Cuando el Madrid fichó a Hugo Sánchez, la delantera blanca era cosa de dos veteranos de acreditado sacrificio y compromiso con el gol, Valdano y Santillana, y un candidato, de nombre Emilio, destinado no sólo a marcar una Quinta, sino una era.
Corría el verano del 85, el de Mendoza, prólogo de las cinco Ligas consecutivas. El delantero cántabro, con 13 campañas de servicio en Chamartín, iniciaba entonces una etapa diferente, que dicen los bienintencionados. Su hábitat natural, el espacio aéreo de las porterías, se lo iban a cambiar por el frío incómodo de los banquillos, esos lugares confusos donde uno no sabe si hablar o callar, si mantener el rictus serio o animoso. Su experiencia en mil batallas sería un botín impagable para los jóvenes que comenzaban a coger los mandos de la nave.
No estaría solo en su nuevo papel de tutor de vestuario y revulsivo de lujo. Un año antes, el socio con el que se entendía con sólo una mirada, Juanito, ya era un fijo en la suplencia. Los tiempos cambiaban, pero los sempiternos del minuto siete se resistirían a la categoría de comparsa.
Algo semejante sucedió en los últimos años con Modric y Kroos, cuya sola escritura conjunta merece si no una reverencia, al menos una pausa. La edad y los nuevos tiempos del balón, tendentes a un fútbol que retorna a la velocidad y la fuerza, orientaron la cartera del Madrid hacia jugadores del tipo Camavinga y Tchouaméni para organizar el relevo del mejor centro del campo de la historia moderna.
Nadie les dice a las estrellas cuándo desaparecer, sólo la propia naturaleza. Y así debería ser con leyendas como Modric, que más allá de los amagos, pases, goles y felicidad que aun regale, se ha ganado por derecho el privilegio de decidir su retirada
El alemán, que sigue recolectando lágrimas de nostalgia —y las que quedan— aguantó en el once una campaña más que Modric, que jamás ha perdido el favor del público, pero sí el de su entrenador para los momentos de la verdad. Existen pocos futbolistas con la capacidad de engañar a la estadística y convertir la edad en un mero dato. Y muchos menos que no sólo susciten el halago en casa, sino que recolecten aplausos en todos los territorios enemigos.
Santillana, después de tres años en el banco y con 35 en su DNI, decidió, de mutuo acuerdo con el club, que era el momento de partir. Nadie les dice a las estrellas cuándo desaparecer, sólo la propia naturaleza. Y así debería ser con leyendas como Modric, que más allá de los amagos, pases, goles y felicidad que aún regale, se ha ganado por derecho el privilegio de decidir su retirada.
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De acuerdo con que una leyenda decide hasta cuando estar y todo eso... hasta cierto punto, el Madrid de el que debe decidir en última instancia SIEMPRE, sea quién sea y caiga quién caiga, luego ya cada aficionado pensará si debe seguir un año más o no, si Nico Paz se sigue curtiendo un año más en otro club (o el mismo en el que está) y puede volver al Madrid luego por la opción de recompra que tiene pues ahí ya tendría el Madrid un sustituto asegurado.
Era muy joven, pero recuerdo que el bueno de Charlie Santillana no aceptó un partido homenaje, sino que se retiró en el último partido de la Liga 88 al pie del cañón.