Yo adivino el parpadeo
De las luces que a lo lejos
Van marcando mi retorno
El hombre se aproxima a la barandilla, detiene sobre ella una de sus manos y se entre asoma ante la inmensidad de la noche. La hilera de luminarias se ordena sobre el horizonte que delinea el estuario cuyas densas aguas hiende lentamente la proa de la nave.
Viste de oscuro, pero bajo la circunstancial prenda de rigor, su corazón se arropa en las más prístinas vestiduras y coronando el blanco inmarcesible, la insignia más querida grabada al fuego de las batallas victoriosas y de las malogradas.
Apenas el barco avanza en su solitaria peregrinación hacia la costa que una vez lo vio partir, una mueca de nostalgia brilla en sus pupilas.
Son las mismas que alumbraron
Con sus pálidos reflejos
Hondas horas de dolor
Trece idénticos destellos, desafiando al arcano, se aglutinan ante su mirada construyendo una constelación señera.
Sobre su rostro enjalbegado para las cámaras de las que hace caso omiso, se insinúa una sonrisa de la que ni los maquillajes han podido conjurar los atisbos de una resignada amargura.
Sabe que ya no es él mismo. Que ha dejado tiempo atrás de ser un mero individuo para convertirse en símbolo, con el peso de la responsabilidad que es deber de los símbolos cargar. Sin embargo, no hay agobio en sus hombros; si eso le comporta un esfuerzo no lo deja adivinar, pues sus ojos se elevan en una nébula de ensueños, donde las pasiones y las penas colaboran labrando la expresión más bella.
Y aunque no quise el regreso
Siempre se vuelve al primer amor
Hijo repudiado ayer, padre amantísimo hoy; conoció la vida de los descastados, abrazó el amor y la gloria en comarcas remotas; también el quebranto y el desamparo lo alcanzaron bajo cielos extraños. Cuando el destino lo había despojado casi por completo, quiso la esperanza tenderle una mano e impulsado por los sueños de su más noble descendencia, emprender el camino de vuelta. Hasta lo impensado se hace natural cuando lo impulsa un anhelo inquebrantable. Cuando viene de la mano del dilecto vástago.
Bajo el burlón mirar de las estrellas
Que con indiferencia hoy me ven volver
Los que otrora medraron a su sombra, lo contemplan ahora con ceño altanero desde sus fortuitas cimas y le dedican la más cruel de las afrentas, la omisión deliberaba, el insulto silencioso que les sella los labios antes que la claudicación de admitir siquiera pronunciar su nombre. Mas él debe proseguir su marcha incólume al sordo homenaje de los necios. El cometido que lo convoca no se conmueve ante los ‘honores’ que le rindan sus ocasionales detractores.
Tengo miedo del encuentro
Con el pasado que vuelve
A enfrentarse con mi vida
Tengo miedo de las noches
Que pobladas de recuerdos
Encadenan mi soñar
Esa memoria que lo alienta y lo atormenta; que lo persigue como una sirena errante, al acecho en cada promontorio por cuantos mares ha surcado. La memoria procelosa de tantas travesías; con el lustre abigarrado de cada una de las cubiertas por las que ha deslizado sus pies en amaneceres brumosos y noches de insomnios estrellados. La película interminable de los mares y navíos que enhebraron su odisea. No han sido pocos los buques a cuyos lomos se ha montado, ni flaca su bitácora de sucesos. Sobreviviente de muchos naufragios, supo saborear las amargas burbujas del brindis de un Titanic presintiendo bajo la superficie hielos letales que le tendían la emboscada; se estremeció al tronar de los torpedos que perforaban el casco del Lusitania apremiándolo a asumir un cometido determinante en la historia; asistió perplejo a las mutaciones de ánimos de aquellos pasajeros agraciados por sorteo con billetes para el Malcom, premiados por el ingenio cortazariano con un ruta de intrigas y misterios, sumidos en la inquietud estática de sospecharse prisioneros de un excéntrico crucero rumbo a ninguna parte.
Pero el viajero que huye
Tarde o temprano detiene su andar
La temporada de transatlánticos de lujo, viajes de placer o turismo aventura ha terminado. Los meses o años que no habrán sido quizá veinte, pero lo parecieron llegaron a su fin y la brújula impone pegar la vuelta como un destino manifiesto sellado en el instante preciso de partir.
El navío que lo devuelve a casa se asemeja más al Goehte, con aquel variopinto pasaje de argonautas que distribuyó Blasco entre sus camarotes. En este barco caben todos, honestos y farsantes, cándidos e impostores, humildes ilusos y altaneros fabuladores, laboriosos y soñadores, filósofos y superfluos, entusiastas y aburridos. Estiran sus horas enzarzados en un tango ocioso y desatinado, con cortes, quebradas y pisotones. Sin alardes ni disgustos, nuestro pasajero no le hace asco a ninguna pieza, ni aunque le toque bailar con la más fea. Como que no sería la primera vez.
Y aunque el olvido, que todo destruye
Haya matado mi vieja ilusión
Aprendió en su historia de migraciones encadenadas que cuando se pega la vuelta ni el viajero ni el punto de partida son los mismos. Ambos han comenzado a cambiar en el momento mismo de la separación y al reencontrarse se descubren convertidos en extraños. El regreso no existe. Por eso sabe que de nada le valen aquí pasaportes de hijo pródigo, ni títulos nobiliarios, ni credenciales de pureza de sangre; menos aún arengas dadivosas urdidas exprofeso para granjearse corazones y voluntades. Vuelve porque es su deber, porque los laureles obtenidos en lides pretéritas pesan sobre frente con un mandato damocleano y todo esfuerzo o negligencia para eludirlos serán en vano. Cuando los acordes marcan retorno, el héroe abraza su destino sin preguntas, reservándose las respuestas, entregado por entero al llamado de la acción.
Guardo escondida una esperanza humilde
Que es toda la fortuna de mi corazón
Ya no hay cupo para melodramas gardelianos ni requiebros tangueriles. Ya pasó el turno de los mitos gastados y las leyendas perimidas. Las gastadas proclamas del milagro argentino, las cepas autóctonas, la mística y la gloria probaron su ineficacia a la hora de las batallas.
Lejos de las solemnidades y las idolatrías, lo trae la certeza de que la labor que lo espera es misión de hormiga antes que letanía de cigarra. Dejar atrás las horas sombrías y emprender la remontada una vez más, como tantas veces.
Un susurro con acento de francés errante lo arrulla en la borda mientras el puerto anhelado se perfila inminente. Pongamos que hablo de Zidane. Pongamos que hablo del Madrid.
Zidane explicado a través de Julio Cortázar y Carlos Gardel.
Se nota la mano femenina en la autoría del artículo. Gracias.
(*) Muy acorde la foto ilustrando el texto.
Verdad que sí, esa foto no podía ser mejor elegida!
Gracias por tus comentarios.
"El regreso no existe"...
Cierto, pero yo creo que nunca se fue del todo.
Magnífico relato.
No he podido leerlo sin "cantarlo" mentalmente al ritmo de "Volver".
Qué hermoso comentario. De alguna manera era un artículo con acompañamiento musical. Te confieso que escuché varias veces el tango mientras lo escribía.
No habrá más penales?? Ya no volverán a pitar penales al Madrid? O no habrá mas panales en contra de la Farsa, volviendo a esa espectacular racha de 2 años sin que le pitasen uno en contra???
PD: ahora en serio, gran y sensible artículo. Un saludo.
Gracias por tus palabras.
Sabes que no recuerdo bien, pero creo que el día que comencé a escribir este artículo algo inusual había ocurrido con la administración de penales en La Liga...
Cuando se encuentran el Tango y el Fútbol en la buena literatura se logran piezas como ésta. Un recorrido en los pensamientos y sobre todo en las emociones, poniéndose en el alma del protagonista. Excelente trabajo. Un placer leerlo! Un placer sentirlo!
Me complace haber logrado tanto con tan poco. Hasta tu comentario levanta vuelos poéticos.
Me llamó el título porque me hizo pensar en uno de mis autores favoritos de literatura futbolística: Osvaldo Soriano.
Exquisito.
Vaya! Eso sí que es elogio. Los relatos de fútbol de Soriano son un pilar de la literatura futbolera argentina. Una pena que nunca logré en mis tiempos de docentes que los imberbes aspirantes le tomaran l gusto, siquiera que se tomaran el trabajo al menos de entenderlos.
Gracias por tus palabras. Saludos