Noche de autos

Si quisiéramos hacer astillas del árbol caído, tal vez invitaríamos al entorno culé a conocer algunos lugares de la geografía madrileña -la ribera del Manzanares, la fuente de Neptuno, el portal de Manolete- tal y como ellos nos ilustraban hace unos días sobre la ciudad de Wolfsburgo. Si estuviera en nuestro ánimo hacer burla de la eliminación del Barcelona, recordaríamos no pocas portadas tan llenas de autoestima que rozaban la arrogancia de dar por casi seguro el triplete. Si nuestra intención fuera maliciosa, este portanálisis vendría hoy en formato periscope. Si incluso optáramos por darle una vuelta de tuerca más al asunto, hablaríamos de la pertinente llamada de Florentino a Gallardón (si es que el exministro sigue pintando algo) para que por fin un árbitro decidiera alguna cosa en contra de los intereses blaugranas...

Pero no. Nada de esto está en nuestro ánimo. Nosotros ya pasamos a semifinales el martes y eso nos basta. Nosotros hicimos nuestro trabajo (lo nuestro nos costó) y esa satisfacción ya llena todo lo que tiene que llenar hasta el momento. Volvemos a estar en semifinales de Champions un año más y, como bien gritó Arbeloa al término de la remontada, nos quedan tres partidos para tocar de nuevo la gloria. Máxima concentración. Subámonos a la ola.

Dice Marca que Florentino acabó manteado en la celebración del pase a semifinales, pero no entendemos el manteo. O no entendemos que haya sido el martes y no ayer, cuando, tal y como no queremos decir, se confírmó su notable influencia en todo lo que sea poder establecido para motivar que Rizzoli pitara fuera del área una mano de Gabi en los instantes finales del partido de ayer. El manteo tuvo que ser anoche. La plantilla al completo debió ir en algarabía a la residencia de su presidente para pillarlo desprevenido y mantearlo en su despacho, en su sala de estar, en el baño, donde fuera que el presidente estuviera tramando ya las "bolas calientes" del sorteo de mañana. Florentino, como nosotros, había pedido al Benfica, pero toda influencia tiene sus límites y ahora no le queda más remedio que pedirse el City de Pellegrini, elección que se confirmará sí o sí, como bien saben nuestros eliminados y sin duda menos influyentes amics culés. Caso de pasar, en la final nos volvemos a pedir al Benfica, pero al parecer hay no sabemos qué absurdo reglamento que impediría tal opción. Ens roban.

Resulta curioso, sin embargo, que la portada de Marca cite el penalti pitado fuera por Rizzoli y no la expulsión de Iniesta por su mano pitada dentro, así como tampoco el ya cotidiano codazo de Luis Suárez sobre el ojo de su compatriota Godín. ¿Se imaginan al Barcelona terminando un partido con nueve jugadores? ¿Han visto alguna vez un burro volando? ¿Para cuándo un periscope de Piqué en defensa de la ética kantiana frente a la aristotélica? No, del resto de errores del árbitro de ayer -errores tan decisivos como dos expulsiones- nada dice hoy Marca, y nosotros no sabemos si con ello quiere Marca elogiar al Atlético excusando al Barcelona, o tal vez ampliar como merece la influencia de Florentino en este contubernio. Si fuera lo primero, lo entendemos perfectamente por aquello de que la pinza blaugrano-rojiblanca no salga demasiado perjudicada de esta circunstancia. Si fuera lo segundo, hasta lo agradecemos.

As sí nombra los errores más abultados del árbitro Rizzoli. Ya se sabe que en As no son mucho de reconocerle nada a Florentino, ni siquiera su diestra mano a la hora de coger el teléfono para cambiar el signo de los tiempos. Eso sí, el penalti pitado fuera lo han puesto con tipografía amarilla, para que destaque más, para que se note que, hombre, por favor, qué gordo ha sido este fallo. No nos queda más que agradecer a As el resalte de esta jugada; una jugada en la que, por cierto, rondaba Iniesta, quien a esas horas no debía estar ya por esos lares si Florentino hubiera estado aún más avispado en la noche de autos.

De paso, ningún reproche al Barcelona se aprecia en la portada de As. Nada por aquí, nada por allá. Todo en orden. Que el equipo catalán hizo dormir hasta al más despierto con una primera parte plena de la sacrosanta posesión entre sus defensas, pues pongamos en amarillo el penalti no pitado a Gabi; que el Barcelona lleva dos partidos seguidos sin marcar un solo gol, nada, nada, déjalo estar; que el tridente culé no supo, no contestó, pues a otra cosa, mariposa; que Messi no compareció en toda la eliminatoria, calla, calla, que si fuera Cristiano ya volveríamos a saber que no aparece en los partidos importantes. Menos mal que, en un extremo de la portada de Relaño, se reconoce que "la prensa internacional se rinde al portugués". Se ve que es necesaria cierta distancia geográfica para esa rendición, queridos galernautas; una bendita rendición, por cierto, una salvífica claudicación, un "nada me falta" que solo unos pocos clarividentes tienen la lucidez de asumir con alegría.

La prensa catalana viene melancólica. No piensen que olvida mencionar al árbitro -la parte que les interesa, faltaría más- pero sobre todo se muestra descolocada. Es lo que tiene nadar en una abundancia forjada a fuerza de innumerables portadas de fantasía, regocijo y pureza en el mejor de los mundos posibles. El golpe de realidad debe de ser duro hoy para ellos. ¿Cómo ha podido pasar esto? ¿Cómo nuestro tarro de esencias ha tornado en un simple bote de mermelada con un empalagoso toque y toque de Piqué a Mascherano, de Mascherano a Jordi Alba, de Jordi Alba a Busquets, de Busquets a Dani Alves, de Dani Alves hasta el bostezo, del bostezo hasta la eliminación de Champions? ¿Cómo es que Dios-Messi lleva ya cinco partidos seguidos sin marcar un gol? ¿Cómo es que Neymar apenas sale en la tele cuando vemos los partidos?

"Se puede perder un partido, no la identidad", reza el título de un artículo que anuncia Sport en su portada. Nos quedamos tranquilos. Todo sigue en orden, queridos galernautas. Que continúen por allí haciendo tesis doctorales sobre LA identidad, mientras nosotros seguimos remando con la loca opinión de que el fútbol -como la vida- es plural, abierto, polisémico, devenir y no estatismo esencialista.