La gentileza de ser invitado al palco del Bernabéu me permitió observar lo invisible para quien sigue retransmisiones, y por primera vez vi la mano del entrenador donde realmente importa, que es en la dinámica general del equipo. Zidane tuvo por su parte la gentileza de dar minutos a algunos de los menos habituales, y no sé bien si fue pasar de la tele al campo, o el juego mismo, lo que mitigó la sensación de caer en jugadas previsibles, por no decir telegrafiadas un segundo antes de hacerse, principal rasgo negativo de los últimos tiempos.
En efecto, menuda diferencia entre tener a Marcelo tejiendo sus filigranas o contar con un bólido catapultado hacia atrás y hacia adelante como Theo, que sigue pasando de manera algo alocada aunque ayer añadió finura a varios lances, y seguridad defensiva ante otro bólido como Pulisic, un extremo encima muy habilidoso. Mayoral no lució pero marcó muy pronto, y Kovacic puso de relieve una vez más sus variados dones. Llorente volvió a mostrar que pasa como los ángeles, dándole la velocidad justa y hasta comba a cada balón, y Ceballos tuvo tiempo suficiente para exhibir intermitencias y excelencias, pues se trata de un jugador que arriesga casi por sistema, un rasgo reservado a los mejores. También tuvo su premio Lucas Vázquez, cuyo balón entró llorando pero inapelablemente, porque estaba muy bien dirigido.
Capítulo aparte el de Cristiano, que volvió a meterla de modo inverosímil desde el pico izquierdo del área grande, tras haberlo logrado quizá un centenar de veces, y pudo hacer tres o cuatro goles más -entre ellos uno anulado quizá injustamente-, moviéndose por todas partes y fallando pocos pases. Emociona su desesperación al pifiar ocasiones, cuando solo él puede presumir de haber empatado en balones de oro con el monstruo Messi, partiendo de un 4 a 1 adverso.
Jugadores que arriesguen -bien sea a su estratosférico nivel o al más terrenal por ahora de Isco, Asensio o Ceballos-, son la guinda de este deporte y merecen una paciencia añadida, como ocurre también con Marcelo, por más que las audacias sean tanto más fecundas cuanto menos lejos estén del campo propio. Viendo lo poco que el equipo se partió, y las novedades introducidas, la felicitación debe extenderse igualmente a Zidane, el entrenador más guapo y educado del circuito, por si no fuese el más olímpico atendiendo a palmarés.
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