Nos acaba de dejar, a los 87 años, la persona que sin duda más nos hizo disfrutar a millones de niños, pero también a otros tantos adultos de numerosas generaciones.
Francisco Ibáñez, el mejor dibujante español de cómics de toda la historia, nos deja más 100 millones de álbumes vendidos, más de 50.000 páginas de risas, de ocurrencias, con cientos de personajes salidos de su lápiz, en una carrera de más de 60 años de duración. De hecho, seguía en activo y a punto está de publicarse la última aventura de Mortadelo y Filemón titulada “Mundial de baloncesto 2023”.
Y es que, ya desde 1978, cuando se publicó la aventura de los patosos detectives de la T.I.A., “Mundial 78”, Ibáñez hizo innumerables alusiones al mundo del deporte, principalmente el fútbol, pero también diferentes modalidades olímpicas (recordemos su delirante “En la Olimpiada”, ya en 1972).
En los primeros años 70, cada jueves, durante todo el año, se distribuían en miles de kioskos de prensa de todo el país nada menos que 4 revistas semanales infantiles, publicadas por la editorial barcelonesa Bruguera, en las que en todas ellas los protagonistas eran los personajes de Ibáñez: por supuesto, el Pulgarcito, con sus estrellas “Mortadelo y Filemón”, pero también el Tío Vivo con “Pepe Gotera y Otilio” y con la excepcional “13, Rue del Percebe”, el Din Dan con “Rompetechos”, y el DDT con “El botones Sacarino”.
La fama de Mortadelo y Filemón llegó a ser tan enorme que en 1970 salió la cabecera Mortadelo, y años después le siguieron Súper Mortadelo y Mortadelo Especial. Eran los años dorados de Ibáñez, que cada año publicaba aventuras completas (a veces 2 por año) de los detectives, las primeras de las cuales se encuentran entre las obras maestras indiscutibles del dibujante catalán: “El sulfato atómico”, “Safari callejero”, “El caso del bacalao”, “Valor y al toro”, “La máquina del cambiazo”, “Los inventos del profesor Bacterio” y tantas otras, cuyos álbumes se vendían en tapa dura en tiradas de cientos de miles de ejemplares.
Ibáñez no solo contribuía con sus caricaturas delirantes, sino que sus guiones y hallazgos idiomáticos eran desternillantes. No hay más que recordar, por ejemplo, las contraseñas que tenía que decir Mortadelo para pasar por las entradas secretas para acceder al edificio de la T.I.A. (Técnicos de Investigación Aeroterráquea): “Los tipos que fuman puro tienen cara de canguro”, “Cuando llueve en Almería, se remoja hasta mi tía”, “El kilo de sardineta ya ha subido otra peseta”, “Debajo del río amarillo, no hay quien encienda un pitillo”, entre cientos de otras. O la vez que tuvo que gritar Mortadelo aquello de “Viva er Beti manque pierda”, delante de una peña sevillista.
Uno de los mejores recuerdos futbolísticos de Ibáñez se produce en la aventura “Magín el mago”. El perverso mago Magín se dedida a hipnotizar a sus víctimas para atracar bancos y asaltar chalets de pudientes. Cuando Mortadelo y Filemón se enfrentan a Magín, éste hipnotiza a ambos: a Filemón le hace creer que es un balón de reglamento y, a Mortadelo, que es nada menos que Gento. Aquí debajo pueden contemplar esta escena delirante.
Y es que, en 1971, fecha de publicación de dicha aventura, el jugador español más famoso seguía siendo el capitán del Real Madrid y de la selección, Don Paco Gento.
También el miope más entrañable del mundo del cómic, Rompetechos, tenía sus gags de equivocaciones evocando al fútbol, como vemos en esta portada de Din Dan, revista de la que era el principal reclamo. En un cartel de la calle que pone “Osasuna Sevilla”, nuestro personaje lee “Hay aceitunas de Sevilla” y posteriormente, se lía todo.
Podríamos escribir sin parar sobre todos los buenos recuerdos que evocan los tebeos de Ibáñez, que para aquellos niños de los años 70 eran mucho más divertidos que ver el único canal de televisión que había: y es que, además de los ya señalados, Ibáñez era prolífico en inventarse sagas y personajes, y no podemos olvidar a algunos como “La familia Trapisonda, un grupillo que es la monda”, “Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera” y una pareja de seudo deportistas patéticos como fueron “Godofredo y Pascualino viven del deporte fino”.
Por terminar, hacer nuevamente mención a la excepcional casa de vecinos del número 13 de la rue del Percebe, con personajes variopintos sacados directamente del imaginario de la tradición picaresca española (con un ladrón, con un dueño de colmado que tima a su clientela, con veterinario incompetente, con una pensión súper poblada de inquilinos, con un sastre caradura y con un impagable moroso que evita como puede a sus acreedores). Por cierto que Ibáñez se inspiró en su amigo Manolo Vázquez (el padre de Anacleto y de las Hermanas Gilda) para su personaje del escurridizo moroso de la buhardilla.
Había tal picaresca en aquel vecindario que cualquiera habría podido concluir que estábamos en las oficinas de cierto club de fútbol.
Descanse en paz Francisco Ibáñez, que cada año acudía puntualmente a su cita con la Feria del Libro de Madrid, en la que no dejaba a ningún niño ni tampoco a ningún adulto sin su ejemplar firmado, e incluso a veces con algún dibujo de regalo. No logró hacerse con el premio Príncipe (ni Princesa) de Asturias pero logró a cambio algo muchísimo más valioso: el cariño y el total reconocimiento de millones de personas que disfrutamos infinitamente con sus personajes de tebeo.
DEP. Un ser fascinante que no necesitaba de premios o halagos.
Su premio fue hacer felices a niños y mayores
Siempre en nuestro recuerdo
Un absoluto grande ...varias de generaciones de españoles le asociamos a nuestra infancia, no puede haber logro mayor en la vida que esto!!!
Hasta pronto amigo!!
Ese tipo con bigote tiene cara de hotentote
Artículo a la altura de Francisco Ibáñez.
Gracias.
¿Qué decir del Maestro que no se haya dicho ya? Que buena parte de los momentos más felices y divertidos de nuestra niñez a él se los debemos en buena parte. Que para mi su muerte ha sido tan dura como la de Berlanga, la de García Márquez, y la de todos los genios que nos han enriquecido, entretenido, y acompañado en nuestro crecimiento personal.
"Safari callejero" puede ser el libro que más veces he leído en mi vida. Y eso es más de 1 vez. Un entretenimiento habitual que tenía no pocas veces como consecuencia, al llegar a uno de los gags con Celestino, la bronca de mis padres porque no les dejaba echar la siesta.
Descanse entre risas, Ibáñez.
Ayer, 16 de julio, fue mi cumpleaños. Me regalaron 3 libros, lo que me hizo tener muy presente al gran Ibáñez. Gracias a él, y a mi madre, me aficioné a la lectura. Sus personajes y aventuras han marcado varias generaciones y seguro seguirán marcando muchas más.
Descanse en paz.