cuerpo técnico y hasta la directiva. Lo considero comprensible hasta cierto punto, aunque el listón de la exigencia del Madrid esté siempre a una distancia sideral del de cualquiera de sus rivales. Pero hay grandes diferencias entre el disgusto y la censura propias de cualquier decepción, y el delirio derrotista de muchos aficionados del Madrid, que exigen la toma de decisiones drásticas e irreversibles cuando se produce cualquier revés. Y, a la postre, no suelen rectificar cuando comprueban que la mesura de no atender a estas reclamaciones impulsivas depara un nuevo éxito. O cuando aquellos que pretendían lapidar vuelven a ofrecer una brillante exhibición.

En el universo agorero hemos llegado a extremos casi cómicos. Como las predicciones de que el Real Madrid solo pelearía por entrar en Europa tras encajar una goleada… ¡en pretemporada! En este relato tétrico, además, nuestro entrenador es un alineador sin talento, muchos de nuestros jugadores demasiado viejos o sin la suficiente calidad para jugar en el Madrid, el vestuario es una hoguera de las vanidades y la directiva está formada por personas de otra época. Además, se suelen prever derrotas (incluso por goleada) cuando nos encontramos a un rival potente delante. Y qué decir de las fantásticas y envidiables cualidades de nuestros grandes enemigos a nivel local. El Atlético del Cholo es una apisonadora física y táctica. Y el Barcelona de Koeman ha hecho una apuesta decidida por el talento joven que le está ofreciendo grandes resultados. En líneas generales, este tipo de aficionado de nuestro equipo abraza con jolgorio varios de los lemas del antimadridismo rampante. Así, cuando se encadenaba una envidiable e histórica racha de triunfos continentales, se exigían victorias locales. Cuando se fichaba a estrellas a golpe de talonario, se demandaba protagonismo canterano o apuestas por españoles y ahora que se ha contenido el gasto, se reclaman grandes refuerzos.

El pequeño problema es que el Madrid rinde mejor cuando se le infravalora, cuando se le descarta y se le margina. Eso ya deberían haberlo aprendido propios (sobre todo ellos) y extraños. Estamos habituados a digerir mal los polvorones, empezar a disfrutar de las torrijas y llegar al borde de la época del helado en plena resaca por otro éxito. En lo que va de campaña, el afortunado alineador y su grupo formado por veteranos amortizados, jóvenes caros para sus posibilidades de futuro y futbolistas mediocres ya han tumbado a Atlético, Barcelona, Inter de Milán, Sevilla y Liverpool. Así que yo haré como Ordoño. Mientras se produce la debacle que sepulte a este equipo, que llegará algún día (o no), yo prefiero saciarme y regocijarme con lo que se ha hecho hasta ahora, que es bastante, y con lo que puede llegar. Porque si algo me ha enseñado el Real Madrid es que ser optimista es una postura perfectamente razonable y más divertida que anticipar el sufrimiento para vivirlo dos veces.

Fotografías: Imago.