A veces pienso que el madridismo es un estado de ánimo mientras que el colchonerismo es un estado mental. Una diferencia similar a la que separa el enamoramiento del trastorno obsesivo compulsivo, por poner un ejemplo al azar.
Varias personas por las que siento un profundo cariño son del Atleti, lo cual no impide que todo lo que rodea al club rojiblanco me resulte extraño e incomprensible. El actual atlético de Madrid es el sucesor directo del Atlético de Aviación (equipo del que mi abuelo era moderado simpatizante), un invento franquista surgido tras la Guerra Civil. Desde los años 40 en adelante, el perfil ideológico mayoritario de los hinchas rojiblancos no estaba precisamente en sintonía con el de la Internacional Socialista, a pesar de lo cual, el seguidor colchonero de hoy en día sigue convencido de que el equipo fachorrón y de Franco era el Real Madrid. Incomprensible.
Desde los años 40 en adelante, el perfil ideológico mayoritario de los hinchas rojiblancos no estaba precisamente en sintonía con el de la Internacional Socialista, a pesar de lo cual, el seguidor colchonero de hoy en día sigue convencido de que el equipo fachorrón y de Franco era el Real Madrid
Tampoco entiendo de dónde viene ese odio furibundo al Real Madrid, a veces tan irracional que semeja al de un amor despechado. Tal vez ahí está la clave. Si hay algo más dañino para el alma que el amor no correspondido esto es el odio no correspondido, y mucho me temo que la inquina que sienten los atléticos por el Madrid no es recíproca en el nivel que a ellos les gustaría.
Puede ser que a los seguidores del Atlético de Madrid les resulte frustrante que los madridistas no hayamos concedido a su equipo el rango de “histórico rival”. Por algún motivo, ese honor le tocó al Barça, quien, dicho sea de paso, ha demostrado ser completamente indigno de él por motivos que pronto habrán de dirimirse en un tribunal. De ese modo el Atleti se quedó fuera de la mitología madridista, no era el Miguel Ángel de Leonardo, ni el Moriarty de Sherlock, ni el Van Helsing de Drácula ni el Wellington de Napoleón; debía de conformarse con ser el vecino coñazo que siempre se equivoca de botón cuando llama al telefonillo y te despierta de la siesta.
Todos los aficionados colchoneros que conozco y aprecio son gentes lúcidas y sensatas. Otro misterio. No me explico cómo es posible entonces que a menudo la hinchada atlética y sus directivos parezcan poseer idéntica capacidad cerebral que una bolsa de guisantes congelados. A veces pienso que el principal problema del Atlético de Madrid es el mismo que tenía el Reino de Prusia según Mirabeu, quien dijo aquello de que “Prusia no es un país con un ejército, sino que es un ejército con un país.” Da la impresión que el Atleti no es un equipo de fútbol que tiene ultras, sino ultras que tienen un equipo de fútbol.
Da la impresión que el Atleti no es un equipo de fútbol que tiene ultras, sino ultras que tienen un equipo de fútbol
Sea o no cierta la frase anterior, de lo que no cabe duda es de que quienes sí que son dueños del Atleti son personas que fueron condenadas por actividades delictivas. Actividades prescritas. Que lo prescrito se lleva mucho esta temporada. Una muy querida amiga mía, colchonera de pro, me decía hace poco que dudaba que Gil y Cerezo quisieran vender el club a un inversor extranjero, “¡con lo que les costó robarlo!”, añadía. Ya les digo que muchos atléticos son gente cabal.
Ahora, el aquelarre de los prescritos que encabeza la junta directiva del Club Atlético de Madrid ha tenido a bien aportar ideas para solucionar el pifostio arbitral que tenemos montado en esta pelea de gorrinos llamada la Liga española. Sí: Cerezo y Gil proponiendo medidas para un arbitraje más transparente. Toma nísperos. Como dijo el capitán Scott antes de marcharse a la Antártida: “realmente, no sé qué podría salir mal”.
La medida que proponen los hermanos Dalton del Manzanares es, como cabía esperar, bastante mejorable y consiste en no revelar el nombre de los árbitros designados para cada partido para, de ese modo, “evitarles presión”. A tope de suspense. ¿Querías transparencia? Pues toma dos tazas.
No puedo por menos que admirar la audacia de la propuesta atlética de combatir la opacidad con más opacidad todavía, igual esperan que reviente todo en una supernova de oscuridad impenetrable, lo que en física se conoce como el Principio Arminio-Negreira. Cerezo y sus alegres muchachos de Nottingham Forest son como aquel vecino de Cacabelos (provincia de León) que, según contaba el escritor Juan Valera, aseguraba haber descubierto la cuadratura del círculo, lo que inspiró a su amigo Bretón para escribir estas rimas:
En Cacabelos un chulo
acaba de descubrir
la cuadratura del cir-
culo.
La propuesta Atlética también podría glosarse en poema:
Cerezo ha encontrado el modo
(brindémosle un homenaje)
de arreglar el arbitraje:
consiste en joderlo del todo.
Siendo amables, podemos decir que la idea de la junta colchonera no está entre las diez mejores de la historia del pensamiento occidental. Me recuerda a aquel ingeniero del siglo XV que propuso un audaz sistema para cubrir la catedral de Florencia con una cúpula: levantar una enorme montaña de tierra en el crucero y utilizarla a modo de cimbras para la bóveda mientras esta se construía. “Y cuando la cúpula esté terminada, ¿cómo quitamos la montaña de tierra?”, le preguntaron. Fácil: bastaba con ocultar monedas de oro en su interior, y así los mendigos de Florencia desharían la montaña escarbando para encontrarlas. Por suerte, más tarde llegó Brunelleschi con una idea un poco mejor.
Yo no me atrevo a compararme con Brunelleschi, pero, ya que estamos, voy a proponer algunas mejoras a la ocurrencia del Atleti. Propongo que prescindamos completamente de los árbitros, así seguro que les quitamos toda la presión (muerto el perro…). En vez de trencillas colegiados, podría elegirse a alguien del público al azar para que dirigiera el encuentro, y como premio se llevaría una camiseta firmada por Álvaro Morata y un fuerte aplauso de todos los asistentes.
O, mejor aún, implantar un sistema de votación on-line. Cada vez que sobre el césped se produzca una jugada dudosa, la audiencia decidiría via Twitter o WhatsApp si la acción es sancionable o no y en qué medida (amarilla, roja o simple aviso); o si un gol ha sido o no fuera de juego. Se acataría democráticamente el veredicto del público soberano y así todos contentos. Sistema José Luis 2.0, podríamos llamarlo. Hashtag no lo pueden entender.
Otra opción: en vez de árbitros, podríamos recurrir a augures romanos de probada experiencia oracular que, cada vez que Vinicius marque un gol, destripen una gallina y lean en sus vísceras si debe o no subir al marcador. Que sean los dioses quienes decidan. Estoy seguro de que no notaríamos una gran diferencia con respecto a los arbitrajes de los últimos veinte años.
Háganme caso: merece la pena intentarlo.
Getty Images.
Voy a ser más revolucionario aún. Se sortea el resultado del partido antes de empezar, y el orden de los goles. De tal manera que solo se trataría de meterlos de la manera más estética o espectacular posible. Se pone un jurado como en gimnasia rítmica, que valorará estos aspectos. Este jurado será nombrado por un comité técnico que tendrá un vicepresidente pródigo y desmemoriado. Y volvemos a empezar. El eterno retorno.
soy de un pueblo de al lado de Cacabelos, que se llama Villadepalos, y me ha sorprendido la rima, que no la había oído nunca. Tu plan no tiene fisuras Luis, debe hacerse antes o después.... 😀 😀 😀
Genial todo el artículo. Enhorabuena.