Martes 20 de diciembre de 2022. Es la primera rueda de prensa de Julio Salinas, nuevo y sorprendente Ministro de Deportes del Reino de España. En parte de la prensa se especula que el inesperado movimiento del Gobierno es una cortina de humo para ocultar la última polémica política o judicial. Otra parte de la opinión publicada se centra en valorar los numerosos méritos del exdelantero vasco para acceder al puesto.
La Galerna envía a un reportero al encuentro con los medios. Va cargado de preguntas y, para qué negarlo, suspicacias sobre las intenciones del exjugador de Barça o Athletic. Exactamente a la hora anunciada aparece en el auditorio de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas el flamante ministro, ataviado con camisa y vaqueros, sonriente y destacando su característico peinado despeinado, en una mata capilar que es la envidia del 90% de los cincuentones y el 80% de los cuarentones.
Tras una breve presentación, Salinas empieza a desgranar las líneas maestras de lo que pretende ser su agenda ministerial. Y aquí llega el primer bombazo.
—La selección española sigue estando en el Mundial de 1994 —afirma rotundo.
—Pe, pe, pe, pero, señor Salinas, ese Mundial ya se disputó hace 28 años y lo ganó Brasil —balbucea uno de los periodistas presentes.
—¡Esa es tu opinión! —responde airado el vasco—, hemos decidido que la selección italiana hizo trampas aquel día, fue en contra del ESTILO, rompieron la nariz al bueno de Lucho y, además, Pagliuca me hizo una parada irreglamentaria, se tiró a fastidiar. Así que, he decretado que mi gol entró, que nos hemos clasificado directamente para semifinales, y que el partido contra Bulgaria se va a jugar justo dentro de una semana. Yo mismo lideraré a un equipo de agentes de elite para reclutar uno a uno y poner en forma a los integrantes de la selección española. Igual que Batman en La Liga de la Justicia o que los Blues Brothers en la película homónima.
En la sala se mezclan las risas, el estupor y algunos aplausos de representantes de la prensa barcelonesa. Hay un murmullo más propio de un bar, interrumpido cuando el enviado de La Galerna levanta la voz.
—Entonces, ¿habrá números de baile y canciones cada vez que se contacte con alguno de los antiguos integrantes de la selección del 94? —preguntamos, desatando una sonora carcajada generalizada, que corta en seco el nuevo Ministro.
—Por supuesto que sí. Por eso he elegido como Secretario de Estado a… ¡Nacho Duato!
De repente, el coreógrafo aparece por una puerta lateral y se sienta junto a Salinas, que explica que llevan unos días ensayando para ejecutar un aurresku grupal en el encuentro con Zubizarreta, Beguiristáin o Bakero, una sardana cuando toque ir a Barcelona o una Morris Dance en Manchester, donde se incorporará Pep Guardiola. Las caras de estupor ya son abrumadoramente mayoritarias, a excepción de los representantes catalanes, que lanzan vítores entusiasmados.
—Segunda medida. Hemos decidido que las listas de la selección española se darán desde el Ministerio, y que solo pueden integrarlas jugadores cuyo nombre deportivo acabe en i, todos de primera línea, por supuesto. La siguiente convocatoria la conforman Unai, Azpi, Rodri, Eri, Jordi, Busi, Pedri, Gavi, Dani, Fati y Yeremi. Como nos falta gente, y la cantera del Barça aún no ha producido los siguientes genios, completamos el equipo con Jungli, Mingli, Pepi, Michi, Lichis, Gormiti y Piticli. Por supuesto, el preparador es Xavi, que adquiere el título de seleccionador universal del estado español, además de juez único de Master Chef Celebrity y entrenador de La Voz Kids.
Un osado reportero pregunta entonces:
—¿Y qué pasa con Carvi, por ejemplo?
—¿El jugador del Madrid? ¡Jamás! —grita ultrajado Salinas—. Está prohibido porque van en contra del ESTILO, sea eso lo que sea. Allí no buscan la excelencia y se dedican a ganar títulos con resultados impostores, suerte y ayudas arbitrales. No hemos tomado la decisión definitiva todavía, pero barajamos la disolución de ese pérfido club y el traslado de su sala de trofeos al Camp Nou. De hecho, es posible que reclamemos todos los trofeos de todos los equipos del mundo para que los devuelvan a su legítimo dueño y único defensor de las esencias del fútbol; el Barça.
El parlamento de Salinas ha noqueado a la prensa, que asiste en silencio y paralizada a sus disparatadas propuestas.
—Ahora quiero presentar la medida seminal de mi programa —continúa envalentonado—. Vamos a reformular por completo el fútbol, retirando las porterías de todos los colegios, parques y estadios de España. Nos parece vulgar e irrespetuoso el hecho de que se busque marcar goles y no la mera belleza de su fabricación. Así que ahora los partidos se decidirán por otros factores. Primero, cada punto porcentual de posesión suma un tanto. Cada diez pases consecutivos suman otro y si se alcanzan los mil en total, se duplica la puntuación. Los pases de más de cinco metros restan dos puntos, los porteros sacando en largo o los córners lanzados al área restan diez. Además, con el material de todas esas porterías desmontadas pensamos reconstruir el Camp Nou y convertirlo en la catedral del NUEVO FÚTBOL.
A estas alturas, el eco de las declaraciones del ministro Salinas ha llegado a cada rincón del planeta, y todos los trending topics mundiales se centran en la su histórica comparecencia ante los medios, con ejemplos como #sinporterias, #eternaposesion #junglimingli o #footloosesalinas. El Gobierno ha logrado su objetivo.
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