La controvertida cuestión del mostacho en el Bernabéu, cuando menos, tiene bigotes. Tan es así que la propia expresión- tener bigotes- traslada a los años 70 a las nuevas generaciones de hinchas-millennial, más acostumbradas al estilo ‘steam-punk-caponata’ de la cresta de Neymar o al moño-samurái de Gareth Bale. Vivimos tiempos confusos en los que hemos llegado a ver a Leo Messi de platino cual replicante que ha visto arder galaxias más allá de Orión.
Y nos duelen los ojos.
El caso es que hubo un tiempo en que el bigote sobre el césped era sinónimo de ‘testiculina’. Hubo un tiempo en que un calvo con bigote era el paradigma de la metrosexualidad.
Lo del mostacho es una cosa peliaguda. Antes se decía “eres más raro que un torero con bigote”. Pero nunca se decía eso de un futbolista. Hoy ha caído en desuso. Ni siquiera grandes madridistas como Aznar, que ha acabado con un bozo de dispersión, lo mantienen como mandan los cánones.
Hoy saludamos al movimiento Movember y lo hacemos madridista porque desde que las mocitas madrileñas acuden a Chamartín el Real Madrid ha sido tan trendy como siempre.
Hoy saludamos al movimiento Movember y lo hacemos madridista porque desde que las mocitas madrileñas acuden a Chamartín el Real Madrid ha sido tan trendy como siempre.
Éste es un homenaje a esa época en la que los bigotes blancos– no los kilos, ni la altura, ni los colmillos- determinaban la fiereza de la última línea defensiva del Bernabéu. Una era en la que goleadores bien educados asesinaban a porteros rivales por Chamartín, con la diligencia propia de un funcionario con maletín paseando por Oxford street con su bigotito bien puesto.
Es Movember, nuestros bigotes impregnados de merengue y yo con estos pelos.
PORTERO Mariano García Remón
Empezó barbilampiño, pero después de 15 temporadas en el Real Madrid acabó siendo un tipo peludo, bigote y cabellera Bee Gee incluida. Gracias a él estuvimos Staying Alive en el partido número 100 del Real Madrid en Europa. Jugamos ante el Dynamo de Kiev en un lugar recóndito llamado Odesa, en cuyas noches de invierno los pezones son capaz de rasgar cristales. Donde el grajo vuela bajo y con Mariano a seis grados bajo cero empatamos a cero. García Remón tenía 22 años y pasó tanto frío que se dejó crecer el pelo. Fue la gran noche del Gato de Odessa. Desde entonces, revolución capilar felina, este gato no ha soltado ni un pelo.
CENTRAL Gregorio “Goyo” Benito
Tenía bigote, sí, pero qué pelazo. Duro como el acero. Toledano, por supuesto, como su estirpe, representa el último eslabón perdido de la Furia Española, en el Pleistoceno del tiki-taka y demás horteradas. Apodado Hacha Brava, el Bernabéu en un alarde de ingenio proto-pipero le cantaba “Benito, saca el hacha”. Todavía resuenan los ecos de sus furibundos duelos con el indio Cacho Heredia. Al que, antes de encajar ningún gol, habitualmente reducía precisamente a eso. A cachos.
CENTRAL Ricardo Rocha
Central brasileiro de aciago destino tal y como parece anunciar su larga melena mundialista a medio camino entre Farruquito y el Cártel de Cali. No en vano, ni su bigote fue capaz de evitar que anotara un gol en propia meta en la hecatombe blanca del Heliodoro Rodríguez López a manos de Pierre Luigi Cherubino y compañía. Cuenta la leyenda que en su contestador automático sonaba menos samba e mais traballhar, un clásico de ayer, de hoy y de siempre. Como su bigote, que sigue marcando tendencia allá en el Rancho Grande.
LATERAL IZQUIERDO Paul Breitner
Españoles, Franco ha muerto. Un año antes, un maoísta declarado, admirador del Ché Guevara y Ho Chi Min aterrizaba en Concha Espina. Paul Breitner, el denominado Kaiser Rojo, también revolucionó el cotarro. Más allá de los bigotes: su pelo a lo afro no solo adivinaba la Movida que vendría, sino que ya entonces desataba las más libidinosas fantasías de las mocitas madrileñas. Ellas seguían alegres y risueñas, pero no porque jugara su Madrid, sino porque iban a ver cómo su aguerrido bávaro sudaba en la banda.
LATERAL DERECHO Antonio García Navajas
Procedente del Burgos jugó una final de la Copa de Europa con el 10 a la espalda. Pero con ese apellido sólo se puede ser defensa. A ser posible, navajero. Y de Albacete, aunque Antonio, ilustre representante del Real Madrid de los García, fuera de Posadas, Córdoba, donde son típicas las sopaipas. Sopaipa que conservó en la final de la Copa de Europa de 1981 cuando junto a sus compañeros de zaga no fue capaz de matar a Kennedy. El que sí lo hizo fue Mourinho décadas más tarde, justo después de asesinar a Manolete. El torero, no el colchonero.
MEDIOCENTRO ‘Bernardo’ Schuster
Para Special One, Bernardo. El mismo tipo que celebró la copa del Barça de 1983 ante el Real Madrid haciendo cortes de mangas como un poseído, y festejó desde el banquillo una liga madridista haciendo una butifarra en el Sadar. Hombre de contradicciones. Jugó en el Barça, el Madrid y el Atléti. E incordió en todos lados. Le tocaron los nísperos y renunció a la selección alemana. A lo que nunca renunció fue a su bigote. Y a su corte de pelo. Tan es así que confesó que durante muchos años importó a su peluquero de Alemania. La razón: un día acudió a Llongueras y pensó que le iban a cortar las orejas. En los 80 los niños lucían peinado tazón. A lo Schuster, decían entonces en las peluquerías.
MEDIOCENTRO Uli Stielike
"Hay que fichar a ese que tiene tanta mala leche". Y ya se sabe que lo que decía Don Santiago Bernabéu iba a misa. Fue su último fichaje. Y mala leche debía tener para que el corte de mangas de Bernardo en el 83 fuera dedicado a Uli. Stielike ficha por el Real Madrid en 1977. Eficaz motor diesel de ingeniería alemana, su mostacho evocaba al de los fornidos mecánicos que ajustaban tuercas de submarinos en la II Guerra Mundial. En 1986, Stielike haría famoso al Neuchatel. El motivo, un escupitajo de su excompañero Juanito, cuando el alemán jugaba con el equipo suizo. Es un desequilibrado, dijo Uli. Antes había correspondido al salivazo del malagueño con una patada sabor Mönchengladbach.
MEDIAPUNTA/INTERIOR Rafael Martín Vázquez
El Marco Polo español. Pelín bohemio para la Quinta del Buitre de Pardeza y Manolo, entre otros. Tenía mucha clase pero sudaba menos que el cyborg malo de Terminator 2. Al final se marchó del Real Madrid por una cuestión de pelotas, algo recurrente cuando se negocia una renovación con don Ramón Mendoza. Así, como Pepe se fue a Alemania tras la posguerra, Martín Vázquez fichó por el Torino. El extranjero mejor pagado del Calcio no triunfó tras los Alpes. Mucho frío. Tanto, que desde entonces se le cayó el bigote y dejó de ser el Adonis capilar que era.
INTERIOR Pirri
Si les hablamos del doctor José Martínez Sánchez probablemente piensen, queridos galernautas, que hemos inaugurado la sección para Saber Vivir de La Galerna. No obstante, si les hablamos de Pirri la cosa cambia. El bigote te brota de golpe si saltas por primera vez al Bernabéu con 19 años en sustitución de un tal Puskas. Gurús de lo astrofísico, videntes y físicos biomoleculares identifican en el bigote que lució Pirri durante tantas temporadas el secreto de su fuerza. Sansón-Pirri jugó una final de Copa con la clavícula rota. Y otra más en Europa. La Recopa. El remostacho. Una vez Pirri retirado, su bigote debería exhibirse disecado en una vitrina del Museo Bernabéu. Nobleza de mosquetero ceutí obliga.
DELANTERO Federico Revuelto
Este es para nota. Delantero guatemalteco que fue miembro de la primera plantilla merengue en el año en que se fundó el Real Madrid, 1902. Ya ha llovido. Nadie sabe ni cómo ni por qué el Sr. Revuelto y su mostacho victoriano digno del Dr. Watson llegaron a la meseta. Cosas de la era analógica. Lo que sí recuerdan los más ancianos del lugar -y Alberto Cosín, claro- es que el guatemalteco con bigote de lord inglés fue decisivo en las cuatro Copas que ganaron los blancos entre 1905 y 1908. Se hizo tan querido en la Casa Blanca que una vez retirado en 1922 pasó de la Junta Directiva a ocupar el Despacho Oval de forma interina. Su breve mandato se sustenta en la cruzada que emprendió -sin éxito- para que la RAE eliminará la tilde en la u de futbol. Hay que tener huevos. Revueltos, claro.
DELANTERO Amancio Amaro
Sólo los elegidos por la varita del dios del fútbol pueden permitirse lucir un fino mostachillo estilo Cantinflas y seguir siendo tan sexy como somos los madridistas. Lo normal es parecer un adolescente con una carpeta forrada por medianías de Superpop al salir de clase. No es el caso de El Brujo, Balón de Bronce en 1964 y hechicero de las jugadas, goles y regates más inverosímiles. No te quieres enterar que Amancio es al Real Madrid ye-ye lo que Gento a las Copas de Europa.
ENTRENADOR Vicente del Bosque
Tan campechano como su bigote, quizá el joven Vicente soñaba con ser campeón del mundo. Lo que nunca hubiera podido imaginar es que llegará a ser marqués. Ni mucho menos hacerse acreedor del Nabo de Oro que concede la localidad asturiana de Foz del Morcín. Con tanto nabo dorado y casi tantos títulos como la Duquesa de Alba, la insignia de oro y brillantes del Real Madrid casi parece de todo a cien. Tras su gloriosa etapa en la selección algunos quieren postularlo a ministro de Asuntos Exteriores. O Papa.
En mi imaginario emocional destacan, por su estética, los bigotes de Carme Barceló. Manolo Sanchís hijo y Adolf Hitler. Son lo más.
Ico Aguilar, otro bigotudo ilustre.
El bigote, moustache, siempre añade o quita algo a la persona, sean o no jugadores. El artículo nos ilustra muy bien de tantos y tantos jugadores que llevaron bigote con orgullo y gallardía. Es interesante el artículo por todas las curiosidades que nos aporta. Chapeau.