La próxima temporada, Nacho Fernández será capitán del Real Madrid.
Me gusta Nacho porque es un magnífico futbolista, y, sobre todo, porque me consta que es aficionado a la lectura. Si bien es cierto que eso no es una virtud por sí misma. Hitler era muy aficionado a la lectura y también un impresentable. Carlomagno era analfabeto y durante su reinado tuvo lugar un renacimiento artístico y cultural en sus dominios.
Leer es —o debería ser— una necesidad tan básica como el respirar o alimentarse. Comer mucho o respirar hondo no hace nadie más inteligente, en todo caso lo convierte en obeso o hiperventilado, que son igualmente males que pueden devenir de un exceso de lectura.
A pesar de ello, siento una enorme afinidad por la gente que lee de manera rutinaria. En ese aspecto, me declaro seguidor de la doctrina John Waters: “si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te lo folles”. Al fin y al cabo, un servidor se gana en gran parte el sustento gracias a los libros, o bien escribiéndolos o bien editándolos; así que cualquier persona que contribuya a la prosperidad de la industria cuenta a priori con todas mis simpatías.
De Nacho me confirman varias fuentes que es aficionado la novela histórica. Maravilloso. No soy capaz de expresar lo mucho que me enorgullece que mi equipo tenga un capitán con esas características, pues me temo que, en general, los futbolistas de élite no leen mucho; o al menos no durante el cénit de sus carreras. No se lo reprocho. Al menos ellos tienen la excusa de fútbol. Hay quien no abre un libro ni por accidente solo porque no le da la gana y eso sí que es triste.
En las fotos de Instagram de los futbolistas con más seguidores casi nunca se ven bibliotecas salvo raras excepciones. Zidane es una de ellas. En cierta ocasión colgó una foto suya vestido con un chándal color berenjena que daba bastante susto. En la mano tenía un libro llamado “El libro de los pensamientos: las bases del bienestar”, de H. K. Suk.
“El libro de los pensamientos” suena a cosa “New Age”, como de vudú hippy. Me encanta. Me imagino a Zidane devorando los libros de Von Däniken en los que se demuestra que las pirámides fueron construidas por hombres de Saturno y dando rienda suelta a su propia teoría zidaniana: las pirámides no las construyeron los extraterrestres sino Florentino Pérez después de dibujar el boceto en una servilleta.
Luka Modric nunca colgó en Instagram fotos con un libro en la mano, que yo sepa, pero me imagino su biblioteca llena de novelas de aventuras: Verne, Salgari, London, Dumas… Lo veo leyendo en su cama por las noches cubierto bajo una sábana y alumbrando las páginas con una linterna para no despertar a nadie, incapaz de irse a dormir hasta que saber qué ocurre en la siguiente página. Lukita tiene cara de mosquetero y cada vez que salta al campo es como un Tigre de Malasia navegando por los mares de Borneo. A Toni Kroos, en cambio, me lo veo releyendo “Siddharta” de Hermann Hesse en una mano, el “Ulises” de Joyce en la otra y escuchando a Cortázar en audiolibro. Y aún le queda sitio en la cabeza para ir pensando en cómo ordenará el centro del campo en el próximo partido del Real Madrid.
En Ruddiger veo un devoto lector de Lovecraft y Poe; a Valverde le va la fantasía épica y piensa en pasajes de Steven Erkison cuando galopa el Bernabéu como un rohirrim en los Campos del Pelennor; en Camavinga late el corazón de un aficionado el thriller puro, de los que cualquier novela por debajo del nivel de Dashiell Hamett o Raymond Chandler les parece Pippi Calzaslargas. Camavinga con gabardina infunde más respeto que Humphrey Bogart en “El Halcón Maltés.” Y me resulta imposible ver a David Alaba y no imaginarlo asiduo lector de Jane Austen, sonriendo ante las desventuras del pobre señor Bennet para casar a sus hijas; lo que tampoco resulta extraño pues quien no haya sonreído alguna vez al leer a Jane Austen mejor que reclame al Cielo, porque Dios le debe un alma. Bellingham, que es un chiquillo, debe andar todavía terminando el último de Harry Potter, no le reventemos el final, y Vinicus tiene su cuarto lleno de cómics y se los intercambia con Rodrygo mientras alternan lecturas de Twain, que ambos son Tom Sawyer y Huck Finn pasándoselo de miedo en el Bernabéu.
me declaro seguidor de la doctrina John Waters: “si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te lo folles”. De Nacho me confirman varias fuentes que es aficionado a la novela histórica. Maravilloso.
Se dice que, en cierto café de Madrid, un grupo de universitarios se burlaban a costa de uno de los otros clientes: un anciano que leía tebeos con la avidez de un niño. Un camarero veterano les reprendió: “sepan ustedes que ese caballero del que se están riendo por leer tebeos es don Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de medicina y padre de la neurociencia.” Le gustaban los cómics. Igual que a Vini y Rodrygo. Y probablemente igual que a Courtois, que tiene rasgos de personaje de Tintín. En cuanto Ancelotti, algo me dice que cuando se va de viaje siempre lleva en la maleta un ejemplar de John Grisham, Tom Clancy, Robert Ludlum o algo en ese estilo; que son libros muy de padre de familia en vacaciones.
Pero todo esto, en fin, no son más que simples conjeturas. Lo que sí sé con toda seguridad es que Nacho, nuestro nuevo capitán, es aficionado a las sagas de Santiago Posteguillo, que es un autor que escribe novelas sobre la Antigua Roma de tal grosor que algunas compañías aéreas obligan a facturarlas.
Que Nacho disfrute con tales lecturas es una buena noticia. Viste mucho tener un capitán que sabe lo que son los “idus de Marzo” y ese tipo de cosas. En cuanto a capitanes madridistas se refiere, a Sergio Ramos le decías “idus de Marzo” e igual pensaba en los carnavales de Cádiz, y Benzemá mucho me temo que, de un tiempo a esta parte, siente poco interés por cualquier suceso anterior al año 622, que es el de la Hégira. Tal vez el único capitán reciente del Madrid más o menos familiarizado con el concepto de “Idus de Marzo” haya sido Raúl, por diversas razones.
Yo creo que Nacho no solo es un lector voraz, también tengo el pálpito de que sería un magnífico editor. Un editor es alguien que trabaja en silencio para mejorar un texto. No busca reconocimiento ni lo necesita, tan solo le basta con hacer bien su trabajo para que la novela esté perfecta cuando salga al mercado.
Nacho lleva haciendo lo mismo por su equipo desde hace años. Cuando, durante un partido, al Real Madrid se le descosen las líneas de defensa y la trama se le va a hacer puñetas, cuando los jugadores se convierten en personajes vacíos y sin una clara motivación, cuando el argumento decae y se convierte en ramplón, predecible y abocado a un final insatisfactorio; siempre puede confiarse en Nacho Fernández para que salte al césped y arregle el desastre sin que nadie lo note, como haría un buen editor.
La Galerna, esta santa casa cuyo lema es “madridismo y sintaxis”, debería otorgar a Nacho, el futbolista editor, el rango de cofrade futbolístico. Ya va siendo hora de que los madridistas empecemos a darnos cuenta del gran privilegio que supone tener un capitán que sabe arreglar los renglones torcidos de un texto sobre el terreno de juego
Por supuesto que hay novelas tan malas que ni el mejor de los editores puede salvarlas, pero se dejará la piel en ello porque ama su oficio. Igual que Nacho en un mal partido de su equipo. Otras novelas, en cambio, son joyas en bruto que necesitan de un discreto un pulido para brillar como merecen. No recuerdo la de veces que habré visto a Nacho sacar oro de partidos donde otros solo veían fango. Sí me es más fácil en cambio recordar cuántas veces esa labor no ha recibido más que un tibio reconocimiento porque, a fin de cuentas, se supone que Nacho solo estaba haciendo su trabajo. Solo “cumplía”. Un trabajo que consiste, ni más ni menos, en empeñar el alma y el corazón para que el Real Madrid sea un best-seller y no un fanfic. Nada, poca cosa.
La Galerna, esta santa casa cuyo lema es “madridismo y sintaxis”, debería otorgar a Nacho, el futbolista editor, el rango de cofrade futbolístico. Ya va siendo hora de que los madridistas empecemos a darnos cuenta del gran privilegio que supone tener un capitán que sabe arreglar los renglones torcidos de un texto sobre el terreno de juego. Desde estas líneas, querido Nacho, de lector a lector y de editor a editor, te deseo mucha suerte portando el brazalete más pesado del mundo. Sé que no solo vas a cumplir. Lo vas a hacer de puta madre.
Getty Images y Mont Blanc
Justo ayer estaba leyendo-aprendiendo sobre lo que realiza un editor. Y , también, reflexionando
sobre la pérdida del hábito de la lectura. Las diabólicas maquinitas han enganchado tanto...
Recordé aquella frase del otro gran maestro argentino (coetáneo de Julio Cortázar), Jorge Luis Borges: "Que otros se jacten de los libros que han escrito. Yo me enorgullezco de los que he leído". Ambos dos, madridistas; seguro.
Nacho ,también madridista , una demostración de que ser un futbolista prodigioso no está reñido con el interés e inquietudes culturales.