Cinco películas madridistas para la cuarentena

Días caseros. Familiares. De reclusión obligada. Días de repasar aquella novela que dejamos a medias, de revisitar clásicos —yo ahora mismo con el Rojo y negro, de Stendhal— , de juegos de mesa, incluso de consola con mis hijas.

En el chat de La Galerna, como saben, hemos decidido que no nos para ni siquiera el dichoso COVID-19. Seguimos atizando a los diarios deportivos en el Portanálisis, también hacemos crónicas de partidos jamás disputados, y rendimos homenaje a grandes figuras de cualquier ámbito en las que hallamos las huellas de los valores de nuestro club favorito.

Hoy les voy a recomendar cinco películas, todas ellas clásicas (la más reciente es de 1963) para que las vean a solas o con los familiares con los que comparten este forzoso - pero muy necesario y vital - confinamiento casero. Películas universales, para todos los públicos y con profundos aspectos madridistas.

¡Disfrútenlas! Son las que más me marcaron en mi infancia y las sigo adorando.

El Álamo (1960)

La firmó John Wayne, pero él mismo reconoció que muy a menudo se acercaba al rodaje —y a la sala de montaje— el maestro de maestros John Ford. Trata sobre la conocida hazaña de unos pocos centenares de tejanos que resisten en su fuerte de El Álamo, a las afueras de San Antonio de Béjar —hoy en día sencillamente San Antonio— las acometidas del numeroso ejército mexicano comandado por el general De Santa Anna. Es un manual, en algo más de dos horas y media de metraje, sobre la resistencia ante una injusta invasión por parte de un elemento extraño y dañino. ¿Les suena de algo? Hay que aunar fuerzas, hay que ir todos a una. Lo mismo el estricto militar Coronel Travis —Laurence Harvey— como el aventurero romántico Davy Crockett  —John Wayne— y el escéptico Coronel Jim Bowie —Richard Widmark—. Durante buena parte del filme, salen a flote las diferencias entre ellos, mientras el peligro se acerca y los va acechando. La importancia del trabajo en equipo, la filosofía de Don Alfredo Di Stéfano de que “Nadie es tan bueno como todos juntos”: hay que sacrificar los egos por el bien común. Es, en definitiva, un relato maravilloso, con unas escenas bélicas espectaculares y con un mensaje más que necesario en estos tiempos difíciles. Les va a encantar a todos, tengan la edad que tengan.

55 días en Pekín (1963)

Rodada íntegramente en Las Rozas (Madrid), en los estudios de Samuel Bronston. Todos los extras chinos eran habitantes de la población madrileña. También constituye todo un manual de resistencia ante las adversidades. La importancia de organizarse correctamente y de tener clara una estrategia. O sea, lo que deseamos todos por ejemplo en un club como el Real Madrid: planificación, cabeza fría y ejecución correcta de los planes.

Todas las legaciones extranjeras (desde los Estados Unidos hasta Rusia y Japón, pasando por todas las potencias europeas) unen fuerzas al unísono contra el peligro real que supone la revolución bóxer en China, haciendo temblar los cimientos del antiguo y venerable régimen imperial chino. Charlton Heston, David Niven y Ava Gardner encabezan un reparto impecable. Aventuras, diplomacia, intrigas palaciegas, heroísmo ante las adversidades...55 días en Pekín lo tiene todo, junto a una magistral dirección de Nicholas Ray, en especial en las escenas de masas y de batallas alrededor de la Ciudad Prohibida Imperial. No dejen de verla. Yo de niño la vi hasta tres veces seguidas el mismo día.

¡Hatari! (1962)

Viendo la película es muy fácil concluir lo bien que debieron de pasarlo todos sus componentes durante el rodaje. Es como volver a disfrutar del año 2017 para los madridistas: plantilla conectada, equipo A y equipo B, espléndido juego cuya culminación fue la final de Cardiff ante la Juventus.

Howard Hawks consigue una comedia espléndida, con un reparto espectacular comandado por John Wayne, donde luce con esplendor radiante una belleza como la italiana Elsa Martinelli. La fotografía de Russell Harlan es sencillamente magistral. Las escenas en las que el equipo protagonista se dedica a perseguir rinocerontes, cebras o ñus, para proveer a los zoológicos europeos y americanos, son antológicas. Wayne hace el papel de gestor del grupo, un Zidane de los años 60, que procura sacar lo mejor de cada uno de los miembros del equipo, buscando el equilibrio, respetando egos, pero manteniendo en todo momento la jerarquía y la disciplina. Es una película para todos los públicos, con una sintonía que acompaña durante todo el metraje, muy pegadiza y agradable. Las escenas rodadas en los interiores, principalmente las de la residencia donde se alojan los protagonistas, no tienen desperdicio, con la fina ironía que suele ser sello de la casa en las producciones de Hawks, sin duda uno de los cinco mejores directores de la historia del cine. Humor, aventuras, romances y mucho entretenimiento.

Murieron con las botas puestas (1941)

Hay que poner esta película en su contexto histórico, un periodo pre-bélico para los Estados Unidos, que finalmente acabaron por participar en la II Guerra Mundial a finales de 1941. Es puro entretenimiento con el mejor General Custer jamás conseguido en cine, gracias a la soberbia interpretación de Errol Flynn, acompañado por su habitual pareja de reparto, Olivia de Havilland —por cierto, aún viva a sus ¡103 años! —. La batalla de Little Big Horn es una cumbre del cine bélico de todos los tiempos, gracias a la sabia artesanía y oficio del director Raoul Walsh. Pero no se queden solo con la batalla final. Se trata de una biografía apasionante de uno de los personajes más controvertidos del siglo XIX americano, un ser torturado entre su notable formación como militar y su exacerbada ambición personal.

La banda sonora original, de Max Steiner, es de lo más madridista que se puede escuchar: una mezcla fantástica de épica y de nostalgia. Es este filme un compendio de lo que no hay que hacer en época de crisis. Una lección de que en los momentos difíciles no es bueno dejar dejarse llevar por decisiones en caliente o dejar el liderazgo en manos de Ramones Calderones, por ejemplo, ya que pueden llevar al desastre a sus organizaciones y a todos sus miembros.

Dos horas y veinte minutos que pasan volando ante la pantalla, con una fotografía y un montaje exquisitos. Imprescindible volver a verla de tanto en cuanto.

El hombre que mató a Liberty Valance (1962)

Una de las tres mejores películas dirigidas por John Ford, lo que significa obligatoriamente decir que es una de las cinco —quizás 7— mejores de toda la historia del cine. Entre el reparto es difícil elegir quién está mejor: si John Wayne como el rudo Tom Doniphon, si James Stewart como el apocado abogado Ransom Stoddard, si Lee Marvin como el pistolero Liberty Valance.... Sin olvidar a espléndidos secundarios como Edmond O’Brien, Andy Devine, John Carradine, Woody Strode o la siempre eficaz y atractiva Vera Miles. Con “Pappy” Ford todo parece sencillo, los encuadres, las escenas en las que no sobra —ni falta— absolutamente nada, la utilización mágica de la luz en la fotografía en blanco y negro. Todo es una máquina perfecta en una producción insuperable.

En unos tiempos en los que se pone en tela de juicio todo lo que se publica en la prensa, no olvidemos esta historia en la que “Esto es el Oeste. Cuando la leyenda se convierte en un hecho, se publica la leyenda”. Además de ser una joya cinematográfica, “Liberty Valance” es mucho más. Imprescindible en cualquier manual de periodismo.

Es también un canto a aquellos héroes desconocidos o anónimos: la historia del Real Madrid no sólo la escriben los Di Stéfano, Amancio, Butragueño, Raúl o Cristiano Ronaldo. Todos ellos nos hicieron ganar mucho, pero los éxitos llegaron porque estaban en todo momento magníficamente rodeados de compañeros de equipo eficaces o silenciosos. Les invito a verla una y otra vez.