Un cuarto de siglo se pasó Miguel Muñoz en el Real Madrid si sumamos su trayectoria como jugador y posteriormente la de técnico en dos etapas. Un mito y una leyenda del club y hasta la fecha el entrenador más laureado como merengue con 14 títulos.
Nacido el 19 de enero de 1922 en la capital, a su padre, sastre de profesión, no le entusiasmaba el fútbol sino los toros. Él sobre el campo se desempeñó como un medio con el poderío físico, el recorrido, la fuerza y la llegada punzante desde atrás como características principales. Además, tenía un interesante chut con la pierna derecha que, en sus primeros años como blanco, le hizo ver puerta con relativa facilidad. Se le conoció con el apelativo de ‘El Chato’, que se lo puso Alfredo di Stéfano.
Al iniciar sus estudios de Comercio, el balompié pasó a ser más serio cuando se enroló en el juvenil del Buenavista. Un año después estalló la Guerra Civil y, con todas las competiciones detenidas, Miguel Muñoz tuvo que esperar para volver a jugar al fútbol hasta después del conflicto bélico. El salto lo dio a la Peña Castro y luego al Pavón (con el exinternacional Lafuente de entrenador), un equipo de regional, con el que no terminó la temporada al requerir sus servicios un club de más entidad como la Ferroviaria. También pasó por el Imperio y el Girod hasta que el servicio militar le cambió la vida.
Se marchó a Logroño y fichó por el Logroñés, con el que descendió a 3ª división sobresaliendo como interior derecho. El año posterior los riojanos lucharon por subir a 2ª en la fase final pero cayeron eliminados. Sin embargo, el Racing se había fijado en él y con los cántabros realizó un gran curso en la categoría de plata como mediocentro (aún se jugaba con tres en la media). Primero se interesó el Real Oviedo por medio de su técnico Manuel Meana, luego el Real Madrid a través de Quincoces, que le dice no a su contratación, y finalmente fue el Celta, que estaba en 1ª, el que cerró su fichaje por 30.000 duros. En el cuadro gallego continuó su progresión como medio de ataque en la instaurada ‘WM’ en todos los equipos del panorama nacional. Ricardo Zamora, que era el técnico celtiña, le sacó todo su potencial durante dos cursos y eso conllevó a que el Real Madrid le contratara junto a Pahiño en julio de 1948 por cinco temporadas. Así regresaba a vivir a su ciudad natal. “Mi mayor acierto fue buscarme el futuro lejos de casa”, había declarado tiempo antes con la ilusión algún día de ser madridista. Cuando firmó por los capitalinos confirmó que su máxima aspiración era "actuar en el once blanco”.
Mister Keeping le hizo un fijo en sus esquemas como pareja de Narro en la temporada de su debut, donde además logró cinco tantos ligueros. El curso posterior también rayó a un gran nivel y estuvo en las quinielas hasta última hora para asistir al Mundial de Brasil’50. Sin embargo, el seleccionador Eizaguirre lo descartó junto a otros ocho futbolistas tras los amistosos disputados frente al Hungaria en el Metropolitano. Hasta la llegada de Alfredo di Stéfano en 1953, Miguel Muñoz no consiguió levantar ningún trofeo oficial como merengue, aunque sí lo hizo en uno amistoso, pero con gran fama y prestigio en la época como era la Pequeña Copa del Mundo de Caracas. Por entonces, en 1952, el Real Madrid había encontrado a una pareja de medios histórica y legendaria del club y el fútbol español, la conocida por todos los aficionados formada por Zárraga-Muñoz. El primero aportaba lucha, equilibrio y trabajo defensivo mientras que el segundo se dedicaba más a descolgarse para aproximarse al área rival.
Los fichajes de Di Stéfano y Gento fueron definitivos para que se iniciase la mejor época de un club en toda la historia del fútbol mundial. Y Muñoz fue parte fundamental en la media durante cuatro temporadas donde Enrique Fernández, primero, y más tarde José Villalonga confiaron plenamente en sus funciones en el terreno de juego. Tres Ligas, dos Copas Latinas y las dos primeras Copas de Europa cosechó Muñoz en el intervalo de la temporada 1953-1954 a la 1956-1957. Además, el centrocampista ostentaba la capitanía desde 1956 al marcharse Luis Molowny y fue el encargado de levantar los dos primeros títulos continentales en París tras vencer al Stade de Reims en 1956, y en Madrid al derrotar a la Fiorentina en el Santiago Bernabéu. La última campaña de Muñoz antes de su retirada fue en 1957-1958. Aquel curso, Santisteban le arrebató el puesto en la media y solo actuó en cuatro partidos de Liga y dos de la Copa de Europa, ante el Sevilla en la vuelta de ¼ de final y en Hungría en semifinales contra el Vasas.
Con 35 años se despidió de la mejor manera, con otros dos entorchados para su palmarés: la Liga en la que se distanció al Atlético de Madrid en tres puntos y la III Copa de Europa al imponerse el Real Madrid al AC Milan en Bruselas. Diez temporadas, 275 partidos oficiales y 24 goles fueron el bagaje de su etapa como jugador blanco.
miguel muñoz jugó 275 partidos oficiales con el real madrid
Los muchos compañeros que tuvo siempre tuvieron buenas palabras para él y, por ejemplo, Santisteban opinaba que “Muñoz fue un gran jugador. Solamente basta con ver su historial y por su gran conocimiento del fútbol”. Di Stéfano también declaró que “Muñoz fue un gran jugador y siempre supo estar a la altura de las circunstancias”. O Pasieguito, rival en la época que jugaba en el Valencia, aseveró que “era todo un caballero dentro y fuera del terreno de juego. Nunca alardeaba de las victorias y siempre animaba tras los partidos”.
Don Santiago Bernabéu y la directiva le organizaron un homenaje para un año después en un partido que pasaría a la historia por la entidad del contrincante y el jugador que lideraba esa escuadra: Pelé y el Santos. El 17 de junio de 1959, en medio de una gran expectación, el equipo blanco y el brasileño dieron un gran espectáculo de goles con un resultado final a favor del Real Madrid de 5-3.
Muñoz también tuvo su papel en la selección española al disputar siete encuentros y ser convocado en varios más. Su debut de la mano de Eizaguirre se produjo en un amistoso en Zúrich ante Suiza en 1948. Tras la desilusión por no acudir al Mundial de Brasil retornó al equipo nacional para cinco amistosos más entre 1951 y 1953. Dos de ellos se saldaron con victoria española en casa contra Suiza e Irlanda y otra a domicilio en Chile. Mientras que en junio de 1952 y noviembre de 1953 el cuadro hispano empató en su visita a Turquía y ante Suecia en San Mamés. La última internacionalidad de Muñoz tuvo lugar en un amistoso en Chamartín contra Francia en 1955 con triunfo bleu por 1-2.
En 1953 había obtenido el carnet de entrenador y nada más colgar las botas pasó a ser asesor técnico del Real Madrid en la temporada 1958-1959. Caprichos del destino, tuvo que ser primer entrenador durante dos meses tras un cólico sufrido por Luis Carniglia que le obligó a pasar por quirófano. Para el siguiente curso, Don Santiago Bernabéu le ofreció entrenar al Plus Ultra, un equipo vinculado al Real Madrid que militaba en Segunda división. Muñoz dirigió al cuadro asegurador hasta el cese de Fleitas Solich del club blanco a un mes de acabar la campaña 1959-1960. Ahí empezaría la larga carrera como técnico merengue en un momento complicado, donde estuvo a la altura tras arrebatar la Liga al Barça en la última jornada, pero eliminando a los culés en
semifinales de la Copa de Europa con victorias en casa y a domicilio. Un mes después llegó la oda al fútbol espectacular, vistoso y de ataque en la memorable final ante el Eintracht en Glasgow que finalizó 7-3.
Muñoz nunca estuvo catalogado como un técnico brillante en lo táctico, sino que se valoraba más su gestión de vestuario y su “honestidad”, en palabras de Bernabéu. En reiteradas ocasiones se le tildó de ser conservador en sus planteamientos y que las pocas indicaciones que daba a sus jugadores eran que salieran con mucha garra y a correr. Además ,siempre tuvo la etiqueta de la flor y la enorme suerte que le acompañaba. Sin embargo, sus pupilos, algunos de ellos excompañeros, tuvieron en reiteradas ocasiones buenas palabras hacia su labor. Santamaría dijo que “era muy inteligente, no venía a decir a las figuras cómo tocar la pelota, quería explotar nuestras virtudes” y Amancio que “sabía muy bien lo que quería, a mí no me hacía defender, porque deseaba que yo tuviera gasolina para resolviera arriba”. Otros como Rafa Marañón le catalogaron como “un genio”, y Santillana le estará siempre agradecido por su confianza: “marcó mi carrera y mi vida; vine con 19 años, tenía muchas cosas que mejorar y tuvo paciencia, me hizo jugar, vio mi potencial”.
Desde 1960 a 1974 ayudó (con su inseparable Moleiro de segundo) a que el Real Madrid fuese más grande con una colección de títulos excepcional. Ocho Ligas en los 60, la VI Copa de Europa con los ye-yés en 1966, una Intercontinental o las Copas de 1962 y 1970 cerraron una década prodigiosa. Antes de su dimisión irrevocable en enero de 1974 sumó, además, la Liga de la temporada 1971-1972 para cerrar su gran palmarés. En su debe también está la gran transición que hizo de la etapa gloriosa de los años 50 a los ye-yé. Y es que tuvo algunos momentos duros de lidiar, como la marcha con enfado y bronca incluida con di Stéfano en la previa y en la segunda parte de la final de la Copa de Europa de 1964 ante el Inter de Milán, al chocar por la táctica a seguir. Pero el plan renove funcionó y el equipo siguió ganando gracias a una mezcla de jóvenes españoles y canteranos de gran calidad, ambiciosos, insaciables y descarados.
Después del Real Madrid entrenó al Granada, la UD Las Palmas y el Sevilla hasta que llegó la oportunidad en la selección como único seleccionador (ya dirigió al combinado español en 1969 en un trío con Molowny y Artigas) tras el Mundial del 82, al sustituir a su amigo y excompañero José Emilio Santamaría. Un ciclo de seis años donde levantó la moral a la afición española tras el varapalo que supuso la mala imagen del Campeonato del Mundo en casa. Con Muñoz se ganó aquel histórico encuentro ante Malta por 12-1, se alcanzó la final de la Euro’84 y se realizó un enorme papel en el Mundial de México’86 en la que Bélgica en los penaltis apartó a España de semifinales. Su último torneo, ya con menos lustre, fue la Euro de 1988, en la que el equipo nacional español no pasó de la primera fase.
A los 68 años falleció el 16 de julio de 1990 a consecuencia de unas hemorragias masivas por varices esofágicas.
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El mejor entrenador de la historia del club, uno de los mejores jugadores de nuestra historia (aunque nunca se le incluya en esa categoría) y, sin duda, un ejemplo de madridismo al que muy escasos jugadores del Real Madrid han llegado. Merece muchísimo más reconocimiento.
Por cierto, enorme artículo, como siempre ocurre con Alberto Cosín.
Una gran labor de documentación, como es habitual en sus escritos. Yo recuerdo más a Miguel Muñoz en su faceta de seleccionador nacional, la fase madridista me queda muy lejana. Se merece con creces estos dos artículos.
Miguel Muñoz, ocupa un lugar preponderante en la historia madridista. Entre los mejores. Por permanencia y títulos , ningún entrenador , salvo Zidane, podría discutirle esa posición. Sin olvidar su magnífica contribución como futbolista.