“¡Comienza el partido! Apenas han transcurrido unos segundos cuando recibe la pelota un jugador local y el público le dedica una sonora pitada…”. El momento recreado refiere, como casi todos los lectores habrán identificado, al estadio Santiago Bernabéu. No se trata de la descripción de un partido en concreto sino de una actitud que define el perfil de un público que se ha caracterizado por la dureza hacia sus propios jugadores.
Aunque un estadio es tan diverso como cada uno de los aficionados que lo componen y generalizar siempre acarrea injusticias, la severidad de la que ha hecho y hace gala gran parte de la grada madridista ha sido lo suficientemente importante y continuada como para que el imaginario futbolístico se la atribuya a la mayoría.
Pese a que hay teorías que sostienen que esta tendencia es relativamente reciente, una revisión del pasado -a través de la hemeroteca- nos invita a replantearnos si esta dinámica no ha sido una constante a lo largo de la historia del Real Madrid.
En el año 1952, Miguel Muñoz, siendo jugador de la primera plantilla, protestaba airadamente por la conducta del público, tachándola de inapropiada y estéril:
“Nosotros, en Chamartín, cuando se nos chilla nos encogemos más que el contrario. ¡Qué tengan esto en cuenta los seguidores!”
Un año más tarde, en febrero de 1953, el entonces capitán del Real Madrid volvía a incidir en la misma línea:
“Fuera de casa tiro a gol y nadie me grita; hago mal un pase y no me abronca. En Chamartín tiene que estar uno pendiente del público, y a veces se quitan las ganas hasta de jugar. En resumen, que sale uno más tranquilo en provincias".
Su óptica como entrenador no pareció cambiar su opinión. En 1970, al consultarle los periodistas por una mala primera parte del equipo, respondía:
“Y lo que no me explico todavía es cómo no salió peor la segunda… Pues no parecía sino que los que se llaman partidarios del Madrid estaban deseando su derrota.”
De ese mismo partido contra el Elche, Velázquez sentenció:
“El público nos animó tras el segundo gol. Así también anima mi tía”.
Esta manera de animar fiscalizando también encontró oposición por parte de la planta noble. En septiembre de 1965, Santiago Bernabéu admitía:
“Estos chicos juegan mejor fuera que dentro de casa. Son buenos y lo han demostrado; pero el público les perdona pocos fallos. Hace falta animarles, porque así ellos se crecen. Yo creo que en este campo juegan más cohibidos que fuera".
El histórico presidente detallaba, en otra entrevista concedida en mayo de 1960, el grado de presión que ejercía su público, hasta el punto de que el mismo Di Stefano le transmitió su reparo a recoger el trofeo del Balón de Oro sobre el terreno de juego, por miedo a recibir una pitada del Bernabéu, debido al bache que pasaba el equipo en Liga. Don Santiago le alentó a no preocupase, ya que el público madridista -según le explicó al argentino- sabía distinguir entre ese trofeo o la Copa de Europa y la Liga. Y así fue.
Las causas que propician estas insistentes pitadas son tantas que resulta difícil precisar un patrón común. Se pita -como parece razonable- la desidia. Pero también se silba el bajo rendimiento, ya sea sostenido o un error puntual. En ocasiones, se reprocha el egoísmo en la jugada. Otras, la decisión del entrenador. Y, cómo no, hay silbatinas por la fobia hacia ciertos jugadores -por causa de origen o por que hagan competencia a los favoritos- con frecuencia alentadas por la prensa. Es decir, el pito no sólo es reactivo y espontáneo, sino que, no pocas veces, es premeditado y viene ya soplando desde casa.
Si echamos una mirada atrás, llegaremos a la conclusión de que casi nadie se ha librado de la música de viento del Bernabéu: desde estrellas mundiales como Alfredo Di Stefano, Zidane, Ronaldo Nazario o Cristiano Ronaldo, a jugadores por consolidarse como Gago, Illarramendi o Danilo; desde extranjeros como Samuel, Emmerson o Khedira, a españoles como Juanito, Reyes o Ramos, o canteranos como Michel, Guti o Casillas.
Pero, en cualquier caso, la cuestión es dilucidar si esa medida ha servido en algún momento para algo. A tenor de los testimonios detallados anteriormente, por parte de los afectados, parece que no. Sin embargo, para un sector del madridismo dicho acoso no solo no es pernicioso sino que además supone la clave del éxito del Real Madrid. Es decir, la entidad madridista –sostienen– es la más laureada del mundo gracias a la severidad de su público, el verdadero garante de una exigencia continuada. Según ese relato, los silbadores en realidad no castigan al jugador sino que lo curten, lo preparan para alcanzar un nivel de competitividad superior. Y si no supera la prueba, es decir, si sucumbe a los silbidos, es porque no tiene madera para ser jugador blanco.
Lo cierto es que dicha teoría resulta difícil de justificar. Por un lado, que el público haya mantenido y hasta intensificado su vigilancia en la última década, no ha impedido que hayamos sido testigos de no pocas derrotas por un exceso de relajación que se han traducido en la pérdida de títulos. Por lo tanto, no parece existir una relación entre el silbido, o la amenaza del mismo y la tensión competitiva.
Por otro, hay jugadores de todo tipo de caracteres. Hay a quienes, directamente, no les afecta nada que les silben, les da igual y ni lo disimulan. Hace años, cuando Marcelo fue cuestionado por la silbatina con la que estaba siendo asediado, desde hacía semanas, el brasileño respondió, entre risas, que a él los pitos se la traían al pairo. Una postura muy similar a la de Karim Benzema, que esta misma semana fue víctima de la ira del Bernabéu, lo cual no impidió que al día siguiente colgara, en las redes sociales, una foto en mitad de un ambiente festivo, completamente ajeno a esa campaña. No se entiendan estas actitudes como una falta de profesionalidad, sino a una capacidad de abstracción, o al convencimiento de que esos pitos no pueden alterar su conciencia. Una indiferencia similar a la que certificaba el mismísimo Santiago Bernabéu en declaraciones realizadas en 1953:
-Se pudiera decir que el público del Madrid no tiene, como en otras partes, la suficiente paciencia para esperar que se hagan los jugadores.
-¿Ha sido usted silbado al perder el Real Madrid en Chamartín?
-No me acuerdo. A lo mejor me han silbado, pero no me he dado cuenta.
En cambio, sí que hay jugadores que son sensibles a los pitos pero en clave negativa, ya sea porque les provoca una presión que no consiguen soportar o bien porque les encrespan, como le sucede a Cristiano Ronaldo, al que sería ridículo, a estas alturas, someter a ningún proceso iniciático.
Es difícil demostrar, por tanto, algún caso de futbolista del Real Madrid que haya mejorado su rendimiento gracias a los pitos de la afición, pero aún cuesta más creer en esta tesis cuando el ejemplo más repetido, por parte de sus defensores, para certificarla es el de Zinedine Zidane. El astro francés fue pitado en su primera etapa en el Real Madrid, un trato al que Zizou consiguió reponerse alcanzando un gran nivel. Según los partidarios de esa teoría, el motivo del gran rendimiento del francés fueron los pitos del Bernabéu que consiguieron afinar su fútbol. Sus actuaciones anteriores en la Juventus, a la que llevó a las cotas más altas, o con la selección francesa, a la que lideró para ganar un Mundial y una Eurocopa, parecían no haber sucedido, puesto que la causa real de que Zinedine jugara como los ángeles –según esta corriente– radicaba en los socios curtidores, sin los cuales difícilmente se hubiera convertido en el futbolista que fue.
Los propios jugadores rivales son plenamente conscientes de esta relación viciada entre algunos aficionados blancos y sus jugadores. En el año 2015, el futbolista del Rayo Vallecano, Roberto Trashorras, reconocía, en entrevista televisiva a pie de campo, que en la charla técnica habían planteado la posibilidad de aguantar el resultado porque sabían que de esta forma el público del Bernabéu acabaría cargando contra los jugadores blancos. Su compañero Amaya lo ratificó al salir del vestuario: “Queríamos aprovechar el ambiente que tiene el Bernabéu con el Madrid”.
Los rivales son plenamente conscientes de esta relación viciada entre algunos aficionados blancos y sus jugadores
En consecuencia, cabe refrendar que gran parte del público del Bernabéu arrastra, históricamente, una inercia al silbido fácil y deliberado en contra de sus jugadores. Pero que dicha conducta ni supone la base de la esencia irreductible del Real Madrid –luchar hasta el final– ni en menor grado constituye una ayuda de ningún tipo, más bien al contrario. Sí parece más razonable admitir la conveniencia del silbido puntual y aislado en contra de la falta de actitud, pero nunca de forma sostenida y premeditada, como es el caso. La tesitura es tan sencilla como que el deseo del aficionado es que su equipo gane y que silbar a tus propios jugadores, sencillamente, dificulta esa ambición.
En declaraciones efectuadas el 27 de mayo de 1960, don Santiago Bernabéu aseguraba que el factor decisivo para ganar las cinco Copas de Europa fue la actitud del público del Bernabéu que apoyó incondicionalmente al equipo, cosa que no había sucedido en Liga:
“El público es el que marca. A los chicos les gusta jugar esta Copa. Es un clima más amable. No les insultan”.
Bien haría ese sector del madridismo en cambiar la tradición.
Tuve un padre y ahora tengo un hijo que son el perfil clavado del madridista al que no le gusta el Madrid. En los años de vida que compartí con el primero, jamás le escuché hablar de un partido en el que el Madrid hubiera jugado bien. Si acaso algunas partes de algunos partidos de las copas de Rial, Puskas, Gento y Di Stefano. Mi hijo ha salido a él. El Madrid nunca juega bien, los mejores jugadores son los que se van o los que fichan por otros, el Madrid nunca juega bien y de los árbitros no nos podemos quejar.
Ellos, como muchísimos otros, son los que te afean si gritas animando al equipo, los que prácticamente te echan del asiento si gritas contra una decisión arbitral, los que se enfadan si no aplaudes una jugada del rival o los que te ridiculizan si elogias a un jugador madridista. Por supuesto, te acusan de ser ciego, de ser un fanático, de no ver la triste realidad: que el Madrid, por mucho que gane no juega perfectamente, no marca todos los goles que debe, no deja siempre la portería a cero. En fin que el Madrid no está nunca a la altura de lo que ellos tienen en la cabeza que es el Madrid y que aún no sé muy bien qué diablos es.
Nunca he comprendido a estos madridistas callados, siempre serios, que confunden la exigencia con el desprecio soberbio hacia un grupo de profesionales y hacia una institución que, después de todo, a menudo les dan las únicas alegrías de la semana. Gente para quien la plantilla del otro siempre es mejor, para la que cualquier rival es peligroso (antes: después son una banda de amateurs cargados de peso o de años o de ambas cosas) y para los que el Madrid nunca es favorito a pesar de ser el equipo más laureado de la historia.
Hace tiempo que no voy al Bernabéu. En casa puedo ser del Madrid disfrutando.
Sé de qué hablas porque tengo un hermano así... pero lo achacaría más a una forma de ser de los españoles, estúpida a mi parecer. Y no sólo ocurre con el deporte, sino con todo en nuestra vida. Una mujer me decía que no entendía cómo no salíamos a la calle a protestar por la situación económica y social que estamos viviendo... nos gusta quejarnos, pero si te piden que des la cara, miras al de al lado para que te eche una mano, porque tú no estás por la labor. Seguro que si les preguntas a los que pitan los jugadores de R. Madrid qué habría que hacer, la mayoría te diría vaguedades o sinsentidos que escucha en la radio, pero razonamientos con sentido, ninguno, seguro... y no voy al estadio porque no vivo en Madrid y no me lo puedo permitir, prefiero verlo en casa... cuando alguien me dice de verlo en grupo en un bar... uff, quita, quita, porque sé lo que va a suceder. No necesito que nadie me explique lo que estoy viendo, estilo Segurola.
En este tema siempre me hago la misma pregunta, los aficionados que dicen ser de mi equipo y, en lugar de aplaudir y animar, se dedican a criticar, pitar, menospreciar,... a nuestros jugadores (en muchos casos apenas tienen 20 años) trasladan esa exigencia a su vida personal y profesional, imagino que son unos auténticos cracks en sus puestos de trabajo y sabrán lo que es tener a un elevado número de personas silbándoles, si cometen algún error. Rozando la perfección en su desempeño sin mácula.
El público del Bernabéu es, en general, una rémora para el Madrid. Y encima, tiene la desvergüenza de atribuírse los triunfos del equipo, a los que no contribuye en nada.
"[...] el pito no sólo es reactivo y espontáneo, sino que, no pocas veces, es premeditado y viene ya soplando desde casa".
Exacto.
Riguroso análisis, como es usual en el autor. Esperemos que sirva para ir cambiando poco a poco la tendencia
Este es el aspecto más feo del R. Madrid muy a su pesar. Soy pesimista respecto a que la gente cambie. El que pita por norma no va a dejar de hacerlo.
Si se pudiera hacer el campo más grande (que va a ser que no) habría que dejar entrar a gente nueva y con ganas de apoyar a su equipo.
Los que tienen un asiento en el Bernabéu no saben la suerte que tienen.
No estaría mal hacer más grande la grada de animación. Y si no fuera una locura, era para aumentar el número de socios y sortear los asientos cada año. Así iban a espabilar los que van allí a dar la serenata incordiante con su insatisfecha e irreal búsqueda de la perfección. Es que este fenómeno da para un estudio psicológico-sociológico...
Este club no merece a esos aficionados y el resto de la afición, entre la que me incluyo, tampoco.
Que entre aire fresco, por favor!
Buenas noches he leído con sumo interés el artículo del Sr. Collins, donde hace un relato histórico y
a la vez actual, de la psicología del madridismo, en mi opinión -ojo- parte del problema se debe a la
ideología y a la posición social de cierto sector de la feligresía que se reúne en el Bernabéu, los
días de partido, no se si mayoritario o no, cuando el equipo juega la Copa de Europa el Madrid se
representa a si mismo y para este sector del madridismo al Estado Español, cosa que no sucede
cuando jugamos contra el Getafe o el Betis, por poner dos ejemplos cualesquiera, algo que como
bien nos cuenta el Sr. Collins, ya atisbo D. Santiago en 1960, cuando hablo de la ideología
me refiero al desaforado españolismo de este sector de la afición que le hace poner los intereses
de la selección y de la representatividad del Estado por encima de los intereses del propio club
tenemos un ejemplo precioso, en el último partido de la selección en el Bernabéu, donde parte
de la afición blanca se dedico a animar a Piqué, después de que la liga pasada nos insultase, nos
provocase, nos chuleara y nos enmierdara con reiteradas declaraciones llenas de mentiras
medias verdades y milongas, aun así, esta parte de la afición puso los intereses de la selección
por delante de los del propio club. Sobre la otra parte de mi explicación, la que hace referencia al
origen social no me voy a extender mucho sobre ello, porque D. Antonio Valderrama ya lo hizo
mucho mejor que yo el 11 / Julio / 2015 en un excelente artículo publicado ese día en La Galena
nada más iniciada esta su rodadura. Contra el madrileñismo se llama este articulo que
Comunero les recomienda encarecidamente.
Saludos blancos, castellanos y comuneros
Saludos Comunero, en general estoy de acuerdo con su comentario, pero un par de puntualizaciones. No es el mismo publico en partidos de liga que en partidos de CL, hay muchos mas socios abonados en partidos de liga, mientras que en partidos de CL hay mas entrada de publico general.
Tengo serias dudas de que fuera mayoría el publico madridista para ver a la selección, la selección tiene poco tirón entre el madridismo, como siempre seguimos las selecciones (cuando no queda otra posibilidad sino seguir que hacen las selecciones nacionales) seguir donde están nuestros jugadores, ahora en la de España están destacando Isco y Asensio, así que se tendera a mirar que hacen, pero ídem Portugal con Cristiano, ver que tal les va a los croatas, alegrarse de que Keylor se sigue saliendo con Costa Rica etc.
Aunque no niego que hay madridistas muy de la selección nacional, pero la mayoría tememos al virus FIFA... y evitaríamos este tipo de torneos si pudiéramos.
Entiendo que los que van a pitar al campo a sus propios jugadores, son esos que de esa forma se sientem "dueños" del equipo, en sus alucinaciones logran creerse "importantes" y que tienen "un poder" que en sus vidas rutinarias ni huelen.
Para mí los que van a pitar a los de su (supuesto) equipo, que deben ser los mismos que salen del estadio 10 minutos antes de que acabe el partido para "no pillar tráfico", son unos tarugos con vidas grises. Y ya.
Es mi primer comentario en esta gran web, así que espero no quedar muy mal, ya que leyendo comentarios el nivel es increíble.
Yo estoy más con la tendencia que manifiesta que en partidos Champions el ambiente es de gente que normalmente no van al Bernabéu, es decir, no hay tantos socios y abonados como en los partidos de Liga, y son gente que van más a disfrutar y animar que a silbar al equipo de tus colores.
Yo no resido en Madrid ni cerca, pero tuve la fortuna de acudir al Madrid-Atleti de Liga en abril, y un mes después al Madrid-Atleti de ida de semis de Champions, y son 2 mundos totalmente opuestos. El partido de Liga la gente animaba, silbaban, se veían bastantes camisetas de colchoneros por mi zona, pero la tendencia general era el silencio o silbidos a la mínima; en cambio el martes 2 de mayo fue una auténtica simbiosis entre equipo y afición.
PD: También debo puntualizar que el de Liga lo de vi en 3er anfiteatro de Fondo Norte y el de Champions en Tribuna en Fondo Sur. Personalmente de los mejores momentos que he vivido en un estadio fueron ese día
"Y, cómo no, hay silbatinas por la fobia hacia ciertos jugadores -por causa de origen o por que hagan competencia a los favoritos- con frecuencia alentadas por la prensa. Es decir, el pito no sólo es reactivo y espontáneo, sino que, no pocas veces, es premeditado y viene ya soplando desde casa."
ese es el principal problema pero ¿cómo combatirlo? Primero convenciendo a toda esta gente que el enemigo está en los medios, no en nuestro vestuario.