A la memoria de mi padre, Luis Rubio Merchán
Uno de mis primeros recuerdos futbolísticos tiene como protagonista a un señor brincando. El señor que brinca es mi padre. “¡Gol, gol de Santillana!”. Ahora sé que ese recuerdo tiene fecha: el 5 de noviembre de 1975. Yo tenía, pues, siete años. Ese gol de Santillana, que yo no vi porque ya digo que lo que recuerdo es a mi padre celebrándolo, podía ser el tercero de un partido. O podría ser el quinto. Ese gol que no vi pero recuerdo era uno de los que consumaba la remontada del Real Madrid contra el Derby County. En la ida, el Madrid había perdido 4-1 ante el campeón inglés en su campo, que se llamaba, se llama, Baseball Ground. Por qué se llama así es algo que no sé, pero que un día he de indagar, por aquello de dejar este relato cerrado a cal y canto.
La derrota había ocurrido tan sólo catorce días antes. Era el miércoles 22 de octubre. En aquella época miércoles significaba competiciones europeas, pues se jugaban todo los partidos de las tres competiciones que había entonces. Real Madrid y Derby County disputaban los octavos de final de la Copa de Europa, la vieja y querida competición que ahora ha sido sustituida por ese espectáculo, a veces más televisivo que deportivo, llamado Champions League. Había otras dos: la Recopa -que enfrentaba a los campeones (en muchos casos subcampeones) de Copa de cada país- y la UEFA, que jugaban, dependiendo de los países, los dos o tres equipos mejor clasificados en sus respectivas ligas de la temporada anterior. España, Italia, Alemania e Inglaterra siempre eran las naciones con mayor número de representantes como deferencia a su palmarés. Pero entonces la Copa de Europa la jugaba sólo el campeón de cada Liga y el sorteo era puro: nada de cabezas de serie. En resumen, aquel Real Madrid-Derby en octavos era una final anticipada.
Por lo menos.
El 22 de octubre de ese año, el Real Madrid, que entonces entrenaba un señor (en la completa acepción de la palabra) llamado Miljan Miljanic -para muchos, el mejor entrenador que jamás tuvo el Real- visitaba el estadio del campeón de la Liga inglesa, que entonces tampoco se llamaba Premier. Ese equipo era el Derby County, un advenedizo que también vestía con camiseta blanca y cuyo escudo era, es, un combativo carnero. El club en cuestión era lo que se conoce como un equipo “ascensor”, es decir, subía y bajaba de categoría un año sí y otro también. Brian Clough y Peter Taylor devolvieron al club a Primera y consiguieron la hazaña de hacerle campeón en 1972. Al año siguiente, en la Copa de Europa llegaron hasta semifinales, ronda en la que cayeron eliminados por la Juventus de Turín, en un partido de vuelta donde hubo no poca polémica. En la temporada 1974-75 repitieron la hazaña y ganaron su segundo título, ya sin Clough y Taylor, pero con el escocés MacKay, mentor de ambos, en el banco. Desde entonces no han vuelto a ganar nada y tienen el dudoso honor de haber sido el equipo que menos puntos ha conseguido en una temporada en la máxima categoría del fútbol inglés, sólo 11 puntos en la campaña 2008-09, lo que les valió un merecido descenso a The Championship (la segunda inglesa) en la que todavía andan. También tienen una Copa de Inglaterra (1946) y una Charity Shield (1975, su gran año, sin duda).
Nota al margen: quien quiera conocer mejor a Brian Clough y a Peter Taylor que vea la extraordinaria película The Damned United (2009), de Tom Hopper, basada en la novela de David Peace y protagonizada por Michael Sheen, Timothy Spall, Colm Meany y Jim Broadbent, entre otros. En esta extraordinaria producción se narran los 44 días que duró Clough, considerado el mejor entrenador inglés de todos los tiempos, al frente del Leeds United, por aquel entonces el equipo de moda, hasta ese momento dirigido por Don Revie, que había llevado al club hasta la final de la Copa de Europa de 1975, en la fueron derrotados por el Bayern Munich por 2-0, resultado que los propios jugadores alemanes calificaron como injusto. Revie había sido contratado como seleccionador inglés tras el fracaso que supuso la eliminación de Inglaterra en la fase de clasificación para el Mundial de Alemania. Clough le sustituyó al frente del Leeds, que era un equipazo. Duró, como decimos, 44 días. Clough fue víctima del síndrome de Rebeca, ya que la sombra de Revie le perseguía allá donde fuera. Después, Clough se tomaría cumplida revancha al conseguir ascender a otro equipo mediocre, el Nottingham Forest, a Primera División, y hacerle campeón de Liga y de Europa en los años 79 y 80.
Pero esa es otra historia.
Volvamos al presente, es decir, al 5 de noviembre de 1975, día en el que comenzaba la llamada Marcha Verde con la que rey de Marruecos, Hasan II, reivindicaba el protectorado español del Sahara. El Real Madrid jugaba la Copa de Europa tras haber conseguido destronar al Barça de Cruyff. Era el Real Madrid de Miguel Ángel, Pirri, Sol, Benito, Amancio, Santillana, Camacho, Del Bosque y dos alemanes fichados por Santiago Bernabéu para neutralizar a un Barcelona que comenzó su idilio con el fútbol holandés. La Historia dicta que Bernabéu acertó. Breitner y Netzer ayudaron a construir un Madrid campeón, temible, y al que le faltó algo de fortuna en Europa. Breitner era lo que en una época se llamaba todocampista. Hacía de todo. En los ratos libres, además, era maoísta. Netzer era un zurdo exquisito, un fuera de serie que había deslumbrado en el Borussia Moenchengladbach y en la selección alemana que había ganado la Eurocopa de 1972. En el Mundial de 1974, Netzer fue suplente de otro fenómeno, Wolfgang Overath. Pero otra vez me desvío.
El delantero centro del Real Madrid era un tipo de no mucha técnica pero increíble olfato para el gol: Roberto Martínez. Pippi Calzaslargas, que así se le apodaba, llegó a España fichado por el Espanyol en 1971. Venía de Banfield. Vino como oriundo ya que en España, en aquella época, no se podía fichar a futbolistas de otros países, sólo a los que tuvieran ascendencia española, lo que dio pie a no pocas situaciones singulares. Pero esa es otra historia también. Roberto Martínez se nacionalizó español y llegó a ser internacional en dos ocasiones. Roberto Martínez hizo el primer gol recién comenzado el partido. Con ese 1-0, insuficiente, se llegó al descanso. En el segundo se desató la locura. Y es eso, bueno los brincos de mi padre en medio de ella, lo que yo recuerdo.
Minuto 51: gol. De nuevo Roberto Martínez. Minuto 56: el delirio; un cabezazo de Santillana consuma la igualada. Ese es el gol que creo que recuerdo. Pero quizás no lo sea. No se apuren, que ya me explico: en el 62 George consigue batir a Miguel Ángel; es el 3-1 que deja al Real Madrid fuera. Pero en el 80, Amancio, el brujo del Madrid en cuyo honor mi madre me cosió el 7 en la camiseta que me trajeron los reyes de ese año o quizás de otro, se interna y es derribado. Penalty. Amancio le dice a Pirri. “Tíralo tú, Pepe, que yo no puedo”. Pirri lo tira. Gol. 4-1. La eliminatoria está empatada. El Madrid ataca en tromba pero el tiempo se agota. Prórroga.
Así que, todos, jugadores, aficionados y, sobre todo, ritmos cardíacos, fueron condenados al tiempo suplementario. Todo esto que les cuento, se lo aclaro, lo he sabido despúes, pues ya les digo que yo de aquello lo que recuerdo es a mi padre brincando.
Y entonces volvió. Me refiero a Santillana, aquel delantero que estaba siempre en las nubes. No, despistado, no. Cuando digo en las nubes lo que quiero decir es que volaba a la caza de balones estratosféricos para enviarlos a la red de un certero cabezazo. Yo no sé quién le admiraba más, si yo o mi padre, que siempre que me llevaba al peluquero le decía a éste: “Córtaselo como lo lleva Santillana”.
En fin, que es el minuto 100, balón bombeado por Del Bosque (sí, él), Santillana controla, hace un sombrero al defensa y cuando cae el balón bate al portero, Bulton, con la derecha. Esta vez, no, no con la cabeza. Delirio. Mi padre que brinca y yo puede que recuerde ese salto o quizás el del 3-0. Ya les digo que no lo sé con certeza. Santillana, siempre él. En mi santoral, y en el de mi padre, luego apareció un tal Stielike. Bueno, también estaba Pirri. En realidad era un santoral muy amplio
El Real Madrid, gracias a ese quinto gol, pasaba la eliminatoria. En ese momento, de manera simultánea, nacía mi pasión por el fútbol y la mística madridista de las remontadas. Luego el Madrid eliminaría al Borussia Moënchengladbach, el equipo del que vino Netzer y luego Stielike. También caería eliminado. Otros alemanes, los del Bayern, no nos dejaron ir más lejos.
Y dos datos que he sabido después. El primero, lo que les dijo Miljanic a los jugadores antes de salir: “Limitense a hacer lo que saben hacer, con eso bastará”. Y el segundo: en el Derby County jugaba un escocés llamado Gemmill, mundialmente reconocido por un gol que le hizo a Holanda en el Mundial de Argentina en 1978. Pero esa es otra Historia. No menor, advierto. Mientras, me apunto que cuando tenga un rato libre debo buscar por qué el campo del Derby County se llama el Baseball Ground.
¡Ah, qué maravillosa esa Copa de Europa (eso sí era "de campeones" y no la de ahora donde puede entrar hasta el cuarto que ha quedado a 30 puntos de un campeón nacional) de las eliminatorias a vida o muerte!
¡Buen artículo! Solo un pero: Netzer nunca fue zurdo.