No te vas, Álvaro. Ya no acudirás cada mañana a la Ciudad Deportiva con la misma ilusión que un chaval camino del parque de atracciones. Pero no te vas. Se acabarán tus sesiones de entrenamiento voluntario en el gimnasio, muchas veces en solitario, dignificando tu condición de profesional. Pero no te vas. Para tu recuerdo quedará la camaradería del vestuario, el choteo en el rondo con tus compañeros y esos detalles que uno no percibe hasta que comienza a echarlos de menos: el sonido del aspersor y el posterior olor a césped mojado en Valdebebas, el ritual torero de engalanarte con el uniforme que tanta emoción aún te provoca, el gesto de amparo al canterano recién llegado o el gentío de los aficionados mostrándote su afecto en cada destino. Pero no te vas. Y sobre todo y aunque se te parta el alma, ya no volverás a desfilar, vestido de blanco, por ese túnel forjado de plata, a cuyo extremo se atisba una porción de grada y cielo, que conforme va tocando a su fin, se va abriendo, por completo, ante tus ojos para descubrirte el templo, tu casa, el Santiago Bernabéu. Y aun así, Álvaro, no te vas.
No en pocas ocasiones he tenido que explicar a aficionados que no son madridistas el porqué del cariño que te procuramos. No lo comprenden. Y tampoco les culpo. Entre tú y yo: en realidad no eres ninguno de esos galácticos que tanto ansiamos los merengues cada vez que comienza a despuntar el verano, ni falta que nos hace. Tampoco eres un jugador que vaya a decidir finales, ni nunca has formado parte de esas galas pomposas donde se premia a los más destacados, aunque a más de uno le podrías haber dado una lección de cómo lucir un esmoquin. Y sin embargo, Álvaro, de pocos nos sentimos tan orgullosos como de ti. Aunque ellos siguen sin entenderlo.
“¡Es el madridismo, estúpido!”, me gustaría espetarles emulando a Clinton en su ascenso a la otra Casa Blanca. Pero como tampoco lo entendió George Bush padre en su día, tengo que armarme de paciencia y explicarles lo que es este club a esas personas que sólo ven en ti a un jugador más, cuál es la esencia del Real Madrid, cómo se alzó hasta lo más alto, en definitiva, quién es Álvaro Arbeloa. Les cuento entonces que esta entidad fue forjada por obra y gracia de Don Santiago Bernabéu, que la erigió ante todo con humildad y gallardía, apostando en lo que casi nadie confiaba, creyendo cuando nadie creía, esforzándose hasta cuando parecía que todo esfuerzo era en vano y levantando la voz, sin bajezas pero con determinación, cada vez que alguien osó poner en tela de juicio a la institución.
Si alguien ha representado, en los últimos años, ese legado de rectitud, compromiso e integridad has sido tú. Has defendido al club y a tus compañeros en momentos en que el madridismo se sentía desamparado y a sabiendas del alto coste que te iba a suponer. Y además lo hiciste con la elegancia requerida. Has derrochado hasta la última gota de sudor para conseguir consolidarte en el mejor equipo del mundo, pocos han ganado mas que tú. Y lo has logrado porque has creído en ti y en tu gente como sólo un madridista puede llegar a intentar y creer. Por eso has sufrido el injusto escarnio de quienes temen precisamente la actitud que tú representas. Te intentan ridiculizar, infelices, como un objeto inerte cuando ninguno de ellos ha alcanzado a donde tu convicción sí te llevó. No has sido, en definitiva, el jugador más determinante del Real Madrid en el terreno de juego, pero sí su mejor ejemplo, su verdadera alma. Ese corazón que ahora ya no estará, aunque nunca te vayas a ir.
Y no te vas, Álvaro, porque tú eres todos nosotros.
“¡Es el madridismo, estúpido!”. Y madridismo, con mayúsculas. El mismo Madridismo de Santiago Bernabéu, de Paco Gento, de Alfredo Di Stéfano, Santillana y de tantas y tantas leyendas blancas que siempre lo dieron todo por el Real Madrid, sudaron la blanca y brillante, y dieron ejemplo a compañeros y afición. Álvaro Arbeloa me representa, por eso sueño y deseo con todas mis fuerzas que esto sea solo un hasta luego, y que muy pronto lo veamos de nuevo en nuestro club, su casa, defendiendo nuestro escudo, como ya lo ha hecho en todos sus años como jugador.
¡Hala Madrid y nada más!
Hechi
El Real Madrid, se hace fuerte con estos jugadores y también con las estrellas en lo deportivo, como institución los Arbeloa son indispensables.
Bravo, Pepe!