Quizás el recuerdo más antiguo que tiene quien les escribe sobre la sección de baloncesto del Real Madrid fue allá por 1971, en el entrañable Torneo de Navidad que se disputaba en el antiguo pabellón de la Ciudad Deportiva.
Mi padre me llevó aquel día el pabellón y dicho torneo lo disputaban el Juventud de Badalona, un equipo chileno (Unión Española), la universidad norteamericana de North Caroline y el anfitrión, el Real Madrid.
Hasta entonces yo había visto poco o nada de baloncesto, y eso que mi colegio, el Liceo Francés de Madrid, tenía bastante tradición en el deporte de las canastas (recordemos que el mismísimo Raimundo Saporta fue director de su sección durante un tiempo, antes de incorporarse a la federación española y luego al propio Real Madrid). Pero ya había tenido la ocasión de ver por televisión, en blanco y negro, algún partido de una edición anterior del Torneo de Navidad, narrado por aquella voz tan característica como fue la del gran Héctor Quiroga.
Precisamente, este último solía llamar al entonces entrenador del Madrid Pedro Ferrandis, con s al final y no con z, de tal manera que más de un telespectador se confundía a veces con el conocido actor de la época, más tarde el muy popular Chanquete, de “Verano Azul”, Antonio Ferrandis.
Aquel día ya lejano, vi dos partidos. Primero, la paliza tremenda que le asestó el equipo estadounidense, liderado por el gran Bob McAdoo -posteriormente un jugador estrella de NBA- al conjunto chileno. El partido interesante de aquella tarde era el Juventud-Real Madrid, la primera vez que pude ver en directo a los míos contra un gran equipo, cuyas torres Luis Miguel Santillana y Miguel Ángel Estrada acompañaban al capitán Nino Buscató y a Enrique Margall. Ese día me llamó poderosamente la atención precisamente el entrenador del Real Madrid, Pedro Ferrándiz.
En los tiempos muertos, un señor perfectamente vestido con traje y corbata, y bastante bajito, rodeado de gigantes de más de dos metros como Clifford Luyk, Rafael Rullán, o un alemán de 2,05m llamado Norbert Thimm, pegaba unos rapapolvos dialécticos a los gigantes y a los algo menos gigantes, desde sus 160 y pocos centímetros de estatura. Ídolos míos de aquella época como Emiliano y Brabender agachaban la cabeza ante las furibundas y explosivas indicaciones del pequeño técnico alicantino.
Estamos hablando del entrenador más laureado del Real Madrid en toda su historia (incluyendo también a la sección de fútbol), 27 títulos en una época en la que, por ejemplo, no existía la Supercopa de España: teniendo en cuenta el aplastante dominio del Madrid en aquella época, de haber existido dicha Supercopa sin duda estaríamos hablando de un palmarés de Don Pedro Ferrándiz de cerca de 40 trofeos ganados (no olvidemos que bajo su mando, se ganaron 12 de 13 Ligas y 11 de 13 Copas de España).
Don Pedro, número 1 de la promoción de entrenadores a sus 23 años, fue y será para siempre una parte imprescindible de la historia del Real Madrid (también llegó a ser seleccionador de España), implantando métodos de trabajo de la por entonces desconocidísima NBA, abriendo la puerta gracias a su astucia a jugadores norteamericanos, que indudablemente hicieron mucho mejor al baloncesto europeo, y permitieron que, ya a finales de los años 60, la sección merengue de baloncesto se pusiera a la cabeza de los clubs europeos. Un primer puesto que desde entonces, como su hermana sección de balompié, no ha dejado de ocupar en ningún momento.
Estamos hablando del entrenador más laureado del Real Madrid en toda su historia (incluyendo también a la sección de fútbol). bajo su mando se ganaron 12 de 13 Ligas y 11 de 13 Copas de España, además de 4 Copas de europa
Según parece, Don Pedro era algo distante en su relación personal con sus jugadores, pero también en muchas ocasiones era quien más dirigía las iras de las aficiones rivales hacia él (el cántico de “¡Pizarrín, Pizarrín, el enano saltarín!” era un clásico en las visitas al pabellón Antonio Magariños, sede del Estudiantes, o en otras canchas como en Vitoria o en Barcelona, como contó certeramente Melchor Miralles a nuestro Andrés Torres en una magnífica entrevista), precisamente para quitar presión ambiental a sus propios pupilos.
Ferrándiz dejó de entrenar al Madrid en 1975, cuando contaba 47 años, una edad a la que muchos entrenadores de primer nivel llegan a equipos de postín, y dejó como sucesor a Lolo Sainz, que apenas tenía 35 años y que llevaba 3 años como segundo técnico del equipo. Nunca más volvió a dirigir, aunque siempre siguió su vinculación con un deporte que amaba (por medio de su Fundación, que alberga, por ejemplo, la mayor librería sobre baloncesto en todo el mundo, la Biblioteca Samaranch), y al que había contribuido como quien más (posiblemente junto a su jefe, Raimundo Saporta) para poder ser, con diferencia, el segundo deporte más importante y más seguido en España.
Siempre – al menos, los aficionados veteranos como este escribidor – le recordaremos con respeto y con devoción. Un entrenador magnífico, innovador, exitoso, una figura sin la cual no se entendería lo que es actualmente nuestra sección de baloncesto. Un señor dentro de la cancha, siempre impecablemente vestido – no recuerdo ni una sola foto suya con chándal – y con su característico peinado, pelo corto y de corte clásico. Esperemos que, por parte del club, su figura se vea más difundida, una vez que nos dejó, el pasado 7 de julio, en su amado Alicante natal.
D. E. P. Don Pedro Ferrándiz.
Otro MITO que se nos va.
Hoy que se habla tanto de la importancia de que un entrenador se imponga y trate a todos sus jugadores por igual no deja de ser un técnico ejemplar. DEP.
Cuesta asimilar el ineluctable destino.
Muy atinado artículo. Gracias.
Pedro Ferrándiz, DEP.
(*) Asimismo, un cariñoso recuerdo de Héctor Quiroga.