A Pedro Ferrándiz siempre le gustaba contar con un pívot americano diferencial en sus equipos. Su primera gran contratación fue Wayne Hightower, se marchó a buscarlo a Estados Unidos. Luego llegarían también Burgess y Luyk. En 1966 echó el ojo a otro estadounidense, pero que ya estaba en el baloncesto español en las filas del Águilas desde hacía un año: Miles Aiken. El neoyorquino, que estudió y jugó en la Universidad de Buenaventura, no alcanzó su objetivo de la NBA y causó sensación en España por su talento, su juego de pies y su facilidad para anotar. En su único año en Bilbao se convirtió en el mejor anotador de la Liga nacional con 431 puntos, con una media de 23,9 por partido, y obtuvo el trofeo Pressing.
Un jugador de 1,98 m, dominante, con un físico privilegiado, un salto prodigioso, espectacular bajo los aros, buen pasador (era habitual que asistiese sin mirar) imparable en ataque y tremendamente efectivo con su tiro de cuatro metros. Su debe es que era deslumbrante en el lucimiento personal, pero tenía un menor rendimiento en lo colectivo. Por capacidad y aptitud podía defender y rebotear, sin embargo, le costaba centrarse y ser regular en ello.
Miles Aiken causó sensación en España por su talento, su juego de pies y su facilidad para anotar
Fichó por el Real Madrid, que se adelantó al Racing Malinas, con la curiosa acepción de auxiliar de Ferrándiz, pero jamás hizo de ayudante del técnico blanco. La razón era su condición de extranjero, a los cuales se había prohibido en la Liga nacional y el Campeonato de España para el siguiente curso. Por reglamentación de la FIBA, para poder actuar en la Copa de Europa, debía de pertenecer al primer equipo y no al segundo, como tenía pensado el cuadro blanco inscribirlo. Así, el equipo madridista estaba en paz con la legislación española y cumpliría los requisitos de FIBA, sacando partido a ambos reglamentos.
Aiken en Madrid se instaló en un moderno piso de la calle Comandante Zorita con su esposa Renee y su hijo Marco. Un hombre de sonrisa perenne y pícara, noble y bonachón, muy inteligente y que hablaba correctamente el castellano. Como era habitual en los jugadores de baloncesto, tenía su carrera universitaria, en este caso Ciencias Sociológicas.
Formó una excepcional pareja con Luyk, que se deshizo en elogios años más tarde en una entrevista en AS Color: “Con Aiken llegó el espectáculo, la brillantez, y el Madrid cambió. Incluso yo cambié mi estilo de juego, hacía una labor menos vistosa. Burgess había sido la solidez y Brabender sería luego la eficacia. Miles Aiken, como digo, fue el espectáculo”. El de Siracusa, en la web del club blanco, también loa su juego al poste y su reverso, que “no se veían mucho por aquí”, mientras que otro compañero, Emiliano, lo definió como “muy superior físicamente a otros jugadores de su estatura. Era un excelente jugador con una gran técnica individual”.
Aiken estuvo en total tres temporadas en la casa blanca. En las dos primeras, su participación fue en la Copa de Europa y su desempeño resultó crucial para dos conquistas consecutivas del cetro europeo para Real Madrid. En la campaña de 1966-67 deslumbró en Europa con actuaciones como ante el Heidelberg alemán (28 puntos), el Slavia de Praga (24 puntos) y el ASK Olympia yugoslavo en semifinales (29 puntos). En la final celebrada ante el Simmenthal Milán se comió a una de las estrellas del equipo rival: Robbins. Estuvo excelente en defensa, dejando en 6 puntos a su compatriota mientras que en ataque llegó a los 23.
Aiken era un jugador de 1,98 m, dominante, con un físico privilegiado, un salto prodigioso, espectacular bajo los aros, buen pasador (era habitual que asistiese sin mirar) imparable en ataque y tremendamente efectivo con su tiro de cuatro metros
Un año más tarde volvió a sobresalir ante el Eendracht Utrecht (29 y 31 puntos), Maccabi Tel Aviv (23 puntos) y el Zadar (17 puntos) en la ida de semifinales en la competición continental. En la final los blancos se vieron las caras con los checoslovacos del Spartak Brno en Lyon. Un encuentro que se fue complicando cada minuto que pasaba por las faltas, las lesiones y la presión de los centroeuropeos. Cuando más caliente estaba el encuentro emergió la figura de Aiken, que junto al trabajo de Sáinz, Nava, Paniagua y Ramos aguantaron la embestida rival y conquistaron la ‘Cuarta’. Aiken sostuvo al equipo en la fase clave y fue el máximo encestador del choque con 26 puntos y 9 asistencias.
Pese a renovar por dos años después del éxito europeo, su último curso fue el de 1968-69, y por primera vez pudo compatibilizar Liga y Copa de Europa tras el levantamiento de la prohibición de foráneos en competiciones españolas. Aquel año amplió su palmarés con la competición doméstica, pero no así con la tercera Copa de Europa consecutiva. En el trayecto hacia la final, Aiken destacó ante el Zadar (15 puntos), Akamedic Sofía (19 y 18 puntos) y el Standard de Lieja en semifinales (21 puntos).
En la final contra el TSKA de Moscú en Barcelona fue el triste protagonista. El Real Madrid tuvo el triunfo casi hecho en el tiempo reglamentario, pero finalmente el duelo se fue la prórroga. En el tiempo extra y con empate a 93, Aiken cometió un error garrafal fallando una canasta clara. En la segunda prórroga los soviéticos estuvieron más atinados y se llevaron el trofeo. La leyenda dice que Ferrándiz jamás perdonó a Aiken su fallo y que aquel día firmó su despido del club madridista.
El neoyorquino fue un jugador que tuvo grandes simpatías del público madridista, pero con unos sueños de grandeza demasiado ambiciosos. Quería ser el líder dentro y fuera de la cancha, e incluso se planteó ser jugador-entrenador. Jugó fuerte y no salió bien. Se enfrentó con Ferrándiz durante buena parte del curso 1968-69 y la relación terminó muy mal.
Fotografías: archivo Alberto Cosín.
Entregas anteriores del serial:
Gran jugador de baloncesto. Al talento añadía una espectacularidad que exhibía de manera natural. Bien definidas sus cualidades por el articulista.
No sabía de su relación tumultuosa con Pedro Ferrándiz. Sí creo recordar su decisiva y fallida acción , ante los soviéticos -por aquel entonces-justo debajo del aro y en posición inmejorable. Lo cual, si Ferrándiz le tenía gato , debió ser determinante para darle boleto.