Ahora entiendo lo que querías decirme. Ahora sé por qué merodeabas. Entonces no lo vi venir, debía haber supuesto que no era casual, pero no lo hice. Hoy leo que nuestro instituto, nuestro Memory Motel adolescente, ya no está. Un centro de referencia, bilingüe y minimalista, ocupa su lugar. Una plétora administrativa, un bloque enlucido en aquella Ronda en mitad de la (casi) nada, en el que los patios son parterres y las terrazas, solariums.
Aquel recreo era una llanura manchega a escala, polvorienta y abrasada. Tus amigas y tú (tu pelo rojo), viéndome jugar, os hacinabais en aquel recorte de sombra mientras defendía, con más miedo que vergüenza, una portería oxidada. Frente a mí, el horror transfigurado, unos musculados veteranos sin nada que perder, salvo otro curso. Solo, frente a la carga de Amanecer Zulú, me preguntaba qué habría hecho Miguel Ángel en estos casos. Cuando estos días vuelve a las portadas, sedente y digno, recuerdo que fue por él que fui portero. Tras el fundido en negro, lo primero que vi fuiste tú. Pocos años después empecé a perder dioptrías. Es obvio que estaba miope mucho antes.
Hoy, apuro mi copa mirando a ninguna parte y me pregunto dónde estarás. Precisamente hoy, he pensado en ti. El día en el que una mulada de cuñados, ahí afuera, vomita gritos de ira y alivio. La victoria del City del unfair play, es nuestra derrota. También la suya, pero aún no lo saben. Hicimos lo que pudimos, la esclusa se rompió. Desde ayer, algo no será igual, sin que sepamos exactamente qué ni cuánto. El tiempo lo dirá. Solo queda buscar refugio en las letras de entonces, esas que hablaban de nosotros:
Her eyes were hazel (…)
Sha la la la
You´re just a memory
Pues eso.
Getty Images.
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