Zidane es un misterio. Un articulista consecuente daría por acabado el artículo con esta primera frase, porque si lo que dice es cierto, diga lo que diga de ahí en adelante tendrá que volver al mismo punto. Pero en materia de fútbol jamás he leído a un articulista consecuente y yo no pienso ser el primero, no sea que me endilguen un premio.
Ya lo era como jugador. En el campo a mí siempre me parecía un mayor que se había colado en un partido de chavales torpones y voluntariosos para divertirse y elevar un poco el nivel. Sería su testa frailuna, el caso es que yo no podía evitar que me asaltara la imagen del padre Olóriz en mis para siempre perdidos recreos zambulléndose en el mar de colegiales, subiéndose con varonil gracia las faldas del hábito, meándonos a todos con sus mocasines rozados entre los chillidos histéricos —«¡¡aquí, aquí, padre!!», «¡¡no vale, no vale!!»— de los que ya no íbamos a tocar bola hasta que sonara la chicharra. De hecho, cuando lo de Materazzi no entendí por qué era Zidane el que abandonaba el campo, si era evidente que fue él quien mandó al otro al despacho del jefe de estudios, por blasfemo. Un misterio.
No entendí que Zidane abandonase el campo cuando lo de Materazzi
¿Y cuando me enteré de que iba para entrenador? ¡Pero bueno! ¿Y su carrera cantada como embajador del Real Madrid, de la UEFA, de la FIFA, de la República Francesa, de la ONU? ¿Y su madurez dorada de campo de golf en campo de golf? ¿Es que tiene algo que envidiar a Beckham a la hora de vender calzoncillos? A ver si este hombre se ha puesto a hacer penitencia por algo, o no le aguantan en casa, o es tonto y cree que hay vida después de la gloria. Porque le vi buen aspecto y no parecía que se pudiera tratar de una terapia para salir del tema de las drogas. Además, eso ya se había intentado con Maradona y ahí lo tuvieron ustedes el otro día, completamente deshabilitado. Y además, ayudante de Ancelotti. Pero vamos a ver, ¿no ves que nadie se va a creer que tú ahí seas algo más que un florero? No tengo a mano la hemeroteca, como se dice ahora, pero no recuerdo que se hablara nunca del «tándem Ancelotti-Zidane» como clave de algún título, victoria, decisión táctica o simple acierto en la alineación. Y cuando echan a Carlo, ¿a qué la humillación de dejar que te degraden al segundo equipo? Por dios, Zidane, ¡que eres Zidane! Qué lástima ver cómo alguien que lo ha sido todo en el fútbol se deja llevar de aquí para allá, como un segundón, casi preferimos lo de Maradona. Pues nada, va Florentino y no se le ocurre mejor idea que subirlo del Castilla para remplazar a Benítez. Pero claro, es que la temporada ya estaba perdida y a ver a qué entrenador que se vista por los pies le engañas para que se coma el marrón hasta fin de curso. Y Zidane va y dice que está ilusionado y que va a trabajar mucho; vamos, lo que sueltas en una entrevista de trabajo cuando sabes que el puesto te viene grande. Pero termina ganando la Oncena, y deja al Barcelona tiritando en la Liga y sin saliva, y al cholismo con su mecanismo en paños menores, y al periodismo de colmillo retorcido desdentado, y tumba récords, y a él nada de esto parece sorprenderle. Comparen su primera rueda de prensa como entrenador del Real Madrid con cualquiera de las últimas y busquen diferencias: de tono, de gesto, de actitud, de maneras. Una foto fija. Misterios.
Tiene a Ronaldo en una edad delicada para un superclase, una plantilla-sudoku en la que nunca salen las cuentas, pongas a los que pongas siempre se te queda fuera una cantidad exagerada de talento, un calendario de lesiones que ni diseñado a propósito por el enemigo, a una parte de la afición que todavía piensa que si no pita de vez en cuando la van a tomar por un rebaño de ovejas (me recuerdan aquello que decía un personaje de Voltaire: «¡qué gran espíritu el de este senador! Nada le gusta»). Intentan regatearle los méritos con extrañas invocaciones a la floricultura y al vicio florentino de calentar bolas, porque para algunos la suerte existe o no existe dependiendo de a cómo esté el pescado. Le inventan descontentos entre los suplentes que luego salen y juegan tan contentos, lo que demuestra que se equivoca al no ponerlos de titulares aunque si jugaran mal también eso demostraría que se equivoca porque no sabe tener a toda la plantilla a punto. Le preguntan por Danilo, por Coentraô, por su hijo, por Benzema (que obviamente es un paquete, aunque claro, gaulois), le preguntan ¡por la remontada del Barça!, y nada, el tipo ni se inmuta. Con los entrenadores humanos, demasiado humanos, bastaría con la mitad de la mitad para encontrarles las cosquillas. No tienen más que fijarse en Luis Enrique, que no para de reír. Será que Zidane no es humano, o que no tiene cosquillas, que viene a ser lo mismo. Más misterios.
Zidane es un poco como el regate de CR7 de este sábado, te retrata con un pase mágico y solo te queda salir corriendo detrás de él a ver si por lo menos te firma un autógrafo. Pero un poco también como Gareth Bale, ese noble perro de caza: haz su felicidad y lánzale un hueso, lo alcanzará por lejos que apuntes, el viento en la cara abriéndole la sonrisa, y lo subirá al marcador sin un reproche, encantado de haber jugado contigo. Pero el mayor misterio de todos está en su marcha. ¿Cómo se irá Zidane del Madrid? Porque, aceptémoslo, eso tendrá que ocurrir. Es lo último en lo que un madridista sensato querría pensar hoy, y desde aquí les conmino a que no lo hagan si no quieren volverse locos. Pero me intriga de verdad cómo lo hará para que me obligue una vez más, incluso en ese momento, a quitarme el sombrero. No obstante, puedo esperar lo que haga falta, porque la vida sin misterio tampoco tendría mucho sentido para usted y para mí. Y Zidane es un misterio.
Número dos
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El madridismo no valora suficientemente a Zidane. Ni siquiera los que, como yo, lo adoran.
Es una mezcla del Atticus Finch de Matar A Un Ruiseñor y el Roy Hobbs de El Mejor.
Un tipo ejemplar. Un héroe silencioso.
No tengo ninguna duda. Zidane salió como un señor del Madrid siendo jugador y el día que tenga que volver a salir como entrenador, también lo hará como un señor.